Anna no durmió esa noche pensando en cual pudo ser la causa por la que Vicente estaba presente en la iglesia el día de su boda. Ninguna de las posibles respuestas le daba tranquilidad. Mirando hacía el pasado se dio cuenta de que su exnovio era un hombre egoísta y sin escrúpulos. No era solo el hecho de haberle pedido que entregara a Marianna a los servicios sociales, esa había sido la gota que colmó el vaso con agua.En el transcurso del año que había sido su novio, Anna descubrió que Vicenta había cometió algunos fraudes al sistema de seguridad social del estado y realizado pequeños robos en tiendas, cuando ella lo había confrontado, Vicente siempre alegó que las necesidades de su familia lo obligaban a hacerlo.Cuando Marcos despertó, Anna miraba el techo, su palidez y ojeras lo preocuparon.―¿Te sientes mal? ―preguntó Marcos con el ceño fruncido.―No, es solo un dolor de cabeza, es probable que ayer me haya pasado con el vino.―Sí, quieres duerme un poco más, yo saldré un rato con
Una alarma en el teléfono de Marcos sonó cuando estaba reunido con su asistente estudiando una propuesta. Tomó su teléfono y miró de que se trataba, frunció el ceño cuando se dio cuenta de donde provenía el mensaje: era una alarma antifraude de su banco.Marcos había activado la opción para la cuenta de Anna ya que ella no estaba acostumbrada a manejar grandes sumas de dinero. Le pidió a su asistente salir mientras él llamaba a su banquero personal y le preguntaba por la transacción, era solo una medida de precaución y no quería preguntarle a Anna para no incomodarla y que pensara que él le estaba controlando el dinero que gastaba. Estaba seguro de que su esposa se sentiría muy incómoda si lo hacía. Anna decía que las mejoras cosas de la vida no se obtenían con dinero, si no con los momentos que compartían juntos.―Hola, John, mi esposa acaba de hacer una transacción puedes decirme el monto y a quien trasfirió ―preguntó Marcos.―Buenos días, señor Di Leone, por supuesto, permítame acc
Anna estaba recostada en su cama esperando que fuera la hora de buscar a Marianna al colegio. No tenía ánimos de nada, después de la llamada histérica de Vicente había hablado con John, el banquero de Marcos, sobre la trasferencia de dinero y este le dijo que por seguridad el banco bloqueaba el dinero por veinticuatro horas. Aliviada por la respuesta del hombre le pasó un mensaje a Vicente y lo bloqueó temporalmente. No quería hablar con él, tendría al menos un par de días de descanso antes de desbloquearlo.De repente la puerta se abrió con tanta violencia que se golpeó con la pared causando un estrépito. Anna se levantó de la cama con rapidez por el sobresalto y se enfrentó a la dura mirada de su esposo. Marcos tenía el rostro desfigurado de rabia, lo que le hizo comprender que de alguna manera había descubierto toda la verdad.―Marcos... yo... puedo explicarte ―susurró Anna con el miedo apretando su garganta.―¿Qué vas a explicarme, Anna Verónica? ¿Qué no eres la verdadera madre de
Marcos se mesó el cabello por enésima vez mientras caminaba de un lado a otro del salón. Estaba esperando a sus padres, tuvo que llamarlos porque Marianna estaba encerrada en su habitación llorando y no quería abrirle la puerta. Habían tenido un encuentro violento y sentía que si tiraba la puerta abajo las cosas se pondrían peorDespués de gritarle que lo odiaba había mantenido silencio durante todo el camino, su llanto silencioso le dolía, pero no más que la herida que llevaba en el pecho por la traición de Anna.Cuando llegaron a la casa, Marianna se bajó del coche y entró en la casa. Marcos la alcanzó cuando iba llegando a las escaleras.―Marianna, entrégame tu teléfono ―le ordenó con tu mano extendida.La niña lo miró desafiante dando un paso atrás. No le gustaba la resolución que veía en los ojos de su padre.―¿Para qué lo quieres?―Entrégamelo.La niña se lo tendió con mano temblorosa. Vio como Marcos movía su dedo por la pantalla hasta que se lo devolvió. Con una sospecha en me
