Marcos salió de la comisaría con Anna en brazos, a medida que avanzaban por las oficinas las personas los miraban con curiosidad, y algunas con una sonrisa. Estaba tan aliviado de haber podido probar la inocencia de Anna que su rabia hacía ella había desaparecido.Había estado furioso cuando se enteró de que había ido a encontrarse con Casandra, que había desobedecido una orden tácita de no relacionarse con esa mujer. Pensó que estaba en ese lío por haberse rebelado a sus órdenes. Sin embargo, se dio cuenta de que había sido por ingenua y por tener un corazón generoso, demasiado, si le preguntaban su opinión. ¿Qué otra mujer hubiese adquirido el compromiso de cuidar como suyo al hijo de la examante de su prometido? Nadie, solo Anna.Se preguntó cómo habían llegado a ese punto, cómo la vida los había llevado por un camino tan inesperado y tumultuoso. Anna había sido acusada de un crimen que no cometió. Y él, de alguna manera, se sentía responsable. Había subestimado la astucia de Casan
La catedral de San Patricio estaba adornada con flores blancas y velas, creando un ambiente romántico y solemne. Los invitados ocupaban los bancos de madera, esperando con emoción el momento más esperado. La música de órgano llenaba el espacio con melodías clásicas.Al pie del altar un Marcos esperaba a la novia. Vestía un traje negro con una corbata azul, a juego con el traje de su padrino Carlos, su primo y él se habían reconciliado desde aquella pelea cerca de la comisaría. Al lado del novio su orgullosa madre, portaba un vestido de alta costura en color verde esmeralda que resaltaba su otoñal belleza.Marcos miró hacía la puerta principal esperando la comitiva, primero entraría Marianna, el motivo principal de aquella boda. Su hija se había convertido en parte esencial de su vida y ya no concebía estar sin ella. Cada día al salir del trabajo se iba a casa de sus padres a visitarla. La niña lo había aceptado y poco a poco había abierto su corazón hacía él.Anna había hecho un buen
La recepción de bodas de Anna y Marcos se celebró en el hotel Di Leone, uno de los hoteles de lujo más famosos de Nueva York y propiedad de la familia de Marcos. El salón estaba decorado con elegancia y buen gusto, con mesas redondas cubiertas con manteles blancos y centros de flores rojas. En el centro del salón había una pista de baile iluminada por una gran lámpara de cristal. Al fondo, un escenario donde una orquesta tocaba música clásica y moderna.Anna y Marcos recibieron a los invitados en la entrada del salón, aunque al principio Marianna estuvo con ellos, el protocolo se le hizo pesado para una niña de diez años y al menor descuido de sus padres se fugó para jugar con sus primos.Había muchos más invitados de los que Anna pensó y era que Pía y Dante estaban tan felices de que Marcos al fin se casara que habían extendido la lista hasta el infinito.Anna y Marcos se sentaron en una mesa presidencial, junto a sus familiares más cercanos. El momento del brindis el primero en leva
―Iremos a Italia de luna de miel ―Marcos continuó afirmando a cada persona que les preguntaba. Sus ojos la miraban con intensidad en cada afirmación.Anna pensó que la mirada era para que no lo desmintiera y que lo decía para salir quedar bien y aparentar ser un matrimonio normal, porque lo cierto era que acordaron pasar el fin de semana solos en el hotel para cubrir las apariencias y de allí se marcharían a la nueva casa que Marcos había comprado a dos calles de distancia de la casa de sus padres. Marianna se quedaría esos días con sus abuelos.―Creo que es hora de marcharnos, Anna ―le dijo Marcos un momento después. Anna asintió agradecida, había disfrutado mucho de la fiesta, pero estaba agotada, había dormido poco la noche anterior por los nervios de la boda.―Está bien, déjame despedirme de Marianna ―respondió ella.―Marianna se quedó dormida y la llevaron a una de las suites, mis padres se quedaran con ella podrás despedirte por la mañana.―¡Oh! Entre el jaleo de la liga, el ram
