Ethan se encontraba tumbado en su cama, con los brazos cruzados detrás de la cabeza, mirando fijamente el techo. La habitación estaba en penumbra, solo iluminada por la luz suave de la lámpara de noche.La ausencia de Ava en la cama a su lado lo había sumido en una sensación de vacío y soledad que lo consumía.Había pasado varias noches desde que Ava se había mudado a la habitación de invitados. Aunque aún la duda lo embargaba, no pudo evitar extrañar su presencia cálida y reconfortante a su lado.Su mente divagó hacia los momentos compartidos con Ava. Recordó sus cómodos silencios y la forma en que ella se acurrucaba a su lado, su cabello cayendo en cascada sobre la almohada, a veces cuando ella pensaba que él estaba durmiendo entrelazaba sus dedos con los suyos buscando seguridad y calor humano.En la habitación de invitados, Ava estaba sentada en el asiento de la ventana, mirando el reflejo de la luna sobra la piscina de casa. En sus brazos estaba el cojín que usaba para abrazar de
Ava emergió del interior de la sala del tribunal con una sonrisa de felicidad incontenible, inundada por la marea de emociones que la victoria en la audiencia preliminar le había traído. Mientras avanzaba por el pasillo del tribunal, Ethan y los abogados se agruparon a su alrededor, intercambiando sus impresiones sobre lo que había ocurrido en la sala y los pasos a seguir en el juicio por la custodia de Diana.―Necesito ir al baño, Ethan, dame un segundo ―susurró Ava, sintiendo la urgencia de tomar un momento para sí misma.Ethan asintió y Ava se encaminó hacia el aseo que se encontraba cruzando al otro lado del pasillo. Una vez dentro, cerró la puerta con seguridad y dejó escapar un grito de júbilo contenido, liberando la tensión acumulada en su cuerpo. Bailó enérgicamente, su traje oscilando con cada movimiento, y sus lágrimas de alegría y alivio se deslizaron por sus mejillas. En ese instante, el peso de la incertidumbre y la lucha se disipó, y una sensación embriagadora de triunfo
Ava caminó hacia la majestuosa mansión Miller con Diana en brazos. Cada paso que la acercaba a su antigua casa era como un puñal en el corazón, anticipando el dolor de tener que despedirse de su pequeña. Su mente le recordaba la necesidad de separarse, pero su corazón clamaba en desesperación.Detrás de ella, la trabajadora social y la niñera las seguían a una distancia respetuosa, la señora Miller les tomó algunas fotos más que quedó en enviarle a Ava, porque esta de los nervios había dejado su teléfono en el coche. Al llegar al frente de la mansión, Ava entregó a Diana a la niñera.―Ve con Ivette, mi pequeña. Mamá volverá pronto y nos iremos a pasear, ¿sí? ―dijo con una voz entrecortada por la emoción.―Mamá, parque ―repitió Diana con una sonrisa inocente.―Sí, bebé, iremos al parque ―respondió Ava con dulzura.―Dale un beso a mamá, Diana ―sugirió Ivette con ternura.La pequeña se aferró a Ava para darle un beso húmedo en la mejilla antes de regresar a los brazos de su niñera. Con l
El sol se ocultaba en el horizonte mientras Ethan conducía hacía la casa de los Churchill, a su lado Ava jugaba nerviosamente con la tira de su bolso. El semáforo el rojo le dio la oportunidad de mirar a su esposa, en su rostro vio esperanza y miedo, por lo que tomó su mano y entrelazó sus dedos en un intento para calmarla y darle un poco de seguridad. Ava lo miró con sorpresa, pero después su rostro se dulcificó y apretó su mano. La luz cambió, obligando a Ethan a retirar su mirada de los ojos de Ava y enfocarse en la carretera. A pesar de eso, mantuvo su mano sobre la suya, ofreciendo un apoyo silencioso a medida que avanzaban hacia su destino. Al llegar a la residencia Churchill, Ethan estacionó el auto y ambos se dirigieron hacia la entrada. Ava se sentía nerviosa, pero también aliviada de tener a Ethan a su lado para enfrentar una desilusión si las sospechas de su esposo eran falsas. El señor y la señora Churchill los recibieron en la oficina que tenían en su casa, un despacho
