―Anna está despierta, le suministramos las dosis de los medicamentos que requiere y pasará la noche en observación ―dijo el cardiólogo a Marcos y a Dante,
Después de las presentaciones de rigor, Rosi y Marianna entraron a ver a Anna dejando a los hombres con el médico para que les explicara lo que ya ellas sabían.
―¿Cuál es su diagnóstico y su pronóstico de vida? ―preguntó Marcos.
― Anna tiene miocardiopatía hipertrófica, una condición en la que el músculo del corazón se vuelve anormalmente grueso.
Marcos asintió, tomando nota mental de cada palabra.
—Es esencial que Anna lleve un estilo de vida saludable. Esto significa mantenerse activa, pero sin ejercicios extenuantes, y evitar el estrés innecesario. Los medicamentos que debe tomar todos los días la ayudan a controlar los síntomas y a reducir el riesgo de complicaciones, pero el problema es que no los toma con regularidad y de allí vienen sus crisis.
—A partir de ahora los tomará, doctor —le aseguró Marcos.
Aunque le prometieron los resultados de la prueba de ADN para el día siguiente tenía pocas dudas sobre la paternidad de Marianna. La niña parecía una copia de su hermana menor a esa edad, la misma forma de mirarlo cuando la hacía rabiar, hasta los mismos gestos, se había negado a verlos por terquedad, porque no quería ser padre, pero no podía seguir engañándose.
Dante tampoco lo dejaría engañarse, su padre esperaba ansioso por el resultado de la prueba, a pesar de que ya tenían un par de nietos de su hermana, no permitiría que Marcos desamparara a su hija.
—Me alegra escuchar eso, Anna necesita el apoyo de su familia para poder sanar, con los cuidados necesarios se puede revertir la enfermedad por lo que hay que considerar todos los factores y uno muy importante es su alimentación —continuó el médico con un leve toque de reproche que no pasó desapercibido para Marcos —. Una dieta equilibrada y baja en sodio es crucial. Evitar alimentos procesados y concentrarse en frutas, verduras y proteínas magras puede hacer una gran diferencia.
Marcos asintió nuevamente, su mente calculando los cambios que necesitarían hacer en la vida de Anna. Les compraría un apartamento en una buena zona que fuera grande para las tres, porque, aunque le cayera mal la prima, Marianna le había contado que vivían juntas y que Rosi había sido el soporte de Anna. Pensaba que teniendo a su prima al lado cuidándola y apoyándola con Marianna se recuperaría más rápido. Aunque él se ocuparía de contratar una enfermera y personal doméstico para atenderla. Marcos necesitaba que Anna estuviera sana para que cuidara de la niña. Por lo que había visto era una buena madre y eso era algo difícil de encontrar
—Ahora, lo más delicado —advirtió el doctor Martínez, su tono se volvió más solemne—. Si el músculo del corazón de Anna continúa engrosando, es posible que necesitemos considerar una intervención quirúrgica para reducir su tamaño. Sin embargo, quiero ser honesto: esta es una operación de mucho riesgo.
Dante tomó aire profundamente y asintió con determinación.
—Doctor, haremos todo lo que esté en nuestras manos para ayudar a Anna. Por favor, cuente con nuestro compromiso total en esto.
Marcos asintió también, su mandíbula tensa pero su mirada firme.
—Esa es lo que Anna necesita, con ayuda podemos revertir su enfermedad y estoy aquí para guiarlos en cada paso del camino —expresó el médico antes de despedirse.
—Vamos a hablar con ella, entraré contigo, pero me despediré rápido y me llevaré a Anna y a la prima para que puedas hablar con ella, si es la madre de tu hija deberás casarte con Anna para darle tu apellido a Marianna —señaló Dante.
Marcos lo miró como si le hubiesen salido tres cabezas. ¿Casarse? ¿él? Jamás.
—¿Qué? ¿Papá te has vuelto loco? ¿Cómo crees que voy a casarme con esa mujer?
—Pues casándote, es lo único honorable que puedes hacer por tu hija, no aceptaré que mi nieta sea ilegítima, que algún día se sienta menos en la familia porque sus padres no se casaron ―replicó Dante molesto, no le gustaba para nada la actitud de Marcos.
—No, eso nunca ocurrirá, le daré mi apellido y todo mi apoyo económico a Anna y a Marianna vivirán como unas reinas a partir del momento en que me confirmen que es mi hija, pero no me casaré con Anna solo porque tú lo ordenes.
—Esta actitud tuya es mi culpa ―respondió Dante meneando la cabeza con desilusión. ― He sido un padre complaciente y te he hecho un hombre irresponsable, pero esto se acabó, Marcos. Si Marianna es tu hija te casarás con Anna y vivirán como esposos al menos cinco años para darle una oportunidad a que tu matrimonio prospere, pero si te niegas a hacer lo correcto te desheredaré y le daré tu parte del consorcio a tu hija.
—No puedes hacerme eso, papá, he trabajado mucho para ganarme mi posición como CEO del consorcio Di Leone.
