Dolores tiraba de su madre ante la mirada de nosotras que nos habíamos quedado observando la escena sonrientes. Ella giraba la cabeza para mirarnos abochornada, mientras seguí su camino, retirándose lo más rápido que le era posible caminar, sin que su madre, la negra Tomaza, dejara de seguir diciendo cosas sobre mi invitación a cenar juntos. —Es increíble que a pesar de cómo ha cambiado el mundo, ellos continúen con esas costumbres que les arraigaron cuando llegaron aquí —dijo sor Caridad. —Así es, si la vieras Ángel, se ofendió y todo con tu invitación a que se sentara con nosotras a la mesa a almorzar —estuvo de acuerdo sor Inés. —No podemos hacer nada, son muy viejos. Eso no quiere decir que no lo intentaremos, pues se quedarán a vivir con nosotras por un tiempo, haremos nuestro mayor esfuerzo, ¿de acuerdo? De seguro, al ver que los tratamos como iguales, un día aceptan sentarse con nosotras —dije, aunque no creía que lo lograra, era muy fuerte la madre de Dolores, solo me dab
Hacía días que había dejado de sentir la presencia buena a mi lado, y sus consejos y respuestas como un susurro en mi oído y de cierta manera me sentía muy vulnerable al regresar esa extraña y terrorífica imagen del demonio que me perseguía y al mal tiempo no era algo que ayudaba en mi estado de ánimo. La tarde presagiaba que la tormenta seguiría y quizás que se volvería más fuerte. Los vientos se hacían cada vez más violentos. La casa sonaba como si se quejara del batir del fuerte aire contra sus paredes, daba mucho miedo. Además que las tres estábamos realmente preocupadas al no saber nada del padre Bartolomé, con estas torrenciales lluvias andando por esos caminos tan peligrosos por dentro de las enormes montañas. —Me siento realmente nerviosa con este tiempo, hermanas —confesé. — ¿Por qué no aprovechamos y seguimos leyendo el diario? —Sugerí.—Buena idea Ángel —dijo sor Inés. —Iré por él, a la biblioteca, ya que el tiempo no nos deja hacer otra cosa, mejor adelantamos la le
Cuando nos separamos, ellas siguieron mi mirada aterrada, luego la volvieron a mí, y realizaron ambas la señal de la cruz. Sor Caridad se puso de pie interrumpiendo mi visión, e impidiendo que viera la grotesca sombra en la ventana. —Yo te bendigo en el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo —y ambas por un momento rezaron con devoción, luego volvieron a ocupar sus puestos —qué la luz te acompañe siempre y te aleje de la oscuridad, la palabra del señor es más poderosa y te protegerá. Se sentaron y no dijeron nada más, pero luego comentaron que ellas de a poco se iban dando cuenta que algo misterioso pasaba con mi familia, sobre todo con la casa en particular, no habían observado o sentido nada, era un presentimiento. Algo oscuro envolvía todo lo que sucedía, y los niños no mienten, decían. La niña Jacinta vive diciendo que ve personas y malas cosas. Contaron ellas convencidas que los niños por ser almas puras no corrompidas por la vida, aún tienen ese poder.—Ya te dije q
—¿Qué locuras hablas hermana? Pasaron siglos desde que llegaron los primeros Aurelio y Tomaza con una bebé que se llamaba Dolores. —Protesté realmente asustada, porque también me había percatado de ello y me hice esa misma loca pregunta —¿conoces a un ser humano que viva tantos años?—Cierto, cierto, es una locura, imposible que sean los mismos. ¡Nadie puede vivir siglos, tendría que ser eterno! —aceptó sor Inés. —Debe ser lo que dice la hermana Caridad. Voy a continuar leyendo y dejar de pensar esas cosas. … Pasan los días y mis ojos se cierran en cualquier lugar, me muero del sueño. Tomaza me dice que debo comer, pero es que la comida me da asco y es muy difícil digerir. Si sigo así, me voy a enfermar seriamente. Por otro lado Agustín se la pasa viajando al puerto, ha encargado montones de cosas al otro mundo. Miguel le servirá de suministro, ambos ganarán mucho con el negocio de la electricidad. Pero yo me la paso sola en mi cuarto leyendo historias de amor y durmiendo. Me sient
