—Eso parece, vamos Ángel, abre para ver qué contiene —me apremió sor Caridad que observaba el cofre en mis manos. Con temblor en mis manos, introduje la llave en la cerradura haciéndola girar con delicadeza. Se escuchó un clic y la base comenzó a subir lentamente para luego abrirse ante los ojos sorprendidos de todas. Dentro existía una cadena de oro con una gota de agua de cristal, en su interior podía observarse algo que parecía humo. Lo levanté y se lo di a las hermanas, sor Caridad metió su mano y tomó el papel que estaba debajo.—¿Qué dice? —pregunté. —Solo que es para ser usado por la tercera Ángel de la familia. Contestó al tiempo que me lo extendía, y en verdad, eso era lo que decía. “Para ser usado por la tercera Ángel de la familia Castillo” ¡Esa era yo! Aunque no había terminado de leer el diario, estaba segura de que se refería a mí, porque sino, lo hubiese usado otra antes. —Querida, parece que se refiere a ti. Tú debes ser la tercera Ángel —dijo sor Caridad mirándom
Era la primera vez en todo el diario que Agustín escribía, lo cual nos resultó muy extraño. Ya que desde que apareció en las crónicas de mi familia, nunca vimos un diario de su puño. Al parecer, lo hacía para complacer a su esposa embarazada.… Ángel no estaba enferma, sino embarazada de un varón que nació prematuramente, pero que se salvó y crecía sin ningún problema, le habían nombrado Fermín. Le preocupaba mucho que su esposa había adquirido un miedo enfermizo a la oscuridad, debían dormir todas las noches con las luces prendidas. Y aun así se despertaba en ocasiones gritando aterrorizada. Planeaban irse de viaje cuando el niño fuera mayor, estaba convencido de que si la sacaba de allí ella se sentiría mejor, ahora se pasaba más tiempo con ella y las veces que bajaba al pueblo, atender todos sus negocios, siempre la llevaba con él, no la dejaba sola en ningún momento, logrando con ello que se sintiera siempre protegida. Cabalgaban todas las tardes, pues a ella le daba mucho place
Habíamos quedado intrigadas con ello, pero en vista que no se aclaraba nada en las próximas hojas, decidimos dejarlo allí para después. Nos reunimos con sor Caridad en la biblioteca, que ya podía saludar con soltura en yoruba, la lengua nativa de los obreros y se había aprendido de memoria el alfabeto, aunque decía que era muy primitivo. La pusimos al día sobre lo que habíamos descubierto sobre el colegio, quedando ella también muy sorprendida.—Yo recuerdo que la madre anterior a esta madre superiora que tenemos ahora, se llamaba Esperanza —dijo tratando de hacer memoria, pues era muy pequeña cuando había entrado al colegio. —La conocí cuando era muy chica, y no sé mucho de ella porque recuerdo de que murió unos días después de yo entrar en el colegio.—¿De veras? Yo no la recuerdo —dice sor Inés. —Y eso que tú y yo entramos más o menos en la misma fecha.—Cuando tú entraste, ella ya había muerto. Y supongo que a lo mejor se llevó el secreto con ella —dijo sor Caridad pensativa. —
Habíamos quedado intrigadas con ello, pero en vista que no se aclaraba nada en las próximas hojas, decidimos dejarlo allí para después. Nos reunimos con sor Caridad en la biblioteca, que ya podía saludar con soltura en yoruba, la lengua nativa de los obreros y se había aprendido de memoria el alfabeto, aunque decía que era muy primitivo. La pusimos al día sobre lo que habíamos descubierto sobre el colegio, quedando ella también muy sorprendida.—Yo recuerdo que la madre anterior a esta madre superiora que tenemos ahora, se llamaba Esperanza —dijo tratando de hacer memoria, pues era muy pequeña cuando había entrado al colegio. —La conocí cuando era muy chica, y no sé mucho de ella porque recuerdo de que murió unos días después de yo entrar en el colegio.—¿De veras? Yo no la recuerdo —dice sor Inés. —Y eso que tú y yo entramos más o menos en la misma fecha.—Cuando tú entraste, ella ya había muerto. Y supongo que a lo mejor se llevó el secreto con ella —dijo sor Caridad pensativa. —
