Marcos miró a las tres mujeres que viajaban con él en el coche, habían pasado el viaje calladas y de mal talante. Su hija iba recostada a su madre, mirando a un punto fijo, parecía determinada a ignorarlo, se preguntó que estaría pasando por esa cabecita. Por su parte Anna, miraba hacia cualquier sitio que no fuera él. Y la minions tenía cara de querer estar en cualquier parte menos allí.―Estamos llegando a la casa de mis padresEl silencio fue la única respuesta que recibió.«Debí imaginar que vivirían en Tribeca[1]» pensó Anna, más no hizo ningún comentario, si creía que el hotel era lujoso eso era otro mundo.Un hombre vestido con traje y guantes blanco les abrió la puerta.―Bienvenidas a casa, señoritas ―saludó con una leve inclinación de cabeza.Subieron las escaleras y en la puerta los estaban esperando Dante y Pía. Después de los saludos, la dueña de la casa subió con ellas por el ascensor hasta el segundo piso donde se alojarían. Anna se sentía una pueblerina mirando hacia to
Anna retiró su mano de la de Carlos con rapidez, sus ojos viajaron hacía Marcos y la furia que vio en su mirada la sorprendió, volvió a mirar a Carlos para ver su reacción y este seguía con su sonrisa despreocupada. Con fastidio, pensó que era una tonta rivalidad entre primos y que ella le tocó estar en el medio del conflicto.―¡Marcos! ¿Qué te pasa? Tu primo solo me estaba saludando ―le aclaró en tono molesto.―No te metas en esto, Anna, esto es entre Carlos y yo ―ordenó Marcos de mala manera, mientras se acercaba peligrosamente a su primo.Anna estaba a punto de meterse entre los hombres para evitar una pelea cuando una voz conocida la dejó helada.―¿Problemas en el paraíso? ―preguntó Casandra enlazando su brazo al de Carlos. La modelo miró de arriba abajo a Anna, cuando sus ojos se encontraron la modelo esbozó una sonrisa de desprecio.Marcos miró a Casandra sorprendido de verla en casa de sus padres, un momento después, sus ojos se estrecharon con furia al darse cuenta de que era
Marcos dio un paso atrás, sus ojos mostrando incredulidad ante las palabras de su antigua amante. No podía ser verdad, no en ese momento tan crucial, cuando su padre le había exigido que se casara con Anna por el bien de su hija.―No, Casandra, no puedo creerte. Recuerdo claramente que estuviste seis semanas en Europa. Si estás embarazada, estoy seguro de que no puede ser mío ―declaró con convicción.Casandra lo miró con ojos que reflejaban una mezcla de rabia y determinación.―Tengo diez semanas de embarazo. No me di cuenta hasta después de nuestra última conversación. Como modelo, mi peso a veces afecta mi ciclo, así que la ausencia de menstruación no me sorprendió.Marcos sintió cómo la realidad se tambaleaba a su alrededor. Si lo que decía Casandra era cierto, su vida se complicaría mucho más. Siempre habían tomado precauciones, siempre se habían cuidado.―Casandra, siempre... siempre hemos tenido precauciones. No es posible que estés embarazada.―Pues lo estoy, Marcos. Los método
Las palabras pronunciadas por Marcos fueron acompañadas por un lento recorrido por su cuerpo enfundado en el sexy vestido rojo. Anna dio un paso hacia atrás, su respiración se volvió agitada, y su piel pareció cobrar vida ante la invisible caricia de sus ojos.Por primera vez desde que lo conoció Anna sintió una especie de atracción o química sexual entre ellos. Los ojos de Marcos se demoraron aún más en el atrevido escote que adornaba su pecho.El ver a Anna enfundada en ese revelador vestido rojo y tomada de la mano de Carlos lo volvió loco, su instinto de posesión se despertó y solo quería golpear a su primo por querer tocarla.Poco le importó el falso interés de Casandra en su primo, durante la cena, cuando ella no lo miraba, sus ojos se desviaban continuamente hacia su prometida. Su padre lo pillo mirándola y sonrió, algo que le había molestado mucho. Marcos se acercó a ella, la mente de Anna gritaba «huye», pero sus piernas se negaron a moverse. La espiral de deseo creció a med
