Anna escuchó la voz de mujer y por sus palabras entendió que era la madre de Marcos y que estaba molesta por enterarse de la existencia de Marianna tantos años después, preocupada se levantó del sillón y caminó hacia su hija. Un poco nerviosa por las palabras de su abuela, Marianna se abrazó a su cintura poco antes de que la señora entrara en el salón de la suite.Pía Di Leone se había enterado media hora atrás de la existencia de Marianna, a pesar de tener la seguridad de que la niña era su nieta Dante no había querido contarle nada a su esposa, porque Pía era una fuerza de la naturaleza: arrasaba todo a su paso, aunque en el buen sentido de la palabra. Era una mujer dispuesta a ayudar en todo a su familia, quisieras la ayuda o no.Y a defenderla a cualquier precio.Cuando la mujer entró al salón y se encontró a su nieta abrazada a su madre, sus ojos desafiantes y dispuesta a defenderla de aquella invasión sintió su corazón llenarse del más puro amor.―¡Vergine delle Grazie[1]! Si es
―Dante me contó de tu enfermedad, Anna, y que debías tener muchos cuidados, por lo que tú y Marianna se irán a vivir con nosotros hasta que te cases con mi hijo ―ordenó Pía.Anna miró a Marcos esperando que él refutara a su madre, más él se limitó a encogerse de hombros.―Son tres, mamma, su prima Rosa va en el paquete, si te las llevas a ella también deberás acoger a la minions .―No somos un paquete, Marcos, si te molestamos nos podemos ir a casa ―reclamó Anna aunque cualquier excusa le parecía válida para marcharse ―. Y no llames a Rosa, minions. ―No me molestan para nada, deja de gruñirme Anna, solo le explicaba a mamma que si las quieres a ustedes, también deberá acoger a Rosa, Marianna me dejó muy claro que no dejaría a su tía sola. Y la llamo minions porque es pequeña, gruñona y amarilla, aunque pensándolo bien tú también encajas en esa descripción.Anna le lanzó puñales con los ojos y Marco sonrió dentro de sí, Anna era tan fácil de molestar.―Entonces, Rosa se irá con nosotr
Marcos miró a las tres mujeres que viajaban con él en el coche, habían pasado el viaje calladas y de mal talante. Su hija iba recostada a su madre, mirando a un punto fijo, parecía determinada a ignorarlo, se preguntó que estaría pasando por esa cabecita. Por su parte Anna, miraba hacia cualquier sitio que no fuera él. Y la minions tenía cara de querer estar en cualquier parte menos allí.―Estamos llegando a la casa de mis padresEl silencio fue la única respuesta que recibió.«Debí imaginar que vivirían en Tribeca[1]» pensó Anna, más no hizo ningún comentario, si creía que el hotel era lujoso eso era otro mundo.Un hombre vestido con traje y guantes blanco les abrió la puerta.―Bienvenidas a casa, señoritas ―saludó con una leve inclinación de cabeza.Subieron las escaleras y en la puerta los estaban esperando Dante y Pía. Después de los saludos, la dueña de la casa subió con ellas por el ascensor hasta el segundo piso donde se alojarían. Anna se sentía una pueblerina mirando hacia to
Anna retiró su mano de la de Carlos con rapidez, sus ojos viajaron hacía Marcos y la furia que vio en su mirada la sorprendió, volvió a mirar a Carlos para ver su reacción y este seguía con su sonrisa despreocupada. Con fastidio, pensó que era una tonta rivalidad entre primos y que ella le tocó estar en el medio del conflicto.―¡Marcos! ¿Qué te pasa? Tu primo solo me estaba saludando ―le aclaró en tono molesto.―No te metas en esto, Anna, esto es entre Carlos y yo ―ordenó Marcos de mala manera, mientras se acercaba peligrosamente a su primo.Anna estaba a punto de meterse entre los hombres para evitar una pelea cuando una voz conocida la dejó helada.―¿Problemas en el paraíso? ―preguntó Casandra enlazando su brazo al de Carlos. La modelo miró de arriba abajo a Anna, cuando sus ojos se encontraron la modelo esbozó una sonrisa de desprecio.Marcos miró a Casandra sorprendido de verla en casa de sus padres, un momento después, sus ojos se estrecharon con furia al darse cuenta de que era
