Estaba jodido, literalmente jodido, pensó Marcos con rabia al mirar la prueba de paternidad que tenía entre sus manos. Se sentía atrapado, Marianna era su hija, y ahora debía dar el paso más difícil: proponerle matrimonio a una mujer que apenas conocía.
Si no lo hacía, su padre lo desheredaría y perdería todo lo que había construido con esfuerzo, y eso no podía permitírselo. Con paso pesado, recorrió los pasillos del hospital hasta llegar a la habitación de Anna. Tocó la puerta y esperó, el corazón latiéndole con fuerza en el pecho.
―Adelante ―escuchó la voz de Anna.
Al entrar, vio a Anna vestida para abandonar el hospital, a su lado, una bolsa de medicinas que él había pagado el día anterior.
Había pasado parte de la noche en vela y había recordado a una Anna, que era recepcionista de uno de sus hoteles, con la que había pasado una noche apasionada hacía muchos años, ¿en cuál ciudad? ¿Miami? ¿Atlanta? No lograba un recuerdo claro. Quizás no se tratara de la misma Anna.
La observó con mucho detalle, se parecía mucho a la Anna que recordaba vagamente, pero esta chica se veía más pequeña y delgada, más vulnerable. ¿Acaso la enfermedad la había deteriorado a tal punto que se veía diferente? La Anna que conoció en el pasado era una chica hermosa, inteligente, divertida y muy segura de sí misma. Nunca supo su nombre completo, ni su número de teléfono, ni nada más sobre ella. Solo sabía que era venezolana con ascendencia italiana, como él.
―Hola, Anna. ¿Cómo te sientes hoy? ―preguntó Marcos, intentando ocultar la ansiedad que lo invadía.
Anna lo miró con cautela. A pesar de la visita de Dante el día anterior, la desconfianza aún estaba presente.
―Mucho mejor, gracias. Y gracias por las medicinas. Tu padre insistió en pagarlas ―respondió Anna.
Marcos negó con la cabeza.
―No, Anna. Eres la madre de mi hija, y no permitiré que Marianna o tú paséis necesidades. Necesitas tomar esas medicinas para estar bien y cuidarla. A partir de ahora, nuestras vidas cambiarán. Quiero ser responsable, reconocer a Marianna como mi hija y darle la vida que se merece.
Anna asintió, agradecida, pero con reticencia.
―Gracias, Marcos, pero ni Marianna ni yo necesitamos lujos. No ha sido fácil para nosotras, pero...
Marcos la interrumpió con determinación.
―Pero nada, Anna. Te pido que, por el bien de Marianna, nos casemos lo más pronto posible...
―¿Casarnos? Eso es imposible. No quiero casarme contigo. Aprecio tu ayuda y sería bueno que formaras parte de la vida de Marianna y nos ayudaras con algunos gastos, pero hasta ahí.
Marcos no estaba dispuesto a aceptar un rechazo. Su voz se volvió firme.
―No, Anna. No aceptaré un no por respuesta. Nos casaremos y viviremos como una familia durante algunos años. Es lo mínimo que merece mi hija: tener una familia tradicional.
―No, no me casaré contigo ni loca. No te conozco. No quiero que seas parte de mi vida y mucho menos acostarme contigo.
―¿Acostarnos juntos? ¡Por Dios! Solo deseo un matrimonio de conveniencia por el bien de mi hija. No busco un romance, ni jugar a las casitas contigo. Lo que deseo es darle a Marianna una familia unida y eso podemos hacerlo teniendo una relación de compañeros, nada más. Quiero que Marianna forme parte de los Di Leone sin el estigma de ser ilegítima.
―Marianna es una niña segura de sí misma, no necesita que nos casemos para eso. ¿Cómo se te ocurrió que querría casarme contigo?
Marcos se frustró, intentando explicar su punto de vista.
