101. UNIDAS

Por mi parte no sabía qué hacer o decir a mis amigas. Me sentía realmente apenada con todo lo que había sucedido. Ellas al percatarse cde como me sentía, se sentaron cada una a mi lado estrechándome fuertemente, uniendo sus cabezas a la mía permanecimos un buen rato así.

—No tengas miedo Ángel, casi nos criamos juntas, eres un poco más joven que nosotras y aunque no tomaste los votos, nosotras te consideramos nuestra hermana, no solo de alma, sino en espíritu —comenzó a hablarme con cariño sor Caridad. —Haremos, como dice el padre Bartolomé, terminaremos de leer el dichoso diario en la capilla, y ya verás que nada nos perturbará allí ante la presencia de Dios, y si lo hacemos ahora que él está aquí, será mejor.

—Estoy de acuerdo, dejaremos el cuidado de los chicos a Tomaza y Dolores —dijo sor Inés, sin dejar de abrazarme. —Nos dedicaremos todas las horas que faltan a leerlo. Así sabremos a qué atenernos. Tengo la pequeña intuición de que no le falta mucho. Cuando miré entre las hoja
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