MAGICOS ENIGMAS
La coherencia de Tabar comenzó a flaquear ni bien entró a los aposentos de su esposa. Sus ojos no podían separarse del hermoso cuerpo de Zarah ni por un segundo. Un magnetismo inexplicable lo había arrastrado a recorrer con sus dedos en una caricia la piel desnuda de la espalda de su mujer. Su lengua había actuado por propia voluntad al obligarlo a confesar lo mucho que su belleza lo deleitaba. Pero sus pies volvieron a tocar la tierra cuando vio esa expresión de resignación en los ojos de la mujer. Zarah no esperaba nada de él más que un deseo bestial. Parecía convencida de que el único propósito de su visita era forzarla a tener sexo con él. Decidió entonces esforzarse por contener sus deseos más primitivos esa noche. Iba a demostrarle que no era el salvaje que ella imaginaba.

Estuvo un largo tiempo en silencio buscando entre sus pensamientos algún indicio de cómo comenzar a conversar. Pronto recordó los hechos ocurridos en Bilahl. Pareció sorprenderla con su lado más humano, preoc
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