―Tendrías muchas ventajas como mi esposa. Contarías con los mejores médicos y especialistas, una vida tranquila y la alimentación adecuada. Todo lo que necesitas para mejorar tu condición. ¿Acaso no quieres estar sana?
Anna apretó los puños, sintiendo la presión del dilema sobre sus hombros. La idea de casarse con él era una carga demasiado pesada.
―Claro que quiero estar sana, pero no quiero casarme contigo. Si eso es un requisito para recibir tu ayuda, puedes irte por donde viniste y no regresar jamás. Lamento mucho por Marianna, pero...
Marcos la interrumpió con una determinación que la heló por dentro.
―Yo vi la cara de Marianna cuando creyó que estabas muerta, la vi llorar y desesperarse. Sé que Rosi es su tutora legal en caso de que tú no estuvieras en condiciones de cuidarla o que mueras. No permitiré que mi hija siga sufriendo de esa manera solo porque tú prefieres morirte a casarte conmigo, Anna. Así que, si no aceptas mi proposición de matrimonio, te llevaré a los tribunales y demostraré que no estás en capacidad de cuidar a nuestra hija. Estoy seguro de que conseguiré la custodia de Marianna.
El pánico llenó los ojos de Anna, no, no podía permitir que Marcos le quitara a su hija, porque era su hija. Había hecho muchos sacrificios para quedarse con la niña, hasta hacerse pasar por su hermana, la verdadera madre de Marianna, para que en ese momento todo se desmoronara por su orgullo.
Anna María, su hermana mayor, había fallecido cuando Marianna tenía apenas tres años, pero desde el nacimiento de la bebé, había sido ella la que había cuidado de su sobrina como si fuera su madre.
Su hermana trabajaba mucho para mantenerlas cuando no estaba saliendo y entrando de los hospitales, pero no era suficiente. Poco antes de la muerte de Anna María, Rosi llegó al país procedente de Venezuela, y entre las dos pudieron salir adelante cuando su hermana empeoró y murió esperando un trasplante. Poco después de la muerte de Anna María, Rosi y ella se trasladaron a Nueva York para alejarse de todas aquellas personas que sabían que ella no era la madre biológica de Marianna. Tuvo la suerte de que sus padres le pusieran el mismo primer nombre, ella se llamaba Anna Verónica, pero tomó la identidad de su hermana para poder quedarse con la niña.
Si iban a juicio la verdad podía salir a la luz, entonces ella perdería definitivamente a su hija y eso era algo que nunca podía aceptar. La amaba sobre todas las cosas y para Marianna ella era su madre, la niña tenía muy pocos recuerdos de su mamá biológica, aunque Anna y ella siempre rezaban por su primera mamá, eso era todo lo que Anna María significaba para su hija: un recuerdo.
En el día a día la relación que mantenía la niña con su tía era de madre e hija y por nada del mundo dejaría que Mariana sufriera otra pérdida, no permitiría que Marcos se la quitara.
Anna cerró los ojos, deseando llorar, pero sabía que no le quedaba más opción que aceptar. El miedo y la resignación se entremezclaron en su interior, mientras tomaba una decisión que cambiaría el rumbo de sus vidas para siempre.
―Está bien, Marcos, tú ganas, me casaré contigo.
