2. Cásate conmigo

— Mario está en una reunión. ¿Le puedo ayudar en algo?.

—¡El señor Cavani!— me corrige— él no puede estar ocupado para mí, y si me puedes ayudar en algo Luciana Moreno— me habla como si le diera náuseas— desaparece de la vida de mi hijo.

Me quedo con la palabra en la boca y el fastidio de tener que tolerar estas actitudes desde que ingresé a esta empresa, si bien es cierto soy la secretaria de presidencia y no una rica heredera como los Cavani, soy una mujer trabajadora y busco superarme sin dañar a nadie aún cuando la señora Dayana crea que es así.

Tomó asiento en mi puesto y respiro muy hondo haciendo una lista de los pro y contra de haberme enamorado del dueño.

Han sido los 6 meses más felices de mi vida, desde que llegué el atractivo de Mario del cual ya me habían contado me dejó maravillada, abro mi gaveta y admiro la fotografía que tenemos de los dos en uno de nuestros fines de semana en la playa, el tan guapo y varonil, su 1.80 de altura lo hace un hombre con porte, su cabello negro está siempre bien peinado y sus ojos azules junto a su elegancia me hacen adorarlo como lo hago.

—Te amo tanto mi amor.

—Espero que estés hablando de mi.

El hombre que adoro aparece haciéndome saltar del susto y la sorpresa cuando no me deja ni hablar, toma mi mano y sonríe llevándome a su oficina, la cara me quema e intentó razonar pero es apasionado, sus manos toman mi cara y entre tropezones vamos adentro ganando el grito histérico de la persona que quería decirle estaba aquí.

—¡Mario!— su madre está furiosa y el pálido— no tienes vergüenza.

—Mamá te juro que no es lo que crees.

Otra vez esa actitud que está dentro de los contra que también he anotado, hemos intimado una sola vez, llevamos meses de relación y dentro de ese tiempo no solo me ha pedido más noches juntos si no que le reclamo el porque no me da mi lugar ante su familia y amigos, las ganas de llorar me invaden cuando escuchó que su madre de arribista y cualquiera no me baja, la señora me insulta de diferentes maneras y el no hace más que pedirle que se calme.

—¡Ya basta señora!, yo no soy una cualquiera— se burla— soy la novia de su hijo y lo sabe.

Habló claro y su risa es hasta escandalosa, quiero y espero que Mario le diga algo, que le pida respeto para mí, que él me respete porque todos saben lo que hay entre nosotros pero de rumores de oficina no pasan, ante los ojos de todos yo soy la trabajadora que está haciendo de todo por quedarse con el dinero de su jefe, eso no es justo y él no hace nada.

—¿Hasta cuándo vas a dejar que ella o cualquiera me trate como si fuese la peste?— reclamo con lágrimas en los ojos— yo te amo, siempre me juras que sientes lo mismo por mí, que seré tu esposa y la madre de tus hijos, sin embargo— su madre dice que eso nunca pasará— ¿Hasta cuándo?.

—Por favor vete, hablamos luego.

El corazón se me rompe, el orgullo y el alma los siento heridos y salgo furiosa y dolida, escucho que Bianca, la única amiga que creo tener me llama pero no hago caso, me siento destrozada, la decepción pesa y me encierro en el baño escuchando que Bianca me dice detrás de la puerta que me calme, que cuento con ella y que ella ya me había dicho que los Cavani nunca aceptarán que Mario esté con una empleada.

Me he negado a escucharlo y creerlo pero empiezo a sentir el miedo de la realidad, los minutos y las horas han pasado y espero con frío a qué todas las personas se hayan ido para salir e ir a mi casa, no tendré lujos ni comodidades pero pago la renta con mi trabajo porque fuera de tener ya no se que tipo de relación con el, yo trabajo.

—Luciana te buscan— mi puerta no deja de ser tocada y me siento pesada— ¡Luciana!.

Uno ya no puede sufrir en paz, me pongo de pie de mal humor, mis ojos están hinchados y la nariz roja de tanto llorar, estoy enamorada de un hombre de 28 años que a veces actúa como si fuese un adolescente, uno impulsivo que ahora está en mi puerta con el ramo de lirios más grandes que he visto.

—No quiero verte— hablo claro pero ingresa con el enorme ramo— estoy tan cansada de esto.

—Mi amor por favor no me digas eso— me abraza pero no quiero— Luciana eres la mujer de mi vida, se que mi madre dijo cosas muy hirientes pero…

—No es solo tu madre, es todo— no puedo evitar llorar— me enamore de ti sin saber que eras el dueño de la empresa, si hubieses sido el señor de limpieza también te hubiese amado— limpio mis lágrimas— quizá eso hubiese sido más fácil pero no, eres el dueño, el príncipe y yo la plebeya que te ama aunque ya no creo que lo merezcas.

Lo que digo lo sorprende y a mí me duele pero es la verdad, la cara de Mario muestra sorpresa y hasta vergüenza, me encantaría darle un abrazarlo y decirle que podemos contra todo pero sería una mentira, su madre nunca me va a aceptar y el nunca me dará el lugar que se supone la mujer que ama tiene en su vida.

—No me importa no ser suficiente para los demás, me importa ser importante para ti— nos miramos— y no lo soy.

—Lo eres, ¡Diablos! Me importas, eres lo más importante— me agarra con fuerza los brazos siento su desesperación que también me desespera— Luciana te amo.

—No es suficiente.

—Casate conmigo— me besa y no respiro bien— al demonio todos, se mi esposa.

—¿Que?— estoy en shock— Mario.

—Mi amor ahora, casémonos ahora no me puedes dejar, tu eres mía.

Sus palabras, besos y caricias suben de tono, lo siento urgido y me gusta pero no le responde con la misma efusividad, no me siento capaz de hacerlo, sin embargo, su sonrisa me dice que todo está bien, lo amo.

—Te juro que te amo tanto que solo tú podrías ser mi esposa, te quiero para mí, no me puedes decir que no, mi amor.

—¿De verdad te quieres casar conmigo?— juro que lloro sin parar y él besa mi frente— te amo y no quiero vivir mi amor a escondidas.

—Seremos marido y mujer.

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