Zarah cruzó a Fausto de camino a su habitación mientras escapaba del cuarto de Tabar. Pronto se enteró del ataque a los territorios fronterizos. Una sensación amarga la invadió al escuchar que algunas de las mujeres que defendían el fuerte de Bilahl habían sido capturadas por los Vándalos. Conocía el atroz destino que les deparaba. Uno peor que la muerte. Pidió al Fausto que mandara a ensillar al corcel que habia elegido de los establos. Los jóvenes aprendices lo llamaban Xirac, como el Dragón negro de las leyendas, hermano de Vahid, por su color azabache asi como por su temperamento rebelde. Pero a Zarah le desagradaba que un caballo que era tan amable con ella llevara el nombre de un traidor. En secreto lo llamaba Izshá, que en la antigua lengua del Sol Naciente significaba “protector”. Al caballo parecía agradarle. Deka la ayudó a vestirse con su traje de montar mientras Munira cosía uno de sus vestidos mas desgastados. —Ahora que la guerra ha terminado debe pedir por nuevas ves
El silencio invadió el establo cuando Zarah entró en busca de su corcel. Los aprendices que limpiaban el excremento de los caballos la reverenciaron friamente con sus rostros cargados de recelo. Jabari se sintió incómodo pero Zarah parecía estar acostumbrada a aquellos destratos. El guerrero fijó su mirada en uno de los aprendices pues le parecía familiar. Pronto notó que se trataba de uno de los jóvenes que había visto durante la madrugada tomando licor a escondidas en el establo. Uno de los que se habia burlado de Zarah junto a las sirvientas.—Hemos ensillado el corcel ¿Necesita algo más?Entonces Jabari reconoció su voz. Era él quien habia dicho “la zorra del Rey sigue intentando comprar a los pueblerinos mandando recursos a las fronteras”. De todas las barbaridades que había escuchado esa le había molestado particularmente. Ningún hombre digno de ser caballero podía renegar de que su Señora ayudara a los débiles en tiempos de guerra. Aún más si se trataba de aquellos que luchaban
—¡Jabari!—el guerrero escuchaba su nombre a lo lejos pero estaba petrificado frente a la imagen de las lenguas de fuego arrasando los techos de las humildes casas. Los pocos caballos que quedaban corrían desaforados de un lado a otro intentando escapar de las llamas. —¡Jabari!—El olor metálico de la sangre lo invadió. Sentía que iba a vomitar en cualquier segundo. Intentó cerrar los ojos pero la sensación sólo empeoró. Las memorias de sus compañeros descuartizados por los mercenarios ya eran terribles. Pero el recuerdo que más lo perseguía cada vez que sentía ese olor metálico era el de Aysel. —¡JABARI!Algo impactó contra él tirándolo al suelo. Al abrir los ojos vió como caía parte de la estructura de piedra de una de las casas sobre el lugar en el que estaba parado segundos atrás. Parpadeó boquiabierto al comprender lo cerca que había estado de que le cayera un rejunte de rocas ardientes sobre la cabeza. Miró a su alrededor y se encontró con Indeki tirado junto a él. El niño lo habí
—Trata mejor a tu esposa, idiota.—Tras esas palabras de Jabari, Tabar se quedó en silencio en la oficina hasta perder la noción del tiempo. Sólo reaccionó cuando vio la luna asomando por la ventana. Un sabor amargo lo acompañó por los pasillos que llevaban al Gran Comedor donde solía cenar en soledad antes de la guerra. Era consciente de lo mal que se había comportado con Zarah. No tenía idea de como remediar la situación. Pensó que podría comenzar en la cena de esa noche. Sintió una profunda decepción cuando al entrar al Gran Comedor la larga y elegante mesa sólo estaba servida para él. Fausto, Ada y algunos sirvientes se encontraban parados en la sala esperándolo. Sintió la urgencia de darse vuelta y salir corriendo hacia los aposentos de Zarah. “¿Por qué no está aquí?¿Por qué desprecia mi compañía de este modo? Se escapa de mí como si tuviera la peste ¿Tanto me detesta? Si tanto odio me tiene debería volverse a su maldito reino y dejar de torturarme” La ira intentó dominar su men
