243. ALERGIA

Julián se quedó mirándome fijo, luego me abrazó y besó. Y como si de una niña a la que hay que enseñarle con calma cada cosa me dijo.

—Soy un espíritu que puede deambular con solo pensarlo. No lo olvides, llegué a la iglesia a ver por qué habían sonado las campanas pidiendo auxilio como lo hicieron.

—¿Y de qué se trata?

—No pude saber exactamente de qué se trataba, pues el padre Bartolomé estaba oficiando una misa, y cómo no iba en el cuerpo del capitán, no pude hablar con él. Pero vi que todo estaba en orden y a lo mejor solamente fue que el monaguillo se entusiasmó tocando las campanas.

—¿Pudiste ver a todos los demonios?

—Sí, estaban todos reunidos en el cuartel general planeando cómo hacer la investigación aquí en la casa cuando pasara la tormenta. Pues habían tratado de entrar por el jardín que fue la nieve negra que vimos, pero existe una enorme protección que le impide traspasar por ahí. Por eso me fue fácil expulsarlos con aquel torbellino de nieve que cree.

—Entiendo. ¿
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