Ivette, la niñera de Diana, se encontraba en la cálida habitación en el último piso de la majestuosa mansión Miller. Una sonrisa tierna iluminaba su rostro mientras acariciaba con suavidad la piel suave de la pequeña. Los curiosos ojos de Diana observaban con asombro cada movimiento de Ivette, fascinada por el amoroso cuidado que le brindaba. ―Vamos, mi pequeña Diana ―murmuró Ivette con voz apacible―. Hoy es un día especial. Iremos al parque a disfrutar con tu mamá. La mirada de Diana se iluminó con un destello de emoción al escuchar la mención de su mamá. Los momentos junto a Ava eran una fuente de alegría para la niña, llenos de risas y juegos que compartían con otros niños en el parque. La mención de su mamá encendió una chispa de entusiasmo en su corazón. Sin embargo, mientras Ivette tejía su dulce narración, fuera de la habitación, Samuel escuchaba con furia creciente Ajena a la tensión que se cernía en el ambiente, Ivette continuó con su tarea, eligiendo cuidadosamente un atu
Sentado en el césped del parque, Ethan observaba a través de la pantalla de su móvil a Ava con su bebé. Cada gesto de amor, cada sonrisa y cuidado que prodigaba a Diana lo llenaban de asombro. La ternura con la que la sostenía, el cariño que le dedicaba, todo eso estaba muy lejos de su experiencia personal.Con un dejo de envidia pensó que él nunca tuvo ese tipo de amor. Su padre fue un hombre severo y poco cariñoso, aunque justo. Su madre una mujer de alta sociedad donde lo que importante era la apariencia y la vanidad y no el criar a sus hijos, para eso estaban las niñeras.Esa tarde, ante sus ojos, Ava encarnaba a la madre que estaría dispuesta a todo por sus hijos. Y en ese instante, una pregunta se adentró en su mente: ¿Cómo sería ser amado de esa manera, con esa devoción y cuidado? Observar a Ava interactuar con Diana avivó una chispa de anhelo que desconocía.Sin embargo, su atención fue desviada cuando captó palabras en la conversación entre Ivette, la trabajadora social y alg
―¿Estás sugiriendo que consideremos un secuestro, Ava? ―inquirió Ethan, incorporándose en la cama con una mezcla de sorpresa y preocupación en su rostro.―No sería un secuestro, Ethan. Es mi hija, necesito sacarla de ese lugar. Está viviendo con un hombre peligroso, un estafador que la maltrata. Samuel no siente ningún amor por su propia hija ―explicó ella con voz suplicante, tomando su mano en busca de apoyo. ―Te lo imploro, Ethan. Eres la única persona en la que confío para ayudarme en esto.Ethan la miró con seriedad, dejando entrever una mezcla de pesar y resolución en sus ojos.―Ava, haría cualquier cosa por ti, excepto algo así ―dijo con un tono cargado de seriedad. ―Porque, lamentablemente, a ojos de la ley, sí sería un secuestro. No puedo permitir que pongas en riesgo tu vida y la de Diana cuando estás tan cerca de lograr tu objetivo. ¿Quieres arriesgar tu libertad nuevamente? ¿Poner en peligro tus posibilidades de obtener la custodia de tu hija?Ava bajó la mirada, sintiendo
Ava se despertó cuando Ethan abrió una de las cortinas de la habitación de invitados, al abrir los ojos, se encontró con el carrito del desayuno dispuesto al lado de la cama. ―Buenos días, esposa. Espero que hayas tenido un buen descanso ―saludó Ethan con una sonrisa. ―¿Realmente necesito levantarme de la cama? ―preguntó, su cabeza aún hundida en la almohada. ―No es necesario, pero si decides quedarte ahí, me veré obligado a unirme a ti en la cama, y perderemos un día perfecto para disfrutar de la piscina ―respondió Ethan en tono juguetón. ―No suena como una mala idea quedarnos aquí ―murmuró Ava con picardía. ―Mamá y Bárbara se han ido para pasar el fin de semana con unas amigas, el típico viaje que hacen cuando se reúnen las brujas del aquelarre ―informó Ethan con una sonrisa traviesa―. No regresarán hasta el lunes, así que tendremos la casa para nosotros solos. La perspectiva de tener la casa para ellos era tentadora, y Ava respondió con una sonrisa más amplia mientras se acomo