Las palabras pronunciadas por Marcos fueron acompañadas por un lento recorrido por su cuerpo enfundado en el sexy vestido rojo. Anna dio un paso hacia atrás, su respiración se volvió agitada, y su piel pareció cobrar vida ante la invisible caricia de sus ojos.Por primera vez desde que lo conoció Anna sintió una especie de atracción o química sexual entre ellos. Los ojos de Marcos se demoraron aún más en el atrevido escote que adornaba su pecho.El ver a Anna enfundada en ese revelador vestido rojo y tomada de la mano de Carlos lo volvió loco, su instinto de posesión se despertó y solo quería golpear a su primo por querer tocarla.Poco le importó el falso interés de Casandra en su primo, durante la cena, cuando ella no lo miraba, sus ojos se desviaban continuamente hacia su prometida. Su padre lo pillo mirándola y sonrió, algo que le había molestado mucho. Marcos se acercó a ella, la mente de Anna gritaba «huye», pero sus piernas se negaron a moverse. La espiral de deseo creció a med
Anna iba llegando a su casa, había estado en el hotel Di Leone, donde Marcos alojó a su tía y a su prima, cuando su teléfono repicó con un numero desconocido. Dudó en contestar, pero al final decidió hacerlo.―Hola, ¿quién habla? ―preguntó con cautela, una de las recomendaciones que le dio el jefe de seguridad de la familia era no contestar números desconocidos, sin embargo, no le hizo caso, de seguro era de su banco o del seguro.―Hola, Anna, soy Carlos ―le respondió el primo de Marcos.―Carlos. ¿Qué quieres? ¿Quién te dio este número? ―preguntó con frialdad.―Hola, Anna. Perdona que te moleste, pero quería hablar contigo. El número me lo dio mi madre, le dije que me quería disculpar por haber llevado a Casandra a la cena de tu compromiso.―¿De qué quieres hablar? ¿De cómo arruinaste mi cena de compromiso con tu primo? ¿De cómo me hiciste sentir como una tonta?―Anna, por favor, escúchame. Yo no sabía nada del embarazo. Solo quería molestar a Marcos y Casandra me dijo que quería con
Anna palideció al escuchar las palabras del oficial de policía. ¿Cómo era posible que la acusaran de intentar matar a Casandra? La confusión y el miedo se entrelazaron en su mente mientras sus ojos se movían de un oficial a otro, todos con semblantes severos y llenos de desconfianza. «En realidad creen que soy culpable» pensó con desesperación. Cerró los ojos un momento tratando de mantener la compostura porque sentía que el mundo entero se derrumbaba a su alrededor.Sin poder evitar su instinto de escapar, Anna dio un paso atrás.―No, no es cierto, yo no he hecho nada ―negó con énfasis a pesar de saber que proclamar su inocencia era un ejercicio inútil. Su voz temblorosa denotaba su angustia y desconcierto.―Deben estar confundidos, mi prometida no pudo haber intentado matar a Casandra ―intervino Marcos, su tono cargado de indignación.El primer policía mantuvo su compostura y extrajo una orden de aprehensión.―Búsquele un abogado, tenemos una orden de aprehensión emanada por un juez
Anna miró por la ventanilla del coche patrulla y vio cómo se alejaban de la casa donde sintió tranquilidad después de mucho tiempo viviendo con miedo. Vio cómo Marcos trataba de seguirla con la mirada, cómo Marianna lloraba desconsolada en los brazos de Rosi, cómo Dante intentaba calmarlos a todos.Sintió un nudo en la garganta y unas lágrimas ardientes en los ojos. Quería gritarles que era inocente, que la ayudaran y no la fueran a dejar sola. Los necesitaba para poder salir con bien de esa situación y volver pronto con ellos.Pensó que estaba viviendo una pesadilla, solo que esta era verdadera porque el dolor en sus brazos esposados sobre su espalda, no le permitían abstraerse de la realidad. Aún su mente no podía procesar lo que sucedía. ¿Cómo era posible que la acusaran de intentar matar a Casandra? Ella no tenía nada que ver con eso. Ella solo había ido a verla porque Carlos la convenció de que estaba enferma y arrepentida de su comportamiento y de que disculparse con ella la ayu
