Inicio / Romance / La hechicera prometida / LA SEÑORA DE LOS DRAGONES
LA SEÑORA DE LOS DRAGONES

El vestido blanco de Zarah se ceñía a su cuerpo sin dejar espacio a la imaginación. Tabar la recorrió con la mirada. Los detalles dorados del escote resaltaban sus senos. Notó que había subido de peso, dando lugar a unas curvas voluptuosas que contrastaban con su fina cintura y su cuello largo. Lucia mas sana y fuerte. Incluso su rostro parecía tener más vida ahora. El pelo castaño brillaba en la luz débil del sol de invierno. Parecía una persona completamente diferente.

Zarah bajó los escalones lentamente hasta posarse frente a él y tomando las puntas de su falda se inclinó haciendo una perfecta reverencia.

—Gloria eterna al Rey de los Dragones, que ha derrotado al enemigo y ha traído consigo la paz y la prosperidad a estas tierras. Ojalá los Antiguos le den la gracia de una larga y saludable vida ahora que ha regresado, mi Señor.

La mujer se enderezó esperando una respuesta pero Tabar seguía pasmado por la sorpresa. Escuchó los murmullos de sus guerreros comentando descaradamente sobre la sensual figura de su esposa y sintió una inexplicable ira.

"Mujer insolente. Vestirse asi frente a un grupo de guerreros que no han tocado una mujer en meses. Un camison era menos revelador ¿Quiere provocar la lujuria de mis hombres? ¿Es una venganza? ¿Un reto? No me sorprende que una mujer tonta como ella sea astuta para usar su belleza a su favor. Nada mas puede salir de esa cabeza hueca ¿Habrá estado asi todo el año? ¿Seduciendo a mis sirvientes para ganar su favor?"

Ese último pensamiento le hizo hervir la sangre. Se aclaró la garganta para silenciar a los guerreros. Agarró con brusquedad la mano de Zarah y besó el dorso con apatía. El aroma a jazmines salvajes y miel lo tomó desprevenido haciendolo estremecer. Él tampoco habia tocado a una mujer en aquellos meses de guerra. A pesar de que su matrimonio era arreglado, respetaba su juramento sagrado de fidelidad ante sus ancestros.

Mas no se trataba solo del deseo reprimido. Aquel era el mismo aroma que recordaba de aquella noche nupcial. Ese aroma que había deseado volver a sentir entre sus brazos. Ese deseo que lo mantuvo vivo infinitas noches durante la guerra.

—Mi señora, agradezco tan cálida bienvenida. Me alegra saber que todo esta en orden.

Zarah desplegó una sonrisa aunque sus ojos se mantuvieron gélidos.

—Es mía la alegría, mi señor. Pues que usted vuelva sano es un alivio no solo para mi espíritu sino para todo su pueblo que lo esperaba ansioso. —Tabar notó como cada palabra que salio melodiosamente de los labios carnosos de su esposa lo hizo sin ninguna emoción. Soltando su agarre casi con desprecio Zarah se adelantó y se dirigió a sus hombres— Es un honor para mí que tan valientes guerreros defiendan las tierras del Reino de los Dragones. Por eso su esfuerzo será recompensado con un banquete en el Salón de los Antiguos esta noche. He preparado los baños para que descansen y se unan al festejo mas tarde. Una vez más, gracias por su coraje en la batalla.

Los guerreros vitorearon las palabras de Zarah y comenzaron a dispersarse. Tabar se sentía confundido ¿Era esa la mujer tonta y enfermiza que le habían entregado en matrimonio un año atrás? La desconfianza comenzó a recorrer sus venas a medida que las dudas crecían en su corazón. La lástima lo había doblegado al verla indefensa en aquel primer encuentro. Por eso fue que aceptó el matrimonio a pesar de sus desventajas. Una Zabidih era una Zabidih aunque no fuera Miriam. Además de que la belleza de Zarah era más que suficiente para complacerlo. Pero qué tanto sabía de esa mujer realmente. Nunca se lo había cuestionado ¿Acaso el Rey Mizmedh lo había engañado? ¿Era esa una trampa para infiltrar a su hija en su fortaleza? O incluso peor ¿Era Zarah de verdad la hija del Rey?¿Cómo nunca había escuchado de su existencia hasta su visita al Reino del Sol Naciente?

No pudo evitar sentir una inmediata repulsión hacia su esposa.

"¿Quién es esta mujer? Tonta y débil mis pelotas. Lo único que me falta es que me haya dejado seducir por una zorra cualquiera que hayan puesto en mi camino para engañarme."

Clavo sus ojos negros en Zarah esperando una respuesta. Ella lo ignoró con gracia. Después de su elegante reverencia no volvió a dirigirse a él, ni siquiera lo miró. Una vez que los guerreros se habían retirado Zarah le dio la espalda y Tabar la vio perderse en el castillo mientras un sabor amargo le recorría la garganta ¿Quién era esa mujer que él sin pensar había convertido en Señora de los Dragones?

Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP