88. FELICIDAD

Por suerte la noche transcurrió tranquila, solo el sonido de la lluvia, los rayos, los truenos y el viento se escucharon. Sin embargo, no podía dormir, no se me quitaba de la cabeza lo que había dicho la niña Jacinta, y señalaba detrás de mí como si en verdad ella pudiera ver esa presencia que por momentos siento respirando en mi nuca.

Era tanto mi desasosiego que me levanté y me senté en una esquina cerca de la ventana con una vela y me puse a leer la biblia. No sé cuándo me dormí, pero al reloj marcar las cinco de la mañana, cosa que hacía, aunque no sonara en todo el santo día, abrí mis ojos y me quedé contemplando el reflejo de la pequeña llama de la vela, que se había consumido casi en su totalidad.

Era hermoso, las gotas de agua resbalaban cuál diamantes por la superficie transparente del cristal, cuando de pronto retrocedí asustada. ¡Podría jurar haber visto un rostro de hombre del otro lado de la ventana! Miré de nuevo y solo la oscuridad y el reflejo de la llama divisé. L
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