Marcos asintió con seriedad, aunque por dentro se sentía aliviado de que Anna hubiese aceptado su propuesta. No había querido recurrir al chantaje, pero la negativa de Anna no le dejó otra opción, le había enumerado las ventajas que su boda traería en la vida de Marianna y en la de sí misma, esperando que ella aceptara, más Anna era un hueso duro de roer.―Quiero dejar claro que si he aceptado este matrimonio es por tu amenaza, con eso lo que has logrado es que aborrezca aún más la idea de casarme contigo ―señaló Anna mirándolo con rabia.―No me has dejado más opción que recurrir al chantaje, Marianna será una hija legítima cueste lo que cueste, porque en mi mundo eso si es importante y como mi hija ella tendrá acceso a la alta sociedad.«Y no sabes lo que me preocupa que Marianna esté en tu mundo, fotografiada por los paparazis y que nuestra historia llegue a la prensa porque es probable que algún día, alguien de nuestro pasado la reconozca y te diga que no es mi hija» pensó Anna con
Anna escuchó la voz de mujer y por sus palabras entendió que era la madre de Marcos y que estaba molesta por enterarse de la existencia de Marianna tantos años después, preocupada se levantó del sillón y caminó hacia su hija. Un poco nerviosa por las palabras de su abuela, Marianna se abrazó a su cintura poco antes de que la señora entrara en el salón de la suite.Pía Di Leone se había enterado media hora atrás de la existencia de Marianna, a pesar de tener la seguridad de que la niña era su nieta Dante no había querido contarle nada a su esposa, porque Pía era una fuerza de la naturaleza: arrasaba todo a su paso, aunque en el buen sentido de la palabra. Era una mujer dispuesta a ayudar en todo a su familia, quisieras la ayuda o no.Y a defenderla a cualquier precio.Cuando la mujer entró al salón y se encontró a su nieta abrazada a su madre, sus ojos desafiantes y dispuesta a defenderla de aquella invasión sintió su corazón llenarse del más puro amor.―¡Vergine delle Grazie[1]! Si es
―Dante me contó de tu enfermedad, Anna, y que debías tener muchos cuidados, por lo que tú y Marianna se irán a vivir con nosotros hasta que te cases con mi hijo ―ordenó Pía.Anna miró a Marcos esperando que él refutara a su madre, más él se limitó a encogerse de hombros.―Son tres, mamma, su prima Rosa va en el paquete, si te las llevas a ella también deberás acoger a la minions .―No somos un paquete, Marcos, si te molestamos nos podemos ir a casa ―reclamó Anna aunque cualquier excusa le parecía válida para marcharse ―. Y no llames a Rosa, minions. ―No me molestan para nada, deja de gruñirme Anna, solo le explicaba a mamma que si las quieres a ustedes, también deberá acoger a Rosa, Marianna me dejó muy claro que no dejaría a su tía sola. Y la llamo minions porque es pequeña, gruñona y amarilla, aunque pensándolo bien tú también encajas en esa descripción.Anna le lanzó puñales con los ojos y Marco sonrió dentro de sí, Anna era tan fácil de molestar.―Entonces, Rosa se irá con nosotr
Marcos miró a las tres mujeres que viajaban con él en el coche, habían pasado el viaje calladas y de mal talante. Su hija iba recostada a su madre, mirando a un punto fijo, parecía determinada a ignorarlo, se preguntó que estaría pasando por esa cabecita. Por su parte Anna, miraba hacia cualquier sitio que no fuera él. Y la minions tenía cara de querer estar en cualquier parte menos allí.―Estamos llegando a la casa de mis padresEl silencio fue la única respuesta que recibió.«Debí imaginar que vivirían en Tribeca[1]» pensó Anna, más no hizo ningún comentario, si creía que el hotel era lujoso eso era otro mundo.Un hombre vestido con traje y guantes blanco les abrió la puerta.―Bienvenidas a casa, señoritas ―saludó con una leve inclinación de cabeza.Subieron las escaleras y en la puerta los estaban esperando Dante y Pía. Después de los saludos, la dueña de la casa subió con ellas por el ascensor hasta el segundo piso donde se alojarían. Anna se sentía una pueblerina mirando hacia to
