Marcos se mesó el cabello por enésima vez mientras caminaba de un lado a otro del salón. Estaba esperando a sus padres, tuvo que llamarlos porque Marianna estaba encerrada en su habitación llorando y no quería abrirle la puerta. Habían tenido un encuentro violento y sentía que si tiraba la puerta abajo las cosas se pondrían peorDespués de gritarle que lo odiaba había mantenido silencio durante todo el camino, su llanto silencioso le dolía, pero no más que la herida que llevaba en el pecho por la traición de Anna.Cuando llegaron a la casa, Marianna se bajó del coche y entró en la casa. Marcos la alcanzó cuando iba llegando a las escaleras.―Marianna, entrégame tu teléfono ―le ordenó con tu mano extendida.La niña lo miró desafiante dando un paso atrás. No le gustaba la resolución que veía en los ojos de su padre.―¿Para qué lo quieres?―Entrégamelo.La niña se lo tendió con mano temblorosa. Vio como Marcos movía su dedo por la pantalla hasta que se lo devolvió. Con una sospecha en me
Marianna se negaba a hablar con su padre, Marcos la había ido a visitar al día siguiente de su partida. La niña bajó a verlo por insistencia de su abuela, pero se sentó en el salón y ni siquiera lo miró.―Hola, hija, ¿cómo te fue hoy en el colegio? ―intentó Marcos, con la voz cargada de esperanza.Marianna miraba por la ventana, Marcos sintió el peso del silencio. Hablarle a su hija era como hablar con una pared.―¿Quieres ir por un helado? ― propuso, esperanzado de que aceptara. Compartir un helado era uno de sus momentos favoritos como padre e hija.No hubo respuesta. Marianna parecía estar atrapada en su propio mundo de tristeza.―¿Qué puedo hacer para que vuelvas a hablarme? ―le preguntó él con calma, había pasado la noche en vela, dándole vueltas a la mentira de Anna y pensando qué hacer para que su hija lo perdonara.Marianna volvió sus ojos tristes hacia él. No descansaría hasta que su madre volviera.―Devuélveme a mi madre. No tienes ningún derecho a separarme de ella y no emp
El timbre de la puerta sonó, Elena se iba a levantar para abrir la puerta, sus hijas habían salido a buscar trabajo y estaba sola con Anna. Su sobrina de inmediato se levantó también.―No te levantes, tía, yo abro ―le dijo Anna.Anna abrió la puerta y se encontró frente a frente con Pía.―Hola, Anna.―Pía...―¿Puedo pasar? ―preguntó su suegra―Por supuesto ―respondió Anna haciéndose a un lado.Pía entró y saludo a Elena antes de tomar asiento en el sofá.―¿Sabes algo de mi hija? ¿Cómo está? ―preguntó Anna ansiosa.―Está bien, extrañándote mucho, desde el día en que Marcos te echó de la casa está con nosotros, no quiso quedarse con su padre. Tenemos dos días intentado localizarte, pero al parecer bloquearon todos los teléfonos de la familia y tienen restringidos los números desconocidos. Hemos llamado al teléfono de Rosi, al de Elena y al de Eva, porque sé que dejaste el tuyo en la casa ―explicó Pía sacando el teléfono de Anna de su bolso y entregándoselo.―Gracias ―respondió Anna toma
Cuatro meses después.Marcos se estaba volviendo loco, hacía cuatro meses que no veía a Anna, ella había retirado la orden de restricción porque Pía le hizo entender que la mayor perjudicada iba a ser Marianna al no poder contar con ambos padres al mismo tiempo en los momentos más importantes de su vida. Días después, Anna, por medio de su abogado, le ofreció retirar la denuncia de maltrato si prometía dejarla en paz.Y él lo había cumplido a pesar de lo mucho que deseó volver a verla. Después de que su rabia se enfrió, comenzó a extrañarla.La casa se le hizo grande y vacía, no podía con el silencio. Antes de ese día siempre que llegaba a su hogar había música y risas. Desde que Anna y Marianna se marcharon solo había soledad y silencio. Añoraba como siempre ella lo esperaba para llenarlo de besos y caricias, los abrazos de su hija, y su mirada cariñosa mientras le contaba como había sido su día.A los días no pudo más, se mudó de nuevo al hotel y cerró la casaSu relación con Marian