—Puedo y lo haré, Marcos, así que tú eliges o te casa con la madre de tu hija o te desheredo. Es mi última palabra.
Marcos lo miró con rabia y se echó hacia atrás.
—No me dejas otra opción más que aceptar tu chantaje, papá, y como has sido tú el que decidió lo que debo hacer con mi vida. Dile a Anna que me casaré con ella, arregla tu todo y me avisas cuando es la boda, pero no esperes que ponga de mi parte.
—¡Oh, no! Marcos, no creas que vas a hacerme sentir culpable, te he dicho lo que espero de ti, pero te tocará convencer a Anna de que se case contigo. Acepto que quieras esperar hasta mañana para hacerlo, pero no lo haré por ti, entraré a ver a Anna y le ofreceré el apoyo familiar y te disculparé en este momento, nada más, lo demás es responsabilidad tuya —dijo Dante dando la vuelta para dirigirse a la habitación de Anna.
Marcos giró sobre sus pasos y furioso salió del hospital, sabía que no tenía escapatoria, cuando Dante tomaba una decisión no había poder sobre la tierra que lo hiciera cambiar de opinión. Y cuando daba una orden, esperaba ser obedecido, si te amenazaba siempre cumplía con lo ofrecido, no era un hombre con el que se podía jugar, si le decía que lo desheredaría estaba seguro de que lo haría.
En ese momento sintió que se estaba ahogando por la exigencia de su padre.
Deseo poder salirse de ese lío, que la prueba de paternidad demostrara que no era el padre de Marianna, de esa forma no se vería obligado a cumplir con las exigencias de su padre porque él no quería una esposa, ni las ataduras del matrimonio y los hijos.
Estaba jodido, literalmente jodido, pensó Marcos con rabia al mirar la prueba de paternidad que tenía entre sus manos. Se sentía atrapado, Marianna era su hija, y ahora debía dar el paso más difícil: proponerle matrimonio a una mujer que apenas conocía.Si no lo hacía, su padre lo desheredaría y perdería todo lo que había construido con esfuerzo, y eso no podía permitírselo. Con paso pesado, recorrió los pasillos del hospital hasta llegar a la habitación de Anna. Tocó la puerta y esperó, el corazón latiéndole con fuerza en el pecho.―Adelante ―escuchó la voz de Anna.Al entrar, vio a Anna vestida para abandonar el hospital, a su lado, una bolsa de medicinas que él había pagado el día anterior.Había pasado parte de la noche en vela y había recordado a una Anna, que era recepcionista de uno de sus hoteles, con la que había pasado una noche apasionada hacía muchos años, ¿en cuál ciudad? ¿Miami? ¿Atlanta? No lograba un recuerdo claro. Quizás no se tratara de la misma Anna.La observó con
Marcos asintió con seriedad, aunque por dentro se sentía aliviado de que Anna hubiese aceptado su propuesta. No había querido recurrir al chantaje, pero la negativa de Anna no le dejó otra opción, le había enumerado las ventajas que su boda traería en la vida de Marianna y en la de sí misma, esperando que ella aceptara, más Anna era un hueso duro de roer.―Quiero dejar claro que si he aceptado este matrimonio es por tu amenaza, con eso lo que has logrado es que aborrezca aún más la idea de casarme contigo ―señaló Anna mirándolo con rabia.―No me has dejado más opción que recurrir al chantaje, Marianna será una hija legítima cueste lo que cueste, porque en mi mundo eso si es importante y como mi hija ella tendrá acceso a la alta sociedad.«Y no sabes lo que me preocupa que Marianna esté en tu mundo, fotografiada por los paparazis y que nuestra historia llegue a la prensa porque es probable que algún día, alguien de nuestro pasado la reconozca y te diga que no es mi hija» pensó Anna con
Anna escuchó la voz de mujer y por sus palabras entendió que era la madre de Marcos y que estaba molesta por enterarse de la existencia de Marianna tantos años después, preocupada se levantó del sillón y caminó hacia su hija. Un poco nerviosa por las palabras de su abuela, Marianna se abrazó a su cintura poco antes de que la señora entrara en el salón de la suite.Pía Di Leone se había enterado media hora atrás de la existencia de Marianna, a pesar de tener la seguridad de que la niña era su nieta Dante no había querido contarle nada a su esposa, porque Pía era una fuerza de la naturaleza: arrasaba todo a su paso, aunque en el buen sentido de la palabra. Era una mujer dispuesta a ayudar en todo a su familia, quisieras la ayuda o no.Y a defenderla a cualquier precio.Cuando la mujer entró al salón y se encontró a su nieta abrazada a su madre, sus ojos desafiantes y dispuesta a defenderla de aquella invasión sintió su corazón llenarse del más puro amor.―¡Vergine delle Grazie[1]! Si es