Marcos salió de la comisaría con Anna en brazos, a medida que avanzaban por las oficinas las personas los miraban con curiosidad, y algunas con una sonrisa. Estaba tan aliviado de haber podido probar la inocencia de Anna que su rabia hacía ella había desaparecido.Había estado furioso cuando se enteró de que había ido a encontrarse con Casandra, que había desobedecido una orden tácita de no relacionarse con esa mujer. Pensó que estaba en ese lío por haberse rebelado a sus órdenes. Sin embargo, se dio cuenta de que había sido por ingenua y por tener un corazón generoso, demasiado, si le preguntaban su opinión. ¿Qué otra mujer hubiese adquirido el compromiso de cuidar como suyo al hijo de la examante de su prometido? Nadie, solo Anna.Se preguntó cómo habían llegado a ese punto, cómo la vida los había llevado por un camino tan inesperado y tumultuoso. Anna había sido acusada de un crimen que no cometió. Y él, de alguna manera, se sentía responsable. Había subestimado la astucia de Casan
La catedral de San Patricio estaba adornada con flores blancas y velas, creando un ambiente romántico y solemne. Los invitados ocupaban los bancos de madera, esperando con emoción el momento más esperado. La música de órgano llenaba el espacio con melodías clásicas.Al pie del altar un Marcos esperaba a la novia. Vestía un traje negro con una corbata azul, a juego con el traje de su padrino Carlos, su primo y él se habían reconciliado desde aquella pelea cerca de la comisaría. Al lado del novio su orgullosa madre, portaba un vestido de alta costura en color verde esmeralda que resaltaba su otoñal belleza.Marcos miró hacía la puerta principal esperando la comitiva, primero entraría Marianna, el motivo principal de aquella boda. Su hija se había convertido en parte esencial de su vida y ya no concebía estar sin ella. Cada día al salir del trabajo se iba a casa de sus padres a visitarla. La niña lo había aceptado y poco a poco había abierto su corazón hacía él.Anna había hecho un buen
La recepción de bodas de Anna y Marcos se celebró en el hotel Di Leone, uno de los hoteles de lujo más famosos de Nueva York y propiedad de la familia de Marcos. El salón estaba decorado con elegancia y buen gusto, con mesas redondas cubiertas con manteles blancos y centros de flores rojas. En el centro del salón había una pista de baile iluminada por una gran lámpara de cristal. Al fondo, un escenario donde una orquesta tocaba música clásica y moderna.Anna y Marcos recibieron a los invitados en la entrada del salón, aunque al principio Marianna estuvo con ellos, el protocolo se le hizo pesado para una niña de diez años y al menor descuido de sus padres se fugó para jugar con sus primos.Había muchos más invitados de los que Anna pensó y era que Pía y Dante estaban tan felices de que Marcos al fin se casara que habían extendido la lista hasta el infinito.Anna y Marcos se sentaron en una mesa presidencial, junto a sus familiares más cercanos. El momento del brindis el primero en leva
―Iremos a Italia de luna de miel ―Marcos continuó afirmando a cada persona que les preguntaba. Sus ojos la miraban con intensidad en cada afirmación.Anna pensó que la mirada era para que no lo desmintiera y que lo decía para salir quedar bien y aparentar ser un matrimonio normal, porque lo cierto era que acordaron pasar el fin de semana solos en el hotel para cubrir las apariencias y de allí se marcharían a la nueva casa que Marcos había comprado a dos calles de distancia de la casa de sus padres. Marianna se quedaría esos días con sus abuelos.―Creo que es hora de marcharnos, Anna ―le dijo Marcos un momento después. Anna asintió agradecida, había disfrutado mucho de la fiesta, pero estaba agotada, había dormido poco la noche anterior por los nervios de la boda.―Está bien, déjame despedirme de Marianna ―respondió ella.―Marianna se quedó dormida y la llevaron a una de las suites, mis padres se quedaran con ella podrás despedirte por la mañana.―¡Oh! Entre el jaleo de la liga, el ram