Tabar entró al Salón de los Antiguos admirando cada detalle. Ese lugar nunca fallaba en fascinarlo. Todo el recinto estaba cubierto de imágenes que relataban antiguas batallas talladas en el mármol blanco que revestia las paredes. Los candelabros de oro iluminaban la habitación. Una alfombra con la figura de Vahid tejida en hilos plateados atravesaba todo el salón donde los invitados ya bebían y comían festejando el por fin regresar a su hogar. Los siervos iban y venían charlando con los guerreros que hace tiempo no veían. En la mesa principal, donde se sentaban los Señores y los mejores caballeros, estaba colocada una fina vajilla que llevaba la cabeza de Vahid labrada en los extremos. Le molestó notar que los tronos del Señor y la Señora estaban enfrentados en lugar de uno al lado del otro pero intentó restarle importancia. "No la quiero pegada a mí como una sanguijuela todo el banquete. Solamente la necesito esta noche en mi cama para librarme de esta abstinencia insoportable"
Zarah observó el Salón de los Antiguos con fascinación. Era tan hermoso que le daban ganas de llorar. Por un momento se sintió tonta al ser la única descalza pero trató de no darle importancia. No era un gesto para los mortales sino para los Antiguos. Las leyendas decían que los espíritus de los Dragones habitaban en su forma etérea la tierra durante siglos hasta alcanzar la paz. Si Vahid seguía allí lo quería de su lado. Todo parecía ir como lo había planeado y eso la hizo relajarse un momento, pero pronto se vio sorprendida por la actitud amable de Tabar. Intentó que su rostro no la delatara. No debía flaquear ante el Señor de los Dragones, ni siquiera cuando la miraba de esa manera tan seductora que encendía en su vientre un fuego difícil de ignorar. Se dejó guiar sintiendo que su mano empezaba a transpirar por la ansiedad que le generaba el tacto de Tabar. Nunca sabía si su próximo gesto sería bondadoso o cruel por eso no se permitía bajar la guardia. Se sentó en el trono esfo
Tabar se hartó de esperar. No tardó mucho en darse cuenta de que Zarah estaba ignorandolo deliberadamente. No lograba oír de que hablaba con Said y Parvaiz. Le molestaba verla reír con sus hombres mientras que a él no hacia más que mirarlo con desprecio. Vació otra copa de un solo trago, conteniendo la ira antes de hablar casi a los gritos. —Mi Señora, veo que se está divirtiendo. Notó la incomodidad en el rostro de su esposa pero no se inmutó. El silencio que había causado al alzar de más la voz volvió el ambiente denso. Clavó su mirada en los ojos verdes de Zarah esperando una respuesta. —Si, mi Señor. Espero que usted también esté disfrutando el banquete. No había ninguna emoción en esas palabras. La rabia de Tabar aumentaba a cada segundo. —No tanto como usted parece estar disfrutando la conversación con mis caballeros. Vio palidecer a Parvaiz y aunque Said no cambió su semblante sonriente su mirada se ensombrecio. —Nuestra Señora no hace más que contarnos de las
—¿Qué m****a quieres, Jabari? Tabar no había aguantado estar mucho más en el banquete. Poco después de la partida de Zarah él también se había retirado. Cuando se dirigia hacia sus aposentos la cobardía lo consumió y terminó por encerrarse en su oficina. Perdió la noción del tiempo. No sabía por cuanto estuvo haciendo girar el vaso de ron entre sus dedos cuando su guerrero entró en la oficina sin siquiera tocar la puerta. —¿Estas tomando coraje para obligar a tu esposa a tener sexo contigo? Una mueca de horror invadió el rostro de Tabar. —¿Me consideras esa clase de hombre? —Es lo que insinuante ahí afuera, frente a todos tus guerreros. Es contradictorio, mi Señor, considerando lo mucho que insistes en decirles que nunca ultrajen a una dama aunque sea de tierra enemiga. Le has cortado la lengua a buenos caballeros por decir palabras más sutiles que las que pronunciaste en ese banquete. La expresion de su Señor pasó del horror al asco y del asco al arrepentimiento en tan sólo seg
