El juicio de Vicente comenzó unos días antes del bautizo de Claudio, Anna en su condición de madre que amamantaba se le permitió prestar declaración por video conferencia, algo que agradeció porque lo menos que deseaba era tener que volver a verlo cara a cara. En cambio, Marcos si tuvo que ir a la corte a presentar su testimonio algo que disfrutó enormemente fue ver a ese hombre con su mono naranja, se veía totalmente devastado porque sabía que sus posibilidades de salir indemne del juicio eran casi nulas.El bautizo de Claudio fue un acontecimiento íntimo al que solo asistió la familia y los amigos más cercanos. Ese día ocurrió algo que le llamó mucho la atención y la entristeció a partes iguales.―Claudio no quiso el pecho, Marcos, aunque se tomó la leche con el biberón.―Quizás se deba a que estamos usando los dos métodos y el biberón le sea más fácil.―Yo quería darle pecho al menos seis meses ―dijo Anna al borde del llanto.―Continua sacando la leche y se la das en biberón, lo im
Durante los meses siguientes Anna se dedicó a cuidarse y prepararse para el nacimiento de su hija, tuvo un seguimiento riguroso de embarazo y acompañó a Marcos a terapia. Le dolía verlo tan preocupado y nervioso y para ella nada importaba más que su salud y la de su esposo. Cuando el juicio de Vicente terminó y fue declarado culpable de todos los cargos solo significó para ellos el fin de una amenaza latente. El abogado de Marcos los llamó para informarles que el exnovio de Anna fue sentenciado a un total de ciento veinte años de cárcel si se sumaban todas las condenas por lo que no era elegible para la libertad condicional. ―Se acabo, Anna, ya podemos olvidarnos de Vicente, nunca más tendrá la oportunidad de acercarse a ti. Anna lo abrazó y apoyó su cabeza en su pecho. ―Me alegra que terminara y no siento ningún tipo de compasión por él, todo lo que le pasa se lo buscó. Unos días después, Patricia anunció que le había pedido el divorcio a su ausente esposo tras descubrir que tení
Derechos de autor registrado en Safe Creative: © Registro individual 2310165602567 "La falsa madre de la hija del CEO"Marcos Di Leone se sentía satisfecho con su vida. Era el heredero de una de las cadenas hoteleras más prestigiosas del mundo, tenía dinero, poder y mujeres a su disposición. No le faltaba nada, o eso creía él. Su padre, Dante Di Leone, tenía una opinión diferente.―Marcos, figlio[1] mío, ¿cuándo vas a sentar cabeza? ―le preguntó Dante a su hijo mayor con seriedadEstaban reunidos en el lujoso restaurante de la ciudad de Nueva York donde solían comer todos los viernes para hablar de negocios. A pesar de que Dante estaba oficialmente retirado aún estaba al tanto de lo que sucedía en el negocio y le gustaba dar su opinión al respecto.«Aquí vamos de nuevo y ni siquiera ha llegado la entrada, ¿no pudo al menos esperar que llegáramos al postre? Me muero de hambre» pensó Marcos con fastidio, pero mantuvo su rostro imperturbable.―¿Volvemos a lo mismo, papá? Pensé que discut
Marcos se quedó sin habla. No podía creer lo que acababa de escuchar. ¿Su padre? ¿De dónde había salido esa niña? ¿Qué broma era esa?La sorpresa de Dante fue menor, había observado con detenimiento a la pequeña, se parecía a su Sandra, pero también a Dante. Nadie podría negar el parecido y conociendo la promiscua vida de su hijo se preguntó más bien cómo era que eso nunca había pasado con anterioridad.Miró de nuevo a la niña con atención y luego a su hijo. Tenían los mismos ojos verdes que caracterizaban a los Di Leone, el mismo cabello negro y lacio que había heredado Marcos de su madre italiana, pero la piel de la niña era un poco más bronceada que la de Dante, era preciosa.En ese momento pusieron las entradas que habían pedido y los ojos de la niña se desviaron al plato, era evidente que tenía hambre.―¿Quieres sentarte con nosotros a comer, Marianna? ―pregunto Dante, no resistía verla con hambre.―Sí, por favor, si no es mucha molestia.Marco lo fulminó con la mirada, si esa ni