―Olvídate del divorcio, Anna, tú y yo seguiremos casados hasta cumplir los cinco años que establecimos en el acuerdo prenupcial, porque no habrá poder humano que me obligue a firmar el divorcio ―señaló Marcos con la rabia marcando cada una de sus facciones. Anna se sintió como si un peso invisible apretara su pecho al escuchar las palabras de Marcos. El corazón le latía rápido y sus manos temblaban ligeramente. La idea de estar casada con él por cinco años más era una carga insoportable. No podía hacerlo cuando habiendo conocido el paraíso a su lado, había sido desterrada al infierno. A pesar de que él la echó sin contemplaciones y con crueldad el día que descubrió que ella le había mentido, aún le amaba y le dolía enormemente su actitud fría y despectiva con la que la trataba desde entonces. ―Anna, si no quiere hablar con él, no tienes por qué hacerlo ―intervino su abogado ofreciéndole un atisbo de apoyo en medio de la tensión. ―No, está bien, no te preocupes, quizás es mejor que
Dar la noticia sobre su embarazo y su supuesta reconciliación fue más difícil de lo que Anna pensó, al parecer todo el mundo tenía algo que opinar al respecto. La única que se alegró por volver a su antiguo hogar y ser de nuevo una familia fue Marianna. Cuando Anna le dijo que ella y Marcos se habían reconciliado el rostro de su hija se había iluminado de alegría. ―¿Papá ya no está bravo contigo? ―fue lo único que preguntó.―No, mi amor, está contento por el nuevo bebé.―Está bien, mamá, me gusta que seamos una familia de nuevo. ¿Ya puedo decirlo a mis abuelos sobre el bebé?―Ellos ya lo saben, así que puedes hablar con ello con libertad.Anna, esperaba que Dante y Pía la perdonaran, sus suegros se habían molestado mucho con ella por haberle ocultado su embarazo. Marcos se había ofrecido para hablar con ellos, pero Anna pensó que sus suegros merecían saber la verdad de su boca. Así que le pidió que los llamara y los convocara a su apartamento.Nerviosa caminaba por el salón esperando
A medida que los días pasaban, una tensa rutina se instalaba en la casa. Marcos compartía desayunos con Marianna y la llevaba al colegio. Anna bajaba a la cocina una vez que ambos se habían ido, pasando la mayor parte del tiempo en compañía de Rosi. Por la tarde, Anna y su prima iban a buscar a Marianna cuando esta salía de clases.En las cenas, se sentaban juntos como una familia, intentando mantener las apariencias. Anna utilizaba su embarazo como excusa para evitar salir con Marcos y Marianna, especialmente si se trataba de visitar a sus suegros. Se sentía avergonzada por mantener el engaño y no quería imponer su presencia en la casa de Marcos y su familia.Una noche, durante la cena, Marcos rompió el silencio:―¿Cuándo tienes tu próximo control médico? ―preguntó, uno de los motivos por los cuales obligaba a Anna a cumplir con su acuerdo era no perderse nada de ese embarazo, pero por la actitud de su esposa se tenía que conformar con solamente ver crecer su barriga.―Me toca el mar
Anna se miró en el espejo de su habitación, estaba lista para la fiesta de cumpleaños de su cuñada. Se había puesto un vestido largo de color rojo incrustado de diminutas piedras negras que le daban un toque elegante. Su cabello había ido recogido en un moño alto que dejaba su esbelto cuello descubierto y mostraba el escote en todo su esplendor. El vestido se moldeaba a su cuerpo mostrando su barriga y los senos voluptuosos que el embarazo le había dejado.Estaba retocando el labial que la estilista le había puesto cuando Marcos entró en su habitación portando un estuche. Era uno de los juegos de joyas que le había comprado en Italia durante la luna de miel y que estaban guardados en la caja fuerte debido a su valor.―Usa esto esta noche, por favor, la mayoría de las mujeres invitadas portarán sus mejores joyas.―Gracias ―respondió ella extendiendo su mano para tomar el estuche, sin embargo, él lo abrió y le pasó los aretes.Anna se quitó los que se había puesto y se puso los del jueg