La realización de que era en realidad la tercera Ángel que mencionaban una y otra vez en el diario familiar, hizo que un gran miedo se adueñara de mí, sin dejarme apenas respirar. ¡No podía ser! ¿Cómo mis padres me condenaron a este destino? ¿Por qué tuvieron que ponerme ese nombre? Una agonía muy grande siguió apoderándose de mí, en lo que aquella risa se acercaba más y más a donde me encontraba, y le vi. Estridente, ruidosa, cavernosa, triunfal, como si hubiese estado al acecho de que al fin yo diera con la verdad. —Ja, ja, ja, —reía mientras de a poco se iba haciendo más visible y tangible para mí. —¡Eres mía por los siglos de los siglos! Ja, ja, ja…, tu padre te vendió a mí, ¡te vendió, no importa si se arrepintió después, pero firmó el contrato! Gritó con una voz insoportable que casi desgarraba los tímpanos de mis oídos y lo vi, como realmente era, la viva imagen del maligno se presentó delante. Y sacó un papel amarillento y me mostraba la firma de Don Lorenzo, no sé cómo
Traté, traté con todas mis fuerzas de hacerlo, de retomar mi cuerpo, pero la primera, Ángel me lo impedía, aunque miraba el crucifijo y trataba de recordar una plegaria, nada venía a mi mente, puesto solo podía ver lo que ella hacía. Las hermanas, sin saber qué hacer, me hacían muchas preguntas al mismo tiempo, cuando de pronto apareció Tomaza, que al verme se acercó ágilmente asombrando a todos, me tomó de las manos arrodillándose ante mí.—Aléjense de ella —Gritó Dolores. Tomaza a mis pies, comenzó a rezar una extraña oración en un lenguaje que no conocía, pero que de a poco se me hacía familiar, por estarlo escuchando en las plegarias y oraciones que escuchaba cada vez que me pasaba algo. Al momento de ella iniciar, retumbó un gran trueno en el cielo, el ser que me sostenía comenzó a desfigurarse, y trataba con todas sus fuerzas de seguir prendido a mí, pero los rezos y cantos que ella hacía, lo alejaban, mientras yo me reía como una loca.—Ja, ja, ja…, ¡nunca podrás contra ell
Dolores se me quedó observando, como si no pudiera creer que yo no supiera el peligro en que me había encontrado. Si lo sabía, solo que no quería preocuparlos más de lo que estaban, podía ver su expresión de miedo en su rostro. No dijo más, solo respondió a las preguntas que le hacía.—¿Cuándo llegó el padre Bartolomé? —Llegó en medio de la lluvia, justo antes de la medianoche, con un enorme crucifijo en su mano.—¿En serio? ¿Y cómo supo lo que me estaba pasando?—Llegó diciendo, que estaba en una casa de unos feligreses, cuando comenzó a escuchar unas oraciones y una voz que le ordenaba regresar y venir a tu lado —me cuenta y puedo ver que está sorprendida tanto o más que yo ya que la admiración que siente por el padre ha aumentado aún más. —Dijo que por mucho que trataron de persuadirlo, se montó en uno de los caballos que les había mandado, y acompañado por los dos hombres del otro día, y llegó justo a tiempo.—¿Justo a tiempo? ¿Justo a tiempo para qué? —Indagué curiosa.—Eso dijo
El padre se quedó en silencio un momento para luego mover la cabeza negativamente y suspirar entristecido. —No sabría decirle, hermana Inés, recuerde que he venido directamente sin pasar por mi parroquia — respondió. —Bueno, siguiendo con mi relato, les decía que me encontraba con mis monaguillos y los dos hombres que envié aquí, que no quisieron separarse un instante, porque según ellos, le habían dado su palabra de que cuidarían de mí. —Así fue padre, les hice prometerme eso —le aseguro y me observa sonriente y agradecido.—Gracias hija, porque en verdad ese par me sirvió de mucho, pues se conocen todos los senderos por esas montañas, evitando con ello que regresáramos por el que fuimos —seguía contacto con complacencia. — El agua nos cogió en la ladera y decidimos acampar, como les dije, en casa de una familia que vive por allá.—Hizo muy bien, a esa hora el ciclón estaba batiendo duro —agregó sor Caridad—Tiene razón hermana, no saben la cantidad de árboles destruidos que hemos