Marcos había subido con Anna en la ambulancia para el traslado al hospital, necesitaba que se salvara, que estuviera bien para que se ocupara de su hija porque en el caso de que fuera suya, él no sabía qué hacer con una niña.―Abuelo, yo quiero ir con mi mamá ―pidió Marianna llorando.―Deja que vaya Marcos, él será de más ayuda en este momento, Miguel nos llevará ―dijo Dante con voz calmada refiriéndose al chofer. ―Vamos, sube rápido al coche para que podamos seguir a la ambulancia.En la ambulancia, Marcos observó en silencio como los paramédicos ponían una mascarilla de oxígenos sobre Anna y le tomaban una vía en el brazo donde le inyectaron un medicamento.Un rato después vio a Anna abrir sus ojos, una de sus manos quitó la mascarilla de su rostro.―No, no, no, otra vez no, no tengo como pagar esto ―exclamó Anna alarmada.―Anna no podemos dejarte morir... ―dijo uno de los paramédicos.―Yo pagaré la cuenta ―informó Marcos mirándola con detenimiento.Sorprendida, Anna miró al hombre
―Anna está despierta, le suministramos las dosis de los medicamentos que requiere y pasará la noche en observación ―dijo el cardiólogo a Marcos y a Dante,Después de las presentaciones de rigor, Rosi y Marianna entraron a ver a Anna dejando a los hombres con el médico para que les explicara lo que ya ellas sabían.―¿Cuál es su diagnóstico y su pronóstico de vida? ―preguntó Marcos.― Anna tiene miocardiopatía hipertrófica, una condición en la que el músculo del corazón se vuelve anormalmente grueso.Marcos asintió, tomando nota mental de cada palabra.—Es esencial que Anna lleve un estilo de vida saludable. Esto significa mantenerse activa, pero sin ejercicios extenuantes, y evitar el estrés innecesario. Los medicamentos que debe tomar todos los días la ayudan a controlar los síntomas y a reducir el riesgo de complicaciones, pero el problema es que no los toma con regularidad y de allí vienen sus crisis.—A partir de ahora los tomará, doctor —le aseguró Marcos.Aunque le prometieron lo
Estaba jodido, literalmente jodido, pensó Marcos con rabia al mirar la prueba de paternidad que tenía entre sus manos. Se sentía atrapado, Marianna era su hija, y ahora debía dar el paso más difícil: proponerle matrimonio a una mujer que apenas conocía.Si no lo hacía, su padre lo desheredaría y perdería todo lo que había construido con esfuerzo, y eso no podía permitírselo. Con paso pesado, recorrió los pasillos del hospital hasta llegar a la habitación de Anna. Tocó la puerta y esperó, el corazón latiéndole con fuerza en el pecho.―Adelante ―escuchó la voz de Anna.Al entrar, vio a Anna vestida para abandonar el hospital, a su lado, una bolsa de medicinas que él había pagado el día anterior.Había pasado parte de la noche en vela y había recordado a una Anna, que era recepcionista de uno de sus hoteles, con la que había pasado una noche apasionada hacía muchos años, ¿en cuál ciudad? ¿Miami? ¿Atlanta? No lograba un recuerdo claro. Quizás no se tratara de la misma Anna.La observó con
Marcos asintió con seriedad, aunque por dentro se sentía aliviado de que Anna hubiese aceptado su propuesta. No había querido recurrir al chantaje, pero la negativa de Anna no le dejó otra opción, le había enumerado las ventajas que su boda traería en la vida de Marianna y en la de sí misma, esperando que ella aceptara, más Anna era un hueso duro de roer.―Quiero dejar claro que si he aceptado este matrimonio es por tu amenaza, con eso lo que has logrado es que aborrezca aún más la idea de casarme contigo ―señaló Anna mirándolo con rabia.―No me has dejado más opción que recurrir al chantaje, Marianna será una hija legítima cueste lo que cueste, porque en mi mundo eso si es importante y como mi hija ella tendrá acceso a la alta sociedad.«Y no sabes lo que me preocupa que Marianna esté en tu mundo, fotografiada por los paparazis y que nuestra historia llegue a la prensa porque es probable que algún día, alguien de nuestro pasado la reconozca y te diga que no es mi hija» pensó Anna con