245. SALVADOS

Unos fuertes golpes estremecieron la puerta de entrada. Vi como Aurelio corría junto con otros más, incluyendo a mi viejo Tata Julián, que me advirtió que no dejara de cantar y tocar pasara lo que pasara. Que permaneciera sentada en el piano. En medio de aquel signo iluminado en el piso y rodeada de todas las sombras de ancianos. Lo hice hasta ver aparecer al capitán Luis Manuel acompañado del doctor, casi congelados, que al verme, sonrió de una manera extraña mientras me decía.

—Al fin me aceptaste.

Tata Julián vino a mí encuentro, y sin más, me besó delante de todos, haciendo que el capitán cayera de rodilla a mis pies, que no dejaba de tocar el piano acompañada por los tambores, que ahora giraban juntos con los ancianos a mi alrededor. Cambiando su canto por un rezo, que no lograba definir, porque era muy extraño. Enfocaron con una luz que salía de sus bastones el corazón del capitán. Este comenzó a gritar como si le hicieran mucho daño.

Por un momento quise detenerme e ir a
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