Los días comenzaron a pasar sin que se cruzara a Zarah más que por accidente en los pasillos. La mujer le ofrecía una reverencia y ser marchaba como huyendo de él. Tabar había decidido no forzarla a presentarse en su alcoba. Tampoco la obligó a cenar con él. Esperaba que fuera Zarah quién se acercara a él por voluntad propia. Aun asi, cuando notó que abrieron el Salón de Verano decidió desayunar allí con la esperanza de cruzarla pero nunca la encontró. Incluso se había paseado por la cocina sorprendiendo a Halima pero sin señales de su esposa. Estaba comenzando a perder la paciencia. Incluso peor, comenzaba a sentir que se ahogaba en la soledad de ese castillo. Se había distanciado de Ada para evitar que resurjan los rumores entre la servidumbre. Esa decisión, sin embargo, le estaba causando un profundo dolor. Ada y él se conocias desde pequeños. Prácticamente se habian criado juntos. Sentía que nadie lo entendia mejor que ella. La idea de volver a los brazos de la sirvienta lo tentab
Zarah descansaba sumergida en la bañera. El agua cálida mezclada con aceites curativos generaba un cosquilleo relajante en su piel. Trataba de mantenerse ocupada, vagando por la ciudad, visitando a los campesinos en las afueras de la fortaleza para asegurarse que tuvieran lo necesario para pasar el crudo invierno que se avecinaba. Evitaba cruzarse con Tabar a toda costa. No deseaba someterse otra vez a esas emociones confusas. Se resistía a esa parte de ella que deseaba tenerlo cerca. No era sólo deseo lo que sentía. Había una atracción inexplicable que la arrastraba hacia él. Se hundió aún más en el agua cálida intentando poner la mente en blanco. Le molestaba que Tabar fuera todo lo que habitaba su cabeza a cada segundo del día. Intentó relajarse disfrutando del silencio de ese cuarto olvidado, alejado lo más posible del bullicio y los crueles rumores de las sirvientas. Casi estaba por quedarse dormida en el agua cuando Deka entró agitada con el mensaje de que Tabar la visitaria es
—¿Has vuelto a visitar Bilahl?— dijo finalmente Tabar como si hubiese oído sus silenciosas plegarias.—No. He estado más preocupada por los campesinos de las afueras. Han perdido muchas manos para trabajar con la guerra. Además los cultivos han sido escasos. — Zarah se preguntó si a su esposo realmente le interesaban esas cuestiones. Sabía que no todos los reyes eran tiranos, pero también sabia que los reyes solían ser hombres lo suficientemente estúpidos o egoístas para no interesarse en las cuestiones que atormentaban a su pueblo más allá de los muros de su fortaleza. Y para su pesar, eso incluía a su padre. Muchos campesinos habrían muerto en Sol Naciente si no fuera por el interés y la rebeldía de su hermana Miriam.—Podemos aliviar la carga de trabajo en las tierras reales. También repartiremos semillas o alimentos de nuestras reservas en los almacenes para el invierno. —Eso… sería de gran ayuda, mi Señor. Gracias. — Tabar sonrió antes de dar un trago a su copa de vino. —¿Por qu
La coherencia de Tabar comenzó a flaquear ni bien entró a los aposentos de su esposa. Sus ojos no podían separarse del hermoso cuerpo de Zarah ni por un segundo. Un magnetismo inexplicable lo había arrastrado a recorrer con sus dedos en una caricia la piel desnuda de la espalda de su mujer. Su lengua había actuado por propia voluntad al obligarlo a confesar lo mucho que su belleza lo deleitaba. Pero sus pies volvieron a tocar la tierra cuando vio esa expresión de resignación en los ojos de la mujer. Zarah no esperaba nada de él más que un deseo bestial. Parecía convencida de que el único propósito de su visita era forzarla a tener sexo con él. Decidió entonces esforzarse por contener sus deseos más primitivos esa noche. Iba a demostrarle que no era el salvaje que ella imaginaba. Estuvo un largo tiempo en silencio buscando entre sus pensamientos algún indicio de cómo comenzar a conversar. Pronto recordó los hechos ocurridos en Bilahl. Pareció sorprenderla con su lado más humano, preoc