―¡Te casaste con el enemigo! ―exclamó Samuel con sorpresa, su voz retumbando en la lujosa sala. El tenso silencio que siguió fue roto por la respuesta desafiante de Ava, quien sostuvo la mirada de Samuel sin titubear. ―¡Oh! Te aseguro, Samuel, que Ethan y yo no somos enemigos. De hecho, nos hemos vuelto muy cercanos, ¿no es cierto, amor mío? ―preguntó dirigiendo una mirada ardiente a su esposo, su voz adquiriendo un tono ronco que llevaba consigo un toque de complicidad. Ethan, de pie junto a ella, le devolvió la mirada con el mismo ardor. ―Eres una desvergonzada, Ava... ―No te atrevas a insultar a mi esposa, Evans, o te juro que te arrepentirás ―intervino Ethan con voz gélida, sus ojos destilando una promesa oscura y amenazadora. La habitación se llenó de una tensión palpable mientras Ava se ponía en pie con decisión, enfrentando a Samuel con valentía. ―¿Qué creías, Samuel? ¿Qué me iba a quedar muy tranquila mientras tú te quedabas con mi hija, mi casa y mi compañía? ―No iba a
―Realmente lo hiciste muy bien, Ava ―observó Ethan mientras viajaban en el automóvil, al salir del edificio de la compañía. Ava asintió satisfecha, el tesoro que llevaba escondido en la maleta la había puesto de muy buen humor y no quería que Ethan se lo estropeara con alguno de sus reclamos. Desde el día del enfrentamiento con su madre, su relación estaba sumamente tensa. Después de guardar el preciado abrecartas de su esposa, Ethan se dirigió a conversar con su madre. Ava lo siguió, manteniéndose a cierta distancia para escuchar la conversación. Con discreción, se aproximó lo suficiente como para escuchar las voces que emanaban de la habitación de Tamara, la madre de Ethan, que se encontraba entreabierta. ―Sabía que las cosas no eran como las contaron tú y Bárbara, mamá. El supuesto cuchillo era simplemente un abrecartas antiguo que pertenecía a su abuela ―habló Ethan con un tono imperturbable. ―Pero me amenazó con él ―insistió Tamara. ―Tú comenzaste al llamarla zorra, mamá, un
Samuel observó cómo Ethan cargaba la caja que Ava había sacado de su oficina, y una oleada de rabia lo invadió. Había estado tan absorto desde que su exesposa fue a la cárcel que no se había molestado en revisar personalmente esa oficina; en su lugar, le había pedido a una de las empleadas de mantenimiento que tirara todas las cosas de Ava.―Tú ―dijo, señalando a Marcela con un gesto despectivo. ―Ven aquí ―ordenó con un chasquido de dedos.―¿Sabe de dónde salió la caja que la señora Miller tenía en las manos?―Creo que estaba en el armario de la oficina, señor. Cuando usted ordenó que limpiaran esa oficina, yo estaba de baja médica y le pedí a mi reemplazo que lo hiciera. Como no sabía cuáles eran sus instrucciones y no quería molestarlo, simplemente lo dejé así.―Está bien, ¿puede retirarse? ―dijo a la aseadora, que se apresuró a alejarse de su vista.Samuel se encaminó hacia la antigua oficina de Ava. Al entrar, inspeccionó el despacho, pero no parecía haber nada fuera de lugar. Lue
Ava observó una vez más la prueba de embarazo, aunque aún no habían transcurrido los minutos necesarios según las indicaciones, las dos líneas que confirmaban su embarazo ya se habían formado con claridad.Un suspiro tembloroso escapó de sus labios mientras comprendía que los planes meticulosamente trazados por Ethan estaban dando fruto: estaba embarazada.Un torrente de emoción la inundó y las lágrimas comenzaron a recorrer sus mejillas. Tendría otro hijo, un ser concebido en el ardor de la pasión, pero gestado en la frialdad de estrategias diseñadas para recuperar a su primera hija, su imperio empresarial y su vida. ¿Se sentiría menos amado su nuevo bebé por ser concebido por estas razones?Ethan nunca antes había sido padre y le había pedido concebir un hijo para asegurarse de obtener sus acciones y expandir su imperio. Las dudas llenaban la mente de Ava. ¿Qué pasaría cuando llegara el bebé? ¿Podría Ethan amarlo? Aunque su madre fuera tan gélida como un bloque de hielo, desconocía