Anna tuvo los sueños más eróticos de su vida, soñó que estaba en cama con Marcos y que él le estaba haciendo el amor. Despertó lentamente con una sonrisa, se sentía descansada y calentita. Se estiró y su trasero se encontró con una pelvis masculina, muy, muy despierta. Se giró con rapidez solo para encontrarse con su nuevo esposo dormido.―¿Qué demonios haces en mi cama, Marcos? ―preguntó ella dándole un empujón en el hombre.Se corrió al otro extremo del colchón y con horror se dio cuenta de que estaba desnuda.Marcos abrió los ojos y la miró con el ceño fruncido.―Tú me pusiste aquí ―respondió él girándose para seguir durmiendo.―¿Acaso anoche nosotros...? ―preguntó sin atreverse a terminar la pregunta.Con un suspiro resignado él se giró para mirarla de frente, Anna aferraba la manta en su pecho como si él no los hubiese visto al sacarla de la ducha y sentido toda la noche en la que ella se pegó a él.―No, yo no me aprovecho de mujeres indefensas ―respondió el mirándola con el ceño
La villa de la familia Di Leone en Roma era impresionante, aunque Anna sabía que la familia tenía mucho dinero y que vivía rodeada por lujos en su mansión de Nueva York, esta casa antigua del siglo diecinueve, era simplemente espectacular.Allí fueron recibidos por el ama de llaves, la señora Giorgia que los condujo a la habitación principal.―¿Estará bien si les sirvo el desayuno en quince minutos? ―preguntó Giorgia para darles tiempo de refrescarse.―Sí, en quince minutos estaría bien ―respondió Anna, tenía muchísima hambre.Cuando la mujer salió de la habitación, se giró hacia Marcos.―Nos ha dado una sola habitación, pídele que prepare otra para mí, por favor.―No, tú quédate aquí, siempre hay más de una habitación preparada en la casa, buscaré una para mí.Marcos sacó el armario ropa.―Voy a darme una ducha antes de bajar, quiero llevarte a conocer un lugar después de desayunar, te dejo este baño, yo usaré el aseo del dormitorio que está enfrente ―informó antes de salir de la hab
Marcos se levantó de la mesa como si una descarga eléctrica lo hubiese fulminado y se marchó. Anna se sintió profundamente avergonzada, sintió sus ojos llenarse de lágrimas. y pensó en huir del restaurante, pero se dijo que mantendría la calma porque no tenía a donde ir. Salir corriendo como damisela en apuros no era su estilo, además, ¿ir a dónde? ¿a la suite que compartían? Sería un chiste cuando acaba de confesar que quería irse a la cama con él.Respiró profundamente y levantó la cabeza para llamar al camarero, firmaría la cuenta y se marcharía a una de las terrazas del hotel a tomarse un trago para que le diera el valor de subir. Al levantar la cabeza vio que Marcos regresa de la barra.―Vamos ―le dijo al llegar a su lado.La confusión llenó el rostro de Anna.―¿A dónde? ―preguntó ella con incertidumbre. ¿Acaso pensaba abandonarla en plena luna de miel?―¿A nuestra habitación? ¿No dijiste que querías que nuestro matrimonio fuera real?―Sí ―respondió ella roja de vergüenza ―. Pero
El siguiente y último destino de la luna de miel, antes de regresar a Roma, fue Venecia, se alojaron en una espectacular casa antigua de la época de los Medici, aunque contaba con mobiliario moderno, los muebles y la decoración eran antiguas, lo que le pareció a Anna una experiencia única e irrepetibleDurante el día, Marcos llevó a Anna a conocer los principales sitios de interés de la ciudad más romántica y hermosa de Italia, famosa por sus canales palacios e historia. Durante la noche se amaban con toda la fuerza de su recién descubierta pasión.Anna disfrutó mucho sus paseos en góndola para visitar la Plaza de San Marcos, el Gran Canal y los palacios y villas de los Medici convertidos en museos y edificios históricos. En el puente de Rialto, Marcos dejó a Anna en un café artesanal y desapareció por un tiempo.―¿Dónde estabas? Estaba comenzando a preocuparme ―preguntó Anna.―Estaba buscado algo para tu cumpleaños ―respondió él con una sonrisa enigmática.Anna lo miró y pensó que de