Margarita se metió al cuarto de baño con la piel de gallina. Se encontró cara a cara con las empleadas más jóvenes, las modelos que modelaban la marca en los supermercados y para evitar las conversaciones incómodas, se escondió dentro de un cubículo privado.Se puso las manos en la boca para aguantar un chillido de rabia que la hizo sentir peor.Estaba tan confundida como ofendida.Era claro que Margarita quería casarse, pero no de esa forma.Y lo que Lucca había hecho, para ella no tenía nada de romántico, todo lo contrario, encontraba que era lo más tosco y desabrido que alguna vez un hombre le había propuesto.Cuando escuchó la puerta de entrada azotándose, entendió que estaba sola y abandonó su cobarde escondite para lavarse las manos y la cara.Se secó con papel y en la frente se vio la línea hundida que el zapato de Lucca le había dejado como cicatriz eterna el primer día en el que se habían conocido.Sofocó una sonrisa con mala cara y se afirmó del lavado para pensar, para quit
Por breves segundos, se arrepintió de aceptar, pero cuando se encontró con sus ojos azules y profundos, sintió tranquilidad y confianza.—Me encantaría que pudiéramos conversar, pero debemos mantener la distancia aquí y mostrarle a Lidia que nada ocurre entre nosotros —dijo Lucca sin dejar de sostener su mano.Margarita estaba idiotizada. La calidez de su cuerpo era la más increíble que había probado nunca. El hombre poseía un roce delicado, apenas imperceptible, pero que la hacía sentir más cosas que cualquier otro tipo de manoseo.—¿Y qué ocurre entre nosotros? —preguntó y sacudió las pestañas con prisa, disimulando lo mucho que le había costado efectuar esa pregunta.Lucca se rio y le acarició la mejilla con el dedo pulgar.—Creo que muchas cosas, pero ninguna palabra sería adecuada para explicar lo que sucede entre tú y yo —musitó y le tocó el cabello sedoso con suavidad.—¿Ninguna? —preguntó ella con perspicacia y sonrió para decir—: yo tengo una palabra. —Él la miró sorprendido—
Margarita se quedó boquiabierta conforme el hombre sostenía su mano y le miraba a los ojos con un brillo diferente. Se rio, puesto que no podía ocultar la alegría que la dominaba.Si bien, la primera proposición de Lucca le había resultado fría e incluso robótica, en aquel segundo intento, las cosas habían mejorado mucho más.No solo había escogido uno de los lugares favoritos de Margarita, sino también, se había encargado de preparar todo para ese momento tan diferente.—Esto si es muy lindo —siseó ella. Tenía las mejillas rojas y la voz le tiritaba—. Debo reconocer que sí te esforzaste —agregó y miró a su alrededor cuando notó las luces blancas de la cúpula transparente—. Voy a aceptar porque me has sorprendido.—¿Solo por eso? —preguntó Lucca y se sintió confundido—. ¿No aceptarías por mí? —investigó.Margarita se rio y sus nervios empeoraron cuando el hombre abrió una linda cajita roja que llevaba una extraña joya. Ella se agachó para mirarlo mejor, pero los dos estaban tan nervio
Regresaron a casa antes de la medianoche, cuando terminaron de comerse todo el pollo frito que Lucca había llevado para ese momento tan personal e incomparable.Lucca llevó a Margarita hasta la puerta de su departamento y no la dejó ir cuando ella quiso meter las llaves en el cerrojo. La tomó con fuerza por la mejilla y le plantó un suave y apasionado beso en la boca.Habría querido resistir un poco más, pero no podía negar lo mucho que Margarita le enloquecía y, no podía quedarse con esa sensación en el cuerpo o no iba a poder dormir en toda la noche.—Lamento ser tan contradictorio, pero necesitaba besarte —susurró sobre su boca y la tomó por la nuca para sentirla cerca. Ella lo abrazó por la cintura y juntó sus cuerpos tibios—. Dije que te besaría cuando tocara tu corazón, pero me lo pones muy difícil, Margarita.—Tal vez ya tocaste mi corazón —musitó ella con los ojos cerrados y se rio tierna cuando él volvió a besarla.El beso fue tibio, lento y húmedo. A ella las piernas le temb
