¡No podía creer lo que me contaba el padre, yo no me acordaba de nada, de esa parte que él contaba, solamente de haberme dormido después de que Aurelio me llevará para mi cama y de los cantos! No recordaba esa desmedida lucha que según todos había sostenido en contra de ellos y las fuerzas del mal, y ahora me sentía muy bien. Como si nada hubiese sucedido y solo durmiera plácidamente la noche entera. Dolores tenía razón, estuve en real peligro de ser consumida por las fuerzas del mal, esa maldición en realidad era muy fuerte. No sabía cómo reaccionar ante aquello.—Padre, si usted no me lo cuenta, no lo creería. Yo no recuerdo nada —confesé avergonzada. —¿Pero qué me pasó exactamente? Lo último que recuerdo es que estábamos leyendo el diario, y en la historia sucedía algo que había experimentado en las primeras semanas que estuve en esta casa. —Mira Ángel querida, yo soy un hombre de Dios —inició a hablar el padre con dulzura, tratando de explicar lo que había sucedido. —Pero vemos
Por mi parte no sabía qué hacer o decir a mis amigas. Me sentía realmente apenada con todo lo que había sucedido. Ellas al percatarse cde como me sentía, se sentaron cada una a mi lado estrechándome fuertemente, uniendo sus cabezas a la mía permanecimos un buen rato así.—No tengas miedo Ángel, casi nos criamos juntas, eres un poco más joven que nosotras y aunque no tomaste los votos, nosotras te consideramos nuestra hermana, no solo de alma, sino en espíritu —comenzó a hablarme con cariño sor Caridad. —Haremos, como dice el padre Bartolomé, terminaremos de leer el dichoso diario en la capilla, y ya verás que nada nos perturbará allí ante la presencia de Dios, y si lo hacemos ahora que él está aquí, será mejor.—Estoy de acuerdo, dejaremos el cuidado de los chicos a Tomaza y Dolores —dijo sor Inés, sin dejar de abrazarme. —Nos dedicaremos todas las horas que faltan a leerlo. Así sabremos a qué atenernos. Tengo la pequeña intuición de que no le falta mucho. Cuando miré entre las hoja
Mi madre era un ser excepcional, todo lo que recuerdo de ella es increíblemente hermoso. Tenía una imaginación asombrosa y podía crear de lo más mínimo una historia fantástica, o con sus hermosas y hábiles manos hacer todo un mundo de fantasía con cualquier material que le cayera en sus manos. Pero sus preferidos y los míos, eran las hadas. Me encantaban, y por ello mi cuarto estaba hecho de incontables figuritas de hadas de todos tipos y colores. Me creó un mundo donde existían hadas para todo tipo de tareas, y a través de ellas me educaba y me juraba que eran reales cuando le preguntaba. Y hasta ser una adulta en que comprobé que son fantasía, me creía que eran reales. Por eso comprendo a la niña Jacinta, que es la cabeza que asomó temerosa por la puerta, dando fin a nuestro abrazo. Al ver que ya la habíamos visto, entró su cuerpo entero muy despacio como si temiera decir a lo que había venido..—¿Se encuentra bien, señorita Ángel? —preguntó avanzando algo tímida.—Sí, querida, no
—Eso parece, vamos Ángel, abre para ver qué contiene —me apremió sor Caridad que observaba el cofre en mis manos. Con temblor en mis manos, introduje la llave en la cerradura haciéndola girar con delicadeza. Se escuchó un clic y la base comenzó a subir lentamente para luego abrirse ante los ojos sorprendidos de todas. Dentro existía una cadena de oro con una gota de agua de cristal, en su interior podía observarse algo que parecía humo. Lo levanté y se lo di a las hermanas, sor Caridad metió su mano y tomó el papel que estaba debajo.—¿Qué dice? —pregunté. —Solo que es para ser usado por la tercera Ángel de la familia. Contestó al tiempo que me lo extendía, y en verdad, eso era lo que decía. “Para ser usado por la tercera Ángel de la familia Castillo” ¡Esa era yo! Aunque no había terminado de leer el diario, estaba segura de que se refería a mí, porque sino, lo hubiese usado otra antes. —Querida, parece que se refiere a ti. Tú debes ser la tercera Ángel —dijo sor Caridad mirándom