―Dante me contó de tu enfermedad, Anna, y que debías tener muchos cuidados, por lo que tú y Marianna se irán a vivir con nosotros hasta que te cases con mi hijo ―ordenó Pía.Anna miró a Marcos esperando que él refutara a su madre, más él se limitó a encogerse de hombros.―Son tres, mamma, su prima Rosa va en el paquete, si te las llevas a ella también deberás acoger a la minions .―No somos un paquete, Marcos, si te molestamos nos podemos ir a casa ―reclamó Anna aunque cualquier excusa le parecía válida para marcharse ―. Y no llames a Rosa, minions. ―No me molestan para nada, deja de gruñirme Anna, solo le explicaba a mamma que si las quieres a ustedes, también deberá acoger a Rosa, Marianna me dejó muy claro que no dejaría a su tía sola. Y la llamo minions porque es pequeña, gruñona y amarilla, aunque pensándolo bien tú también encajas en esa descripción.Anna le lanzó puñales con los ojos y Marco sonrió dentro de sí, Anna era tan fácil de molestar.―Entonces, Rosa se irá con nosotr
Marcos miró a las tres mujeres que viajaban con él en el coche, habían pasado el viaje calladas y de mal talante. Su hija iba recostada a su madre, mirando a un punto fijo, parecía determinada a ignorarlo, se preguntó que estaría pasando por esa cabecita. Por su parte Anna, miraba hacia cualquier sitio que no fuera él. Y la minions tenía cara de querer estar en cualquier parte menos allí.―Estamos llegando a la casa de mis padresEl silencio fue la única respuesta que recibió.«Debí imaginar que vivirían en Tribeca[1]» pensó Anna, más no hizo ningún comentario, si creía que el hotel era lujoso eso era otro mundo.Un hombre vestido con traje y guantes blanco les abrió la puerta.―Bienvenidas a casa, señoritas ―saludó con una leve inclinación de cabeza.Subieron las escaleras y en la puerta los estaban esperando Dante y Pía. Después de los saludos, la dueña de la casa subió con ellas por el ascensor hasta el segundo piso donde se alojarían. Anna se sentía una pueblerina mirando hacia to
Anna retiró su mano de la de Carlos con rapidez, sus ojos viajaron hacía Marcos y la furia que vio en su mirada la sorprendió, volvió a mirar a Carlos para ver su reacción y este seguía con su sonrisa despreocupada. Con fastidio, pensó que era una tonta rivalidad entre primos y que ella le tocó estar en el medio del conflicto.―¡Marcos! ¿Qué te pasa? Tu primo solo me estaba saludando ―le aclaró en tono molesto.―No te metas en esto, Anna, esto es entre Carlos y yo ―ordenó Marcos de mala manera, mientras se acercaba peligrosamente a su primo.Anna estaba a punto de meterse entre los hombres para evitar una pelea cuando una voz conocida la dejó helada.―¿Problemas en el paraíso? ―preguntó Casandra enlazando su brazo al de Carlos. La modelo miró de arriba abajo a Anna, cuando sus ojos se encontraron la modelo esbozó una sonrisa de desprecio.Marcos miró a Casandra sorprendido de verla en casa de sus padres, un momento después, sus ojos se estrecharon con furia al darse cuenta de que era
Marcos dio un paso atrás, sus ojos mostrando incredulidad ante las palabras de su antigua amante. No podía ser verdad, no en ese momento tan crucial, cuando su padre le había exigido que se casara con Anna por el bien de su hija.―No, Casandra, no puedo creerte. Recuerdo claramente que estuviste seis semanas en Europa. Si estás embarazada, estoy seguro de que no puede ser mío ―declaró con convicción.Casandra lo miró con ojos que reflejaban una mezcla de rabia y determinación.―Tengo diez semanas de embarazo. No me di cuenta hasta después de nuestra última conversación. Como modelo, mi peso a veces afecta mi ciclo, así que la ausencia de menstruación no me sorprendió.Marcos sintió cómo la realidad se tambaleaba a su alrededor. Si lo que decía Casandra era cierto, su vida se complicaría mucho más. Siempre habían tomado precauciones, siempre se habían cuidado.―Casandra, siempre... siempre hemos tenido precauciones. No es posible que estés embarazada.―Pues lo estoy, Marcos. Los método
Las palabras pronunciadas por Marcos fueron acompañadas por un lento recorrido por su cuerpo enfundado en el sexy vestido rojo. Anna dio un paso hacia atrás, su respiración se volvió agitada, y su piel pareció cobrar vida ante la invisible caricia de sus ojos.Por primera vez desde que lo conoció Anna sintió una especie de atracción o química sexual entre ellos. Los ojos de Marcos se demoraron aún más en el atrevido escote que adornaba su pecho.El ver a Anna enfundada en ese revelador vestido rojo y tomada de la mano de Carlos lo volvió loco, su instinto de posesión se despertó y solo quería golpear a su primo por querer tocarla.Poco le importó el falso interés de Casandra en su primo, durante la cena, cuando ella no lo miraba, sus ojos se desviaban continuamente hacia su prometida. Su padre lo pillo mirándola y sonrió, algo que le había molestado mucho. Marcos se acercó a ella, la mente de Anna gritaba «huye», pero sus piernas se negaron a moverse. La espiral de deseo creció a med