Marianna se negaba a hablar con su padre, Marcos la había ido a visitar al día siguiente de su partida. La niña bajó a verlo por insistencia de su abuela, pero se sentó en el salón y ni siquiera lo miró.―Hola, hija, ¿cómo te fue hoy en el colegio? ―intentó Marcos, con la voz cargada de esperanza.Marianna miraba por la ventana, Marcos sintió el peso del silencio. Hablarle a su hija era como hablar con una pared.―¿Quieres ir por un helado? ― propuso, esperanzado de que aceptara. Compartir un helado era uno de sus momentos favoritos como padre e hija.No hubo respuesta. Marianna parecía estar atrapada en su propio mundo de tristeza.―¿Qué puedo hacer para que vuelvas a hablarme? ―le preguntó él con calma, había pasado la noche en vela, dándole vueltas a la mentira de Anna y pensando qué hacer para que su hija lo perdonara.Marianna volvió sus ojos tristes hacia él. No descansaría hasta que su madre volviera.―Devuélveme a mi madre. No tienes ningún derecho a separarme de ella y no emp
El timbre de la puerta sonó, Elena se iba a levantar para abrir la puerta, sus hijas habían salido a buscar trabajo y estaba sola con Anna. Su sobrina de inmediato se levantó también.―No te levantes, tía, yo abro ―le dijo Anna.Anna abrió la puerta y se encontró frente a frente con Pía.―Hola, Anna.―Pía...―¿Puedo pasar? ―preguntó su suegra―Por supuesto ―respondió Anna haciéndose a un lado.Pía entró y saludo a Elena antes de tomar asiento en el sofá.―¿Sabes algo de mi hija? ¿Cómo está? ―preguntó Anna ansiosa.―Está bien, extrañándote mucho, desde el día en que Marcos te echó de la casa está con nosotros, no quiso quedarse con su padre. Tenemos dos días intentado localizarte, pero al parecer bloquearon todos los teléfonos de la familia y tienen restringidos los números desconocidos. Hemos llamado al teléfono de Rosi, al de Elena y al de Eva, porque sé que dejaste el tuyo en la casa ―explicó Pía sacando el teléfono de Anna de su bolso y entregándoselo.―Gracias ―respondió Anna toma
Cuatro meses después.Marcos se estaba volviendo loco, hacía cuatro meses que no veía a Anna, ella había retirado la orden de restricción porque Pía le hizo entender que la mayor perjudicada iba a ser Marianna al no poder contar con ambos padres al mismo tiempo en los momentos más importantes de su vida. Días después, Anna, por medio de su abogado, le ofreció retirar la denuncia de maltrato si prometía dejarla en paz.Y él lo había cumplido a pesar de lo mucho que deseó volver a verla. Después de que su rabia se enfrió, comenzó a extrañarla.La casa se le hizo grande y vacía, no podía con el silencio. Antes de ese día siempre que llegaba a su hogar había música y risas. Desde que Anna y Marianna se marcharon solo había soledad y silencio. Añoraba como siempre ella lo esperaba para llenarlo de besos y caricias, los abrazos de su hija, y su mirada cariñosa mientras le contaba como había sido su día.A los días no pudo más, se mudó de nuevo al hotel y cerró la casaSu relación con Marian
―Olvídate del divorcio, Anna, tú y yo seguiremos casados hasta cumplir los cinco años que establecimos en el acuerdo prenupcial, porque no habrá poder humano que me obligue a firmar el divorcio ―señaló Marcos con la rabia marcando cada una de sus facciones. Anna se sintió como si un peso invisible apretara su pecho al escuchar las palabras de Marcos. El corazón le latía rápido y sus manos temblaban ligeramente. La idea de estar casada con él por cinco años más era una carga insoportable. No podía hacerlo cuando habiendo conocido el paraíso a su lado, había sido desterrada al infierno. A pesar de que él la echó sin contemplaciones y con crueldad el día que descubrió que ella le había mentido, aún le amaba y le dolía enormemente su actitud fría y despectiva con la que la trataba desde entonces. ―Anna, si no quiere hablar con él, no tienes por qué hacerlo ―intervino su abogado ofreciéndole un atisbo de apoyo en medio de la tensión. ―No, está bien, no te preocupes, quizás es mejor que