Al otro día, Margarita se levantó algunos minutos antes y se preparó a toda prisa. Estaba impaciente por llegar al trabajo y ver a Lucca. Su cuerpo le reclamaba con fuerza; deseaba verlo, sentirlo, olerlo, e incluso, moría por besarlo otra vez.Se despertó sintiéndose impaciente, pero también muy estúpida. ¿Por qué no lo había invitado a pasar? Se preguntó cientos de veces mientras se bañó, se secó el cabello y se vistió.¿Por qué había decidido, justo en ese momento, ser la nueva Margarita? La vieja Margarita habría despertado con un hombre sexy a su lado, satisfecha y feliz.¿Por qué? Se preguntó con rabia mientras se bebió una taza de café.Llegar a los viñedos fue difícil. Se encontró con una larga fila de personas y supo que algo importante estaba sucediendo.Sus ojos no tardaron en encontrarse con Lucca. El hombre conversaba con Américo, conforme Lidia participaba como espectadora.Margarita se acercó con discreción y saludó a los tres con un simple gesto con su cabeza.—Qué bue
Aunque Margarita resultaba una mujer tragona, dejó olvidada su comida y a su amiga y se marchó apurada por las escaleras de emergencia del edificio. Corrió agitada para entrar en la oficina y ver si Lucca había regresado de su comida con la víbora de Lidia, pero encontró el lugar solitario.Gruñó rabiosa bajo los curiosos ojos del Che y se echó a correr atemorizada antes de que el hombre se acercara otra vez para extorsionarla.Ya tenía suficiente con lo que Lucca le había pedido y, la cosa se ponía al peor al escuchar los chismes de Paula.Bajó por las escaleras y se alejó por la parte trasera. Buscó el camino postrero para caminar por los viñedos y se alejó a toda prisa. Los tacones bajos que usaba se le hundían en la tierra blanda, pero nada le importó hasta que llegó al final del terreno, donde la cúpula se localizaba instaurada.Como una vieja chismosa rodeó el lugar. Se escondió detrás de las gruesas parras de uva y miró entremedio de la fruta con grandes ojos.Desde la poca dis
Margarita lo vio con tristeza desde la puerta y el corazón se le apretó al ver lo pálido que estaba, aun cuando siempre conservaba ese bronceado bonito que lo hacía parecer más seductor.—De-Déjame ayudarte —titubeó y cerró la puerta detrás de ella.Margarita tomó el desinfectante y se limpió las manos. Luego miró su abdomen y arrugó el ceño con dolor al ver las nuevas marcas que enrojecían su piel; eligió una zona cercana al ombligo para desinfectar.El hombre se descompensó y cerró los ojos. Dejó caer la cabeza hacia atrás y respiró difícil, sintiéndose mareado y tembloroso.—Margarita —jadeó y tomó su hombro con fuerza.Ella tembló tanto como él al sentir lo débil que se hallaba. Aunque el hombre usaba toda su fuerza para apretarla, ella apenas podía sentir su tacto frío.Lo pinchó con prontitud, con un poco más de seguridad que la primera vez. Siempre iba a odiar las agujas, por muy pequeñas que fueran, pero en ese momento, se controló con raciocinio.—Tranquilo —susurró ella, pre
Salió del apretado espacio en el que estaba y se levantó del suelo con torpeza. Ya se había acalambrado y las piernas le dolían.—Solo para que sepas, Lucca Calentín, en cuanto el estúpido contrato se acabe, te daré el divorcio. —Se levantó con un gemido—. Ni loca me quedo casada contigo —gruñó.—¿Lucca Calentín? —preguntó él, encrespado.—¡Se te puso dura mientras yo estaba ahí! —gritó indignada, aunque feliz de ver que el amigo sí tenía vida—. ¡Casi me punzó el ojo! —Le escupió a la cara sin titubear, pero con un poco de exageración—. Eres un Calentín.Lucca se ruborizó y se sobó el miembro erecto con los ojos apretados.—¿Y qué quieres que haga? —le preguntó con fastidio y se levantó para plantarle cara—. Le gustas —certificó.Que se pusiera de pie solo empeoró las cosas. Margarita desvió la mirada por pocos segundos entre su entrepierna y sus ojos azules.—No lo sé —gimió ella y se lamió los labios con angustia—. Controla a tu serpiente.—¿Serpiente? —investigó Lucca y se rio. Ell