Ava apretó sus puños, sintiendo la rabia pulsar a través de su ser como una marea imparable. Cerró los ojos durante un instante, conteniendo la tormenta emocional que amenazaba con desbordarse. Inhaló profundamente, tratando de recuperar la compostura mientras su mente trabajaba a toda velocidad. La necesidad de mantener la calma era abrumadora, pero cada fibra de su ser estaba ardiendo de indignación. Contar hasta diez no era suficiente, pero era un pequeño acto de autodisciplina que la ayudaría a no perder la cabeza en ese momento tan cargado.―¿Tú qué crees, Ethan? ―sus palabras eran un susurro tenso, y sus ojos se clavaron en los suyos con intensidad. Su voz apenas temblaba, aunque su interior era un torbellino de emociones que amenazaban con arrastrarla.―Si te lo pregunto es porque no estoy seguro, Ava ―respondió Ethan, su tono igualmente tenso, sus palabras cargadas de escepticismo y desconfianza. La duda en sus ojos perforó el corazón de Ava, pero no podía permitir que la debi
Ethan se encontraba tumbado en su cama, con los brazos cruzados detrás de la cabeza, mirando fijamente el techo. La habitación estaba en penumbra, solo iluminada por la luz suave de la lámpara de noche.La ausencia de Ava en la cama a su lado lo había sumido en una sensación de vacío y soledad que lo consumía.Había pasado varias noches desde que Ava se había mudado a la habitación de invitados. Aunque aún la duda lo embargaba, no pudo evitar extrañar su presencia cálida y reconfortante a su lado.Su mente divagó hacia los momentos compartidos con Ava. Recordó sus cómodos silencios y la forma en que ella se acurrucaba a su lado, su cabello cayendo en cascada sobre la almohada, a veces cuando ella pensaba que él estaba durmiendo entrelazaba sus dedos con los suyos buscando seguridad y calor humano.En la habitación de invitados, Ava estaba sentada en el asiento de la ventana, mirando el reflejo de la luna sobra la piscina de casa. En sus brazos estaba el cojín que usaba para abrazar de
Ava emergió del interior de la sala del tribunal con una sonrisa de felicidad incontenible, inundada por la marea de emociones que la victoria en la audiencia preliminar le había traído. Mientras avanzaba por el pasillo del tribunal, Ethan y los abogados se agruparon a su alrededor, intercambiando sus impresiones sobre lo que había ocurrido en la sala y los pasos a seguir en el juicio por la custodia de Diana.―Necesito ir al baño, Ethan, dame un segundo ―susurró Ava, sintiendo la urgencia de tomar un momento para sí misma.Ethan asintió y Ava se encaminó hacia el aseo que se encontraba cruzando al otro lado del pasillo. Una vez dentro, cerró la puerta con seguridad y dejó escapar un grito de júbilo contenido, liberando la tensión acumulada en su cuerpo. Bailó enérgicamente, su traje oscilando con cada movimiento, y sus lágrimas de alegría y alivio se deslizaron por sus mejillas. En ese instante, el peso de la incertidumbre y la lucha se disipó, y una sensación embriagadora de triunfo
Ava caminó hacia la majestuosa mansión Miller con Diana en brazos. Cada paso que la acercaba a su antigua casa era como un puñal en el corazón, anticipando el dolor de tener que despedirse de su pequeña. Su mente le recordaba la necesidad de separarse, pero su corazón clamaba en desesperación.Detrás de ella, la trabajadora social y la niñera las seguían a una distancia respetuosa, la señora Miller les tomó algunas fotos más que quedó en enviarle a Ava, porque esta de los nervios había dejado su teléfono en el coche. Al llegar al frente de la mansión, Ava entregó a Diana a la niñera.―Ve con Ivette, mi pequeña. Mamá volverá pronto y nos iremos a pasear, ¿sí? ―dijo con una voz entrecortada por la emoción.―Mamá, parque ―repitió Diana con una sonrisa inocente.―Sí, bebé, iremos al parque ―respondió Ava con dulzura.―Dale un beso a mamá, Diana ―sugirió Ivette con ternura.La pequeña se aferró a Ava para darle un beso húmedo en la mejilla antes de regresar a los brazos de su niñera. Con l