Después de decidir que me pondré a leer el diario, y que creo que muy pronto llegará el final. Lo pienso mejor, y me levanto para ver si las hermanas aún están despiertas, sé por experiencia que cuando la hermana Caridad se emociona con algo, le es difícil dormir. Y la hermana Inés también estudia porque no le gusta que se reían de ella. Y para mi suerte me las encuentro practicando.—Buenas noches, hermanas. —Saludo al sor Inés abrirme la puerta y dejarme pasar.—¡Ángel! ¿Qué haces levantada? ¿Te siente bien? ¿Algún extraño fenómeno, o te dan miedo como siempre los truenos y los relámpagos? —Me interroga sor Inés caminando detrás de mí.—Nada de eso, estoy bien, solo que no tengo sueños y pensé en leer el diario juntas, pero si están ocupadas lo puedo hacer sola. —Le respondo arrepintiéndome de haber venido al verlas enfrascada en sus estudios.—¡No! —salta sor Inés. —Estoy deseando que termine ese diario para saber por fin en que resulta todo. Dámelo, lo leeré yo, siéntense.—Me toc
—¿Querida, has experimentado algo de eso? —pregunta sor Inés.—No, gracias a Dios —respondo enseguida— después de que me puse la gota de agua que le dijo el hada a Jacinta, no he vuelto a experimentar nada raro.—Gracias a Dios, sería terrible pasar el día mirando cosas y sombras a tu alrededor. ¡Jesús! ¡Dios nos proteja de tal desgracia —hablo sor Caridad.—Así es, menos mal que me privaron de eso, porque como mismo cuenta él, el crucifijo este que me regaló el padre, no hizo mucho efecto contra esas cosas. Solo me hizo sentir protegida —explico— aunque seguían apareciendo las cosas, no se me acercaban como al inicio antes de tenerlo.—Eso es muy bueno, sigamos leyendo.… Anoche fue un infierno para mí, no sé como logro mantenerme con razón hoy, escribo para no enloquecer. Me encontraba en el despacho revisando unas cuentas cerca de las doce de la noche, cuando de pronto la puerta se abrió de un tirón, un aire helado entró azotándome el rostro, las campanadas del reloj comenzaron a s
Las tres hemos dormido pacíficamente, creo que hacía mucho tiempo que no lo hacíamos de esta manera. Las campanadas de las siete de la mañana nos han despertado, y nos hemos asombrado de ello. Sigue lloviendo torrencialmente. He corrido a mi habitación, aseado y bajado al comedor. Me he encontrado con las hermanas bebiendo en compañía de Dolores su café.—¿A usted también se le han pegado las sábanas, señorita Ángel? —pregunta muy seria.—Disculpa Dolores, hemos estado leyendo hasta bien entrada la noche y nos hemos quedado dormidas. Además, que estos truenos y rayos me aterran, ¿cuándo irá a parar esta tormenta? —pregunté mirando como el agua golpeaba con fuerza los cristales de la ventana.—Cuando Ogún y Shangó dejen de estar molestos —responde.—¿Quiénes son esos, querida? ¿Y por qué está molesto? —pregunta sor Caridad.—Son unos dioses muy fuertes que provocan todo esto cuando se molestan, hermana —contesta y se aleja hacia el interior de la cocina.—¡Solo existe un Dios! —afir
Por fin amaneció, aunque el sol no se deja ver por la oscuridad de las nubes que cubren todo el cielo, los vientos continúan ahora por ráfagas, la noche fue muy inquieta para todos. Los chicos lloraban asustados y hemos tenido que estar todo el tiempo a su lado. A las tres de la madrugada subió Tomaza, yha comenzado a cantar una hermosa canción de cuna en su lengua, no han tardado ni diez minutos en quedarse completamente dormidos, pero hoy todos están muy silenciosos y quieren estar cerca de nosotras. Luego del desayuno, entramos en el salón de juegos, ellos se han mantenido tranquilos a nuestro lado. Isabelita me ha pedido tocar el piano y me ha tomado por sorpresa, todos insistieron y lo he hecho sin que ocurriera nada extraño como temía. Los niños al fin han perdido el miedo y corren con tremenda algarabía que nos complace. La casa cobra vida con su alegría.—Menos mal que ya perdieron el miedo —comenta el padre Bartolomé sentándose a mi lado y mirándolos con lástima —pobres cr