Era la primera vez en todo el diario que Agustín escribía, lo cual nos resultó muy extraño. Ya que desde que apareció en las crónicas de mi familia, nunca vimos un diario de su puño. Al parecer, lo hacía para complacer a su esposa embarazada.… Ángel no estaba enferma, sino embarazada de un varón que nació prematuramente, pero que se salvó y crecía sin ningún problema, le habían nombrado Fermín. Le preocupaba mucho que su esposa había adquirido un miedo enfermizo a la oscuridad, debían dormir todas las noches con las luces prendidas. Y aun así se despertaba en ocasiones gritando aterrorizada. Planeaban irse de viaje cuando el niño fuera mayor, estaba convencido de que si la sacaba de allí ella se sentiría mejor, ahora se pasaba más tiempo con ella y las veces que bajaba al pueblo, atender todos sus negocios, siempre la llevaba con él, no la dejaba sola en ningún momento, logrando con ello que se sintiera siempre protegida. Cabalgaban todas las tardes, pues a ella le daba mucho place
Habíamos quedado intrigadas con ello, pero en vista que no se aclaraba nada en las próximas hojas, decidimos dejarlo allí para después. Nos reunimos con sor Caridad en la biblioteca, que ya podía saludar con soltura en yoruba, la lengua nativa de los obreros y se había aprendido de memoria el alfabeto, aunque decía que era muy primitivo. La pusimos al día sobre lo que habíamos descubierto sobre el colegio, quedando ella también muy sorprendida.—Yo recuerdo que la madre anterior a esta madre superiora que tenemos ahora, se llamaba Esperanza —dijo tratando de hacer memoria, pues era muy pequeña cuando había entrado al colegio. —La conocí cuando era muy chica, y no sé mucho de ella porque recuerdo de que murió unos días después de yo entrar en el colegio.—¿De veras? Yo no la recuerdo —dice sor Inés. —Y eso que tú y yo entramos más o menos en la misma fecha.—Cuando tú entraste, ella ya había muerto. Y supongo que a lo mejor se llevó el secreto con ella —dijo sor Caridad pensativa. —
Habíamos quedado intrigadas con ello, pero en vista que no se aclaraba nada en las próximas hojas, decidimos dejarlo allí para después. Nos reunimos con sor Caridad en la biblioteca, que ya podía saludar con soltura en yoruba, la lengua nativa de los obreros y se había aprendido de memoria el alfabeto, aunque decía que era muy primitivo. La pusimos al día sobre lo que habíamos descubierto sobre el colegio, quedando ella también muy sorprendida.—Yo recuerdo que la madre anterior a esta madre superiora que tenemos ahora, se llamaba Esperanza —dijo tratando de hacer memoria, pues era muy pequeña cuando había entrado al colegio. —La conocí cuando era muy chica, y no sé mucho de ella porque recuerdo de que murió unos días después de yo entrar en el colegio.—¿De veras? Yo no la recuerdo —dice sor Inés. —Y eso que tú y yo entramos más o menos en la misma fecha.—Cuando tú entraste, ella ya había muerto. Y supongo que a lo mejor se llevó el secreto con ella —dijo sor Caridad pensativa. —
Después de decidir que me pondré a leer el diario, y que creo que muy pronto llegará el final. Lo pienso mejor, y me levanto para ver si las hermanas aún están despiertas, sé por experiencia que cuando la hermana Caridad se emociona con algo, le es difícil dormir. Y la hermana Inés también estudia porque no le gusta que se reían de ella. Y para mi suerte me las encuentro practicando.—Buenas noches, hermanas. —Saludo al sor Inés abrirme la puerta y dejarme pasar.—¡Ángel! ¿Qué haces levantada? ¿Te siente bien? ¿Algún extraño fenómeno, o te dan miedo como siempre los truenos y los relámpagos? —Me interroga sor Inés caminando detrás de mí.—Nada de eso, estoy bien, solo que no tengo sueños y pensé en leer el diario juntas, pero si están ocupadas lo puedo hacer sola. —Le respondo arrepintiéndome de haber venido al verlas enfrascada en sus estudios.—¡No! —salta sor Inés. —Estoy deseando que termine ese diario para saber por fin en que resulta todo. Dámelo, lo leeré yo, siéntense.—Me toc