6

Natalia contuvo la respiración.

Los pasos en el pasillo se acercaban, firmes, seguros.

Si la encontraban ahí, todo su plan se vendría abajo.

Miró a su alrededor, buscando una salida. La oficina de Acosta tenía un ventanal enorme que daba a la ciudad, pero estaba en el piso treinta. Saltar no era una opción.

Entonces, vio una puerta entreabierta al fondo. Un baño privado.

Se movió con rapidez y se deslizó adentro justo cuando la puerta principal de la oficina se abría.

Desde la estrecha rendija, observó cómo un hombre entraba.

No era Acosta.

Era un guardia de seguridad.

Él miró alrededor con una linterna, revisando cada rincón.

Natalia sintió su corazón martillar en el pecho. Si él se acercaba al baño, la encontraría.

El guardia caminó lentamente, escaneando el lugar con la luz. Cuando iluminó el escritorio, notó la computadora encendida.

Su rostro se tensó.

Sacó un radio de su cinturón.

-Aquí Torres. Algo raro en la oficina del señor Acosta. La computadora está encendida.

Un chasquido
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