Anna iba llegando a su casa, había estado en el hotel Di Leone, donde Marcos alojó a su tía y a su prima, cuando su teléfono repicó con un numero desconocido. Dudó en contestar, pero al final decidió hacerlo.―Hola, ¿quién habla? ―preguntó con cautela, una de las recomendaciones que le dio el jefe de seguridad de la familia era no contestar números desconocidos, sin embargo, no le hizo caso, de seguro era de su banco o del seguro.―Hola, Anna, soy Carlos ―le respondió el primo de Marcos.―Carlos. ¿Qué quieres? ¿Quién te dio este número? ―preguntó con frialdad.―Hola, Anna. Perdona que te moleste, pero quería hablar contigo. El número me lo dio mi madre, le dije que me quería disculpar por haber llevado a Casandra a la cena de tu compromiso.―¿De qué quieres hablar? ¿De cómo arruinaste mi cena de compromiso con tu primo? ¿De cómo me hiciste sentir como una tonta?―Anna, por favor, escúchame. Yo no sabía nada del embarazo. Solo quería molestar a Marcos y Casandra me dijo que quería con
Anna palideció al escuchar las palabras del oficial de policía. ¿Cómo era posible que la acusaran de intentar matar a Casandra? La confusión y el miedo se entrelazaron en su mente mientras sus ojos se movían de un oficial a otro, todos con semblantes severos y llenos de desconfianza. «En realidad creen que soy culpable» pensó con desesperación. Cerró los ojos un momento tratando de mantener la compostura porque sentía que el mundo entero se derrumbaba a su alrededor.Sin poder evitar su instinto de escapar, Anna dio un paso atrás.―No, no es cierto, yo no he hecho nada ―negó con énfasis a pesar de saber que proclamar su inocencia era un ejercicio inútil. Su voz temblorosa denotaba su angustia y desconcierto.―Deben estar confundidos, mi prometida no pudo haber intentado matar a Casandra ―intervino Marcos, su tono cargado de indignación.El primer policía mantuvo su compostura y extrajo una orden de aprehensión.―Búsquele un abogado, tenemos una orden de aprehensión emanada por un juez
Anna miró por la ventanilla del coche patrulla y vio cómo se alejaban de la casa donde sintió tranquilidad después de mucho tiempo viviendo con miedo. Vio cómo Marcos trataba de seguirla con la mirada, cómo Marianna lloraba desconsolada en los brazos de Rosi, cómo Dante intentaba calmarlos a todos.Sintió un nudo en la garganta y unas lágrimas ardientes en los ojos. Quería gritarles que era inocente, que la ayudaran y no la fueran a dejar sola. Los necesitaba para poder salir con bien de esa situación y volver pronto con ellos.Pensó que estaba viviendo una pesadilla, solo que esta era verdadera porque el dolor en sus brazos esposados sobre su espalda, no le permitían abstraerse de la realidad. Aún su mente no podía procesar lo que sucedía. ¿Cómo era posible que la acusaran de intentar matar a Casandra? Ella no tenía nada que ver con eso. Ella solo había ido a verla porque Carlos la convenció de que estaba enferma y arrepentida de su comportamiento y de que disculparse con ella la ayu
Marcos salió de la comisaría con Anna en brazos, a medida que avanzaban por las oficinas las personas los miraban con curiosidad, y algunas con una sonrisa. Estaba tan aliviado de haber podido probar la inocencia de Anna que su rabia hacía ella había desaparecido.Había estado furioso cuando se enteró de que había ido a encontrarse con Casandra, que había desobedecido una orden tácita de no relacionarse con esa mujer. Pensó que estaba en ese lío por haberse rebelado a sus órdenes. Sin embargo, se dio cuenta de que había sido por ingenua y por tener un corazón generoso, demasiado, si le preguntaban su opinión. ¿Qué otra mujer hubiese adquirido el compromiso de cuidar como suyo al hijo de la examante de su prometido? Nadie, solo Anna.Se preguntó cómo habían llegado a ese punto, cómo la vida los había llevado por un camino tan inesperado y tumultuoso. Anna había sido acusada de un crimen que no cometió. Y él, de alguna manera, se sentía responsable. Había subestimado la astucia de Casan