Marcos dio un paso atrás, sus ojos mostrando incredulidad ante las palabras de su antigua amante. No podía ser verdad, no en ese momento tan crucial, cuando su padre le había exigido que se casara con Anna por el bien de su hija.―No, Casandra, no puedo creerte. Recuerdo claramente que estuviste seis semanas en Europa. Si estás embarazada, estoy seguro de que no puede ser mío ―declaró con convicción.Casandra lo miró con ojos que reflejaban una mezcla de rabia y determinación.―Tengo diez semanas de embarazo. No me di cuenta hasta después de nuestra última conversación. Como modelo, mi peso a veces afecta mi ciclo, así que la ausencia de menstruación no me sorprendió.Marcos sintió cómo la realidad se tambaleaba a su alrededor. Si lo que decía Casandra era cierto, su vida se complicaría mucho más. Siempre habían tomado precauciones, siempre se habían cuidado.―Casandra, siempre... siempre hemos tenido precauciones. No es posible que estés embarazada.―Pues lo estoy, Marcos. Los método
Las palabras pronunciadas por Marcos fueron acompañadas por un lento recorrido por su cuerpo enfundado en el sexy vestido rojo. Anna dio un paso hacia atrás, su respiración se volvió agitada, y su piel pareció cobrar vida ante la invisible caricia de sus ojos.Por primera vez desde que lo conoció Anna sintió una especie de atracción o química sexual entre ellos. Los ojos de Marcos se demoraron aún más en el atrevido escote que adornaba su pecho.El ver a Anna enfundada en ese revelador vestido rojo y tomada de la mano de Carlos lo volvió loco, su instinto de posesión se despertó y solo quería golpear a su primo por querer tocarla.Poco le importó el falso interés de Casandra en su primo, durante la cena, cuando ella no lo miraba, sus ojos se desviaban continuamente hacia su prometida. Su padre lo pillo mirándola y sonrió, algo que le había molestado mucho. Marcos se acercó a ella, la mente de Anna gritaba «huye», pero sus piernas se negaron a moverse. La espiral de deseo creció a med
Anna iba llegando a su casa, había estado en el hotel Di Leone, donde Marcos alojó a su tía y a su prima, cuando su teléfono repicó con un numero desconocido. Dudó en contestar, pero al final decidió hacerlo.―Hola, ¿quién habla? ―preguntó con cautela, una de las recomendaciones que le dio el jefe de seguridad de la familia era no contestar números desconocidos, sin embargo, no le hizo caso, de seguro era de su banco o del seguro.―Hola, Anna, soy Carlos ―le respondió el primo de Marcos.―Carlos. ¿Qué quieres? ¿Quién te dio este número? ―preguntó con frialdad.―Hola, Anna. Perdona que te moleste, pero quería hablar contigo. El número me lo dio mi madre, le dije que me quería disculpar por haber llevado a Casandra a la cena de tu compromiso.―¿De qué quieres hablar? ¿De cómo arruinaste mi cena de compromiso con tu primo? ¿De cómo me hiciste sentir como una tonta?―Anna, por favor, escúchame. Yo no sabía nada del embarazo. Solo quería molestar a Marcos y Casandra me dijo que quería con
Anna palideció al escuchar las palabras del oficial de policía. ¿Cómo era posible que la acusaran de intentar matar a Casandra? La confusión y el miedo se entrelazaron en su mente mientras sus ojos se movían de un oficial a otro, todos con semblantes severos y llenos de desconfianza. «En realidad creen que soy culpable» pensó con desesperación. Cerró los ojos un momento tratando de mantener la compostura porque sentía que el mundo entero se derrumbaba a su alrededor.Sin poder evitar su instinto de escapar, Anna dio un paso atrás.―No, no es cierto, yo no he hecho nada ―negó con énfasis a pesar de saber que proclamar su inocencia era un ejercicio inútil. Su voz temblorosa denotaba su angustia y desconcierto.―Deben estar confundidos, mi prometida no pudo haber intentado matar a Casandra ―intervino Marcos, su tono cargado de indignación.El primer policía mantuvo su compostura y extrajo una orden de aprehensión.―Búsquele un abogado, tenemos una orden de aprehensión emanada por un juez