Zarah entró en sus aposentos consumida por la ira que las palabras de Tabar le habían generado. Mas una vez que cruzó el umbral su cuerpo se deshizo en lágrimas y frustración. Cayó de rodillas al suelo cuando Deka cerró la puerta detrás de ella. Las sirvientas cruzaron miradas preocupadas pero no dijeron ni una palabra. Aunque quisieran no podían oponerse a los deseos del Señor de los Dragones. Deka se movió con sigilo en busca de los atuendos de noche para su Señora mientras Munira la ayudaba a levantarse del suelo, acompañándola delicadamente hasta el tocador. La mayor de las sirvientas comenzó a sacar una a una las numerosas joyas que decoraban su elaborado peinado. Al ver la Tiara de los Amantes Zarah suspiró decepcionada. "¿Por qué me abandonaste esta noche Vahid? ¿No te he sido devota a pesar de ser una extraña en estas tierras? Cuide de este Reino y su gente ¿No merezco tu ayuda?" Un viento frío entró por la ventana entreabierta en forma de respuesta pero Zarah aún era i
Tabar se preguntó si había llegado al paraíso prometido por los Antiguos cuando sintió a Zarah gemir sobre sus labios. Ninguno de sus sueños le hacía justicia al embriagador placer que experimentó al sentir el cuerpo de su mujer de nuevo entre sus brazos. Deseaba morder cada parte de su dulce piel, marcarla como suya. Sus instintos lo dominaron y sin pensar comenzó a desvestirla. Estaba desesperado por llevarla a la cama. Había tantas cosas que deseaba hacerle, tantos lugares por donde deseaba pasar sus labios. Pero sus ensoñaciones fueron interrumpidas por el brusco empujón de Zarah. Un dolor punzante le atravesó el pecho. Tabar creyó por un segundo que a pesar de todo Zarah lo deseaba tanto como él la deseaba a ella. Cuando levantó la mirada buscando los ojos verdes de su esposa notó el pánico reflejado en sus pupilas. Una mezcla de angustia y malestar lo invadieron. "El desprecio que me tienes es más fuerte que cualquier otra cosa ¿verdad princesa? No importa lo que yo haga" U
—¿Esta es la bestia que crees que soy? ¡Vamos, contéstame! —No, mi Señor— “Es la bestia que sé que eres” dijo sólo para ella “Como si no tuviera suficientes muestras de tu bestialidad Tabar Mukhtar” Se preparó para lo peor pero la reacción de su esposo logró confundirla ¿De verdad iba a dejarla dormir pacíficamente? ¿O estaba esperando que baje la guardia? Trató de no darle demasiada entidad a sus preocupaciones. Si le daba tanta libertad a su mente terminaría por imaginar los escenarios más terribles. Cerró con fuerza sus párpados deseando quedar rendida por el cansancio que había acumulado en el cuerpo después de tantas horas de tensión. Mas el frío atroz que se filtraba por las ventanas entreabiertas la mantuvo en vela. A causa de su salud débil, su padre la obligó desde pequeña a dormir abrigada en exceso para no enfermar por la noche con otra de sus terribles fiebres. Incluso Deka y Munira se aseguraban siempre de que tuviera frazadas gruesas asi como pieles en sus aposentos par
El sol comenzó a filtrarse por los ventanales de la habitación pegando en el rostro dormido de Tabar. Pestañeó confundido intentando recordar dónde estaba. Era la primera vez en mucho tiempo que lograba dormir más de un par de horas de corrido. Incluso con Jabari cuidándolo por las noches, las imágenes de los cuerpos descuartizados en el campo de batalla aparecían cada vez que intentaba cerrar los ojos. Pasaría bastante antes de que pudiera olvidar toda la sangre que vio correr en esas tierras. Parecía que al fin el cansancio acumulado de meses cayó sobre su cuerpo obligandolo a dormir profundamente. No le pareció extraño encontrar el cuarto vacío. Se imaginó que Zarah escaparía apenas amaneciera. Aunque no por eso le causaba menos molestia. Se refregó los párpados intentando despabilarse. Cuando miró por la ventana notó que el sol se encontraba alto en el cielo. Era pasado el mediodía. Se vistió rápidamente dirigiéndose al cuarto alejado de Zarah pero se cruzó con Deka en el camino,