Anna retiró su mano de la de Carlos con rapidez, sus ojos viajaron hacía Marcos y la furia que vio en su mirada la sorprendió, volvió a mirar a Carlos para ver su reacción y este seguía con su sonrisa despreocupada. Con fastidio, pensó que era una tonta rivalidad entre primos y que ella le tocó estar en el medio del conflicto.―¡Marcos! ¿Qué te pasa? Tu primo solo me estaba saludando ―le aclaró en tono molesto.―No te metas en esto, Anna, esto es entre Carlos y yo ―ordenó Marcos de mala manera, mientras se acercaba peligrosamente a su primo.Anna estaba a punto de meterse entre los hombres para evitar una pelea cuando una voz conocida la dejó helada.―¿Problemas en el paraíso? ―preguntó Casandra enlazando su brazo al de Carlos. La modelo miró de arriba abajo a Anna, cuando sus ojos se encontraron la modelo esbozó una sonrisa de desprecio.Marcos miró a Casandra sorprendido de verla en casa de sus padres, un momento después, sus ojos se estrecharon con furia al darse cuenta de que era
Marcos dio un paso atrás, sus ojos mostrando incredulidad ante las palabras de su antigua amante. No podía ser verdad, no en ese momento tan crucial, cuando su padre le había exigido que se casara con Anna por el bien de su hija.―No, Casandra, no puedo creerte. Recuerdo claramente que estuviste seis semanas en Europa. Si estás embarazada, estoy seguro de que no puede ser mío ―declaró con convicción.Casandra lo miró con ojos que reflejaban una mezcla de rabia y determinación.―Tengo diez semanas de embarazo. No me di cuenta hasta después de nuestra última conversación. Como modelo, mi peso a veces afecta mi ciclo, así que la ausencia de menstruación no me sorprendió.Marcos sintió cómo la realidad se tambaleaba a su alrededor. Si lo que decía Casandra era cierto, su vida se complicaría mucho más. Siempre habían tomado precauciones, siempre se habían cuidado.―Casandra, siempre... siempre hemos tenido precauciones. No es posible que estés embarazada.―Pues lo estoy, Marcos. Los método
Las palabras pronunciadas por Marcos fueron acompañadas por un lento recorrido por su cuerpo enfundado en el sexy vestido rojo. Anna dio un paso hacia atrás, su respiración se volvió agitada, y su piel pareció cobrar vida ante la invisible caricia de sus ojos.Por primera vez desde que lo conoció Anna sintió una especie de atracción o química sexual entre ellos. Los ojos de Marcos se demoraron aún más en el atrevido escote que adornaba su pecho.El ver a Anna enfundada en ese revelador vestido rojo y tomada de la mano de Carlos lo volvió loco, su instinto de posesión se despertó y solo quería golpear a su primo por querer tocarla.Poco le importó el falso interés de Casandra en su primo, durante la cena, cuando ella no lo miraba, sus ojos se desviaban continuamente hacia su prometida. Su padre lo pillo mirándola y sonrió, algo que le había molestado mucho. Marcos se acercó a ella, la mente de Anna gritaba «huye», pero sus piernas se negaron a moverse. La espiral de deseo creció a med
Anna iba llegando a su casa, había estado en el hotel Di Leone, donde Marcos alojó a su tía y a su prima, cuando su teléfono repicó con un numero desconocido. Dudó en contestar, pero al final decidió hacerlo.―Hola, ¿quién habla? ―preguntó con cautela, una de las recomendaciones que le dio el jefe de seguridad de la familia era no contestar números desconocidos, sin embargo, no le hizo caso, de seguro era de su banco o del seguro.―Hola, Anna, soy Carlos ―le respondió el primo de Marcos.―Carlos. ¿Qué quieres? ¿Quién te dio este número? ―preguntó con frialdad.―Hola, Anna. Perdona que te moleste, pero quería hablar contigo. El número me lo dio mi madre, le dije que me quería disculpar por haber llevado a Casandra a la cena de tu compromiso.―¿De qué quieres hablar? ¿De cómo arruinaste mi cena de compromiso con tu primo? ¿De cómo me hiciste sentir como una tonta?―Anna, por favor, escúchame. Yo no sabía nada del embarazo. Solo quería molestar a Marcos y Casandra me dijo que quería con