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Capítulo 2. La verdad de Ava

Dos años después.

El sol se ocultaba lentamente en el horizonte cuando un coche negro se estacionó frente a la imponente mansión de Ethan Anderson.

―Sabes que no estoy de acuerdo con esto, Ava.

―Lo sé, Jonathan, pero no tengo otra opción. Por favor, vete, no sé cuánto tardaré y no quiero hacerte esperar. Gracias por el aventón.

Jonathan Harris arrancó el coche con frustración, sabia lo terca que era Ava y que no había nada que él pudiera hacer para que cambiara de opinión cuando se le metía algo en la cabeza.

El corazón de Ava latía con fuerza en el pecho mientras apretaba sus manos en puños, preparándose para lo que estaba por venir. Sabía que esta reunión sería crucial para su futuro y el de su pequeña hija.

Con mano temblorosa alisó su vestido, gracias a Emma había podido recuperar parte de sus pertenencias. Samuel había ordenado echar a la basura todo lo que carecía de valor para él, entre eso su ropa y sus recuerdos. Su antigua ama de llaves con ayuda de algunas de las doncellas, recogieron lo que pudieron antes de que él las despidiera.

Había revisado su apariencia muchas veces antes de salir, su cabello castaño estaba limpio y perfectamente alisado, sus ojos verdes estaban maquillados con discreción, inclusive se había arreglado ella misma sus manos. Habilidades que desarrollo en prisión en las clases de peluquería y manicure que les impartían a las presas para reinsertarlas en la sociedad.

El sonido de sus tacones resonó en el camino de entrada mientras avanzaba con determinación hacia la puerta principal. Golpeó con fuerza, esperando pacientemente a que alguien abriera. Después de unos segundos interminables, la puerta se abrió de par en par, revelando al implacable Ethan Anderson.

Ava respiró aliviada, esperaba encontrarse con personal de seguridad o con algún sirviente que la echara. Sin embargo, su alivio duró poco cuando se encontró con unos ojos azules que parecían penetrar su alma para descubrir todos sus secretos.

Ella fue a su casa con la esperanza de encontrar un aliado en él.

En el pasado, en las pocas ocasiones en las que habían coincidido, Ethan siempre había sido cortes y caballeroso, a pesar de que siempre mantuvo la distancia, pero en ese momento cuando sus condiciones habían cambiado y ya no era la heredera rica y mimada se dio cuenta de que hacer que la ayudara no sería tarea fácil.

―Ethan ―dijo Ava con firme y mirándolo a los ojos. ―¿Podemos hablar?

Él permaneció mirándola en silencio, recordaba muy bien a Ava Miller, había sido una joven hermosa y encantadora. Sin embargo, nunca se acercó a ella porque era hija de su principal competidor.

Después cuando el edifico que estaba construyendo su compañía colapsó se preguntó cómo había podido equivocarse tanto con ella, había seguido con interés el juicio y las pruebas eran irrefutables.

―¿Qué deseas, Ava? ―preguntó con frialdad.

―¿Puedo pasar? Te traigo una propuesta y no quiero hacerla parada en la puerta de tu casa donde cualquiera puede escucharnos.

―¿Y qué te hace pensar que me interesa algo de lo me vayas a decir? ―preguntó él con burla, poniendo a Ava más tensa aún.

―El hecho de que siempre has sido un astuto hombre de negocios, Ethan, vengo a ofrecerte algo que te posicionaría como el principal constructor de la ciudad.

―¿Y por qué harías eso? ―preguntó con cinismo.

―Porque necesito tu ayuda para recuperar lo que me pertenece ―respondió ella levantando su barbilla, nunca más bajaría su cabeza ante un ataque.

Ethan la observó con desprecio, cruzando los brazos sobre el pecho.

―¿Por qué debería ayudarte después de todo lo que has hecho? ―inquirió con voz dura ―. Por tu culpa murieron personas, por tu corrupción y maldad dejaste a niños sin padre. No mereces mi ayuda.

Ava sintió un nudo en la garganta mientras luchaba por contener las lágrimas de rabia que amenazaban con desbordarla. Tragó grueso y se dijo a sí misma que una pelea con él no la ayudaría.

―Porque soy inocente, Ethan. Samuel me tendió una trampa para quitarme la compañía ¿y qué mejor manera de que no pudiera defenderme que enviándome a la cárcel? Él me engañó, manipuló y me quitó todo, hasta mi hija. Mi bebé está con él, y si no hago algo para recuperarla, nunca volveré a verla.

Los ojos de Ethan mostraron un destello de duda, pero rápidamente lo reprimió.

