110. TRANQUILIDAD

Las tres hemos dormido pacíficamente, creo que hacía mucho tiempo que no lo hacíamos de esta manera. Las campanadas de las siete de la mañana nos han despertado, y nos hemos asombrado de ello. Sigue lloviendo torrencialmente. He corrido a mi habitación, aseado y bajado al comedor. Me he encontrado con las hermanas bebiendo en compañía de Dolores su café.

—¿A usted también se le han pegado las sábanas, señorita Ángel? —pregunta muy seria.

—Disculpa Dolores, hemos estado leyendo hasta bien entrada la noche y nos hemos quedado dormidas. Además, que estos truenos y rayos me aterran, ¿cuándo irá a parar esta tormenta? —pregunté mirando como el agua golpeaba con fuerza los cristales de la ventana.

—Cuando Ogún y Shangó dejen de estar molestos —responde.

—¿Quiénes son esos, querida? ¿Y por qué está molesto? —pregunta sor Caridad.

—Son unos dioses muy fuertes que provocan todo esto cuando se molestan, hermana —contesta y se aleja hacia el interior de la cocina.

—¡Solo existe un Dios! —afir
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