―No me importa tu historia, Ava ―dijo con frialdad. ―El jurado determino que eres culpable y por lo que a mí respecta debes enfrentar las consecuencias de tus actos.

Ava no pudo contenerse más estaba viendo como su única oportunidad de recuperar a su hija se desvanecía por lo que dejó escapar un sollozo ahogado, sintiendo el peso de la desesperación sobre sus hombros.

―Si no me ayudas, Ethan, perderé todo lo que me queda. Por favor, dame una oportunidad para demostrar mi inocencia y recuperar a mi hija.

La tensión en el aire era palpable mientras Ava esperaba la respuesta de Ethan. Su mirada se encontró con la de él, y en ese momento, ella supo que esta sería su última oportunidad para cambiar el curso de su vida.

―Vete, Ava ―dijo él con un suspiro ―No me interesa ser partícipe de tus problemas.

Ava tomó una profunda inspiración y se armó de valor. Sus ojos se llenaron de determinación mientras buscaba en su bolso hasta hallar un sobre lacrado que le ofreció a Ethan con manos temblorosas.

―Esto es todo lo que me queda ―dice Ava con voz entrecortada. ―Es el veinticinco por ciento de las acciones de la compañía Miller.

Ethan tomó el sobre y lo examinó detenidamente. Sabía que esas acciones podrían darle una ventaja significativa en la competencia empresarial.

―Es lo único que Samuel no pudo quitarme, me las dejó mi abuelo y no puedo venderlas ni cederlas, pero puedo darte un poder para actuar en mi nombre, podrás entrar a las reuniones de la junta directiva y enterarte de cada nuevo proyecto y de las negociaciones de la compañía Miller. Es lo único que puedo ofrecerte a cambio de tu ayuda.

―¿No hay forma en la que puedas ceder estas acciones? ―preguntó él examinando el documento ―No quiero un poder, quiero que estas acciones me pertenezcan, si no puedo tenerlas no me interesan.

―Solo puedo cederlas o heredarlas a mi segundo hijo, creo que el abuelo pensaba que el hijo mayor siempre obtenía más.

Un destello de interés brilló en los ojos de Ethan.

―Pasa, hablaremos en el despacho ―dijo él dejándola entrar en la casa.

Cuando ella entró al vestíbulo, él cerró la puerta, Ava respingo ante el sonido, por un momento le hizo recordar al que hacía su celda al cerrarse, dejándola dentro junto a otras mujeres de las que tenía que cuidarse.

―Sígueme ―fue lo único que Ethan dijo cuándo comenzó a caminar hacia el interior.

Ava lo siguió por la hermosa mansión hasta llegar a su despacho. Aunque había crecido en un ambiente tan lujoso como aquel, en ese momento, después de dos años en prisión se sintió cohibida.

Recordó su antiguo hogar y sus ojos ardieron de furia, sacaría a Samuel de su casa y recuperaría a su hija.

Al pensar en su pequeña su corazón se arrugó como siempre, ni siquiera sabía cómo era su rostro. En el divorcio Samuel había solicitado su custodia total y el juez se la había dado, ella estaba en prisión y consideraron que lo mejor para su niña era que su madre convicta no formara parte de su vida. 

El juez no solo le quitó a su hija, sino que también condenó a la niña a vivir con un ladrón y asesino. Porque no le quedaba ninguna duda de que su padre había sido asesinado por Samuel para sacarlo de en medio, si se atrevió a culparla a ella de todo para despojarla, que no haría por dinero y poder.

Ava nunca pudo abrazar a su hija, ni darle un beso, ni despedirse de ella, la noche en la que nació se la llevaron de inmediato al hospital donde fue recluida en la unidad de cuidados intensivos.

Cuando ella llegó al hospital permaneció esposada a la cama recuperándose del parto, no le permitieron visitarla, ni siquiera para despedirse cuando le dieron el alta.

La enviaron de inmediato a la prisión del estado. Sus continuas peticiones para ver a su hija fueron denegadas una y otra vez por el juez.

Sin dinero y acusada de un crimen que no cometió todas las personas a las que consideraba sus amigos le dieron la espalda.

Solo Harris, su abogado, le había tendido la mano, sin embargo, no fue mucho lo que pudo hacer ante lo bien elaborado de la trampa de Samuel y a la pericia de sus abogados.

Su mente volvió al presente cuando Ethan cerró la puerta de su despacho. Con cortesía la invitó a sentarse en un cómodo sillón ante de apoyarse él en el borde de un hermoso escritorio antiguo.

―El precio por ayudarte son las acciones de la compañía Miller así que te casarás conmigo y me darás un hijo al que le cederás esas acciones para que yo pueda controlarla, Ava, es la única forma en que la que me comprometo a inmiscuirme en tus asuntos.

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