- Me llamo Danisa Wolfgang, tengo veintiséis años, y acabo de mudarme a la ciudad.
- Estupendo, señora Wolfgang, y díganos, ¿por qué quiere trabajar con nosotros?
Danisa posó su penetrante mirada en cada uno de los asistentes a aquella reunión, y cuando hubo terminado de observarlos, se retiró un mechón de pelo de su larga melena castaña, que había escapado del recogido elegante que se habia hecho ese día; se alisó la chaqueta de traje azul marino que se fundía con sus curvas, y se dispuso a responder.
- Señorita Wolfgang, por favor, y respecto a su pregunta, bueno, verán,mi sueño siempre ha sido trabajar para ustedes, desde que era pequeña ya me dedicaba a recortar fotografías en las que salían sus modelos, y ponerlas en mis cuadernos escolares, así que, como entenderán, trabajar aquí sería un sueño hecho realidad.
El consejo de directores de Alexia Fendong Corp se quedó en silencio. Habían entrevistado a muchos candidatos para aquel puesto de trabajo, muchos de ellos con mucha más experiencia, pero ninguno poseía el magnetismo de Danisa.
- Señorita Wolfgang, este es un puesto de mucha responsabilidad ¿se ve usted capaz de manejar situaciones de estrés?
- Por supuesto, como verá en mi curriculum he trabajado en puestos relacionados con la seguridad particular, y he aprendido a tratar con situaciones realmente estresantes. Me siento plenamente preparada para adquirir semejante responsabilidad.
Danisa sonrió con confianza, y se abstuvo de repiquetear sobre la mesa con sus manos de manicura perfecta; veía las miradas escépticas en aquellos rostros, sabía que no la creían capaz de manejar situaciones con alta carga emocional, pero no le importaba, si la dejaban, les demostraría que se equivocaban.
- Señorita Wolfgang, esta pregunta tal vez le parezca un poco atrevida, pero ¿está usted dispuesta a abandonar su vida personal para desempeñar este trabajo? Supongo que sabe que es un trabajo muy exigente, la obligará a estar fuera de casa durante muchas horas.
- Señores, no se preocupen por eso, mi vida personal es muy reducida, como ya he comentado, acabo de mudarme a la ciudad, y apenas conozco a nadie.
Los hombres que la entrevistaban tomaron notas en sus libretas, y emitieron pequeños sonidos satisfechos, y Danisa supuso que era la primera candidata que les daba una respuesta como esa.
- Señorita Wolfgang, ¿entiende usted que este puesto requiere viajes frecuentes al extranjero? No queremos contratar a alguien que no tenga disponibilidad para viajar.
- Por supuesto, lo comprendo, y ya sabía que implicaba viajar con frecuencia, no tengo ningún problema, de hecho, no me gusta estar quieta, así que ese requisito es perfecto para mi.
Los hombres se miraron, y asintieron muy levemente, fue un movimiento casi imperceptible para cualquier que no fuera un experto en seguridad, y comunicación no verbal; pero Danisa lo era, y cuando vio sus gestos tuvo que contener la sonrisa que pugnaba por escapar de su boca.
- En ese caso, señorita Wolfgang, está usted contratada. Por favor, pase a la sala contigua para que una de nuestras secretarias pueda treaerle el contrato, y explicarle las condiciones laborales de la compañía.
Ahora si, Danisa sonrió ampliamente, y agradeció la confianza que depositaban en ella, se sentía tan extasiada por el éxito, que por primera vez en dos años, no se permitió pensar en su manada, y en como había tenido que irse de allí.
Cuando Danisa se sentó en la elegante sala en la que le habían pedido que esperara a la secretaria que le facilitaría toda la documentación que la convertiría en empleada de Alexia Fendong Corp, no pudo evitar escapar mentalmente de aquella opulencia y dejarse llevar por los recuerdos, y la nostalgia.
Se vio a si misma dos años antes, empaquetando una pequeña maleta con sus pocas posesiones, y llorando desconsoladamente ante la entrada boscosa de la Casa de la Manada. Pero lo grave no era aquello, sino como había llegado a aquella penosa situación.
Dos años antesDanisa estaba mirando su reflejo frente al espejo, y sabía que algo no estaba bien, pero no era consciente de qué podía ser. Se giró en dirección a su amiga Emerald, que la esperaba sentada en la cama, con las piernas cruzadas, y decidió preguntarle a ella.- ¿Crees que me falta pintalabios?- dijo mientras ponía moritos.- Por favor, Danisa, acaba de una vez, la fiesta va a acabar y tú aún no habrás terminado de arreglarte.- Bueno, no te pongas así, es que me veo rara.- Normal, eso es porque te has teñido el pelo de color plata, y ya te dije que ese color no te favorecía.- Está bien, tenías razón, en fin, vamos a esa dichosa fiesta.- dijo mientras se aplicaba otra capa de brillo de labios.Ambas bajaron juntas al sal&
De vuelta a la realidad, Danisa contempló la sala, y le pareció todo demasiado pulcro, demasiado minimalista, carente de alma o carácter, pero imaginó que la decoración de aquel lugar les habría costado una fortuna, y de hecho, estaba tan absorta en la contemplación de los cuadros de estilo ultra moderno, y las sillas con enrevesadas tramas en sus tapicerías, que ni siquiera se dio cuenta de que la mujer a la que estaba esperando entraba en la sala. Ella carraspeó, y y Danisa se volvió rápidamente hacia donde la mujer se encontraba.- Señorita Wolfgang, ¿le gusta la nueva decoración de nuestra oficina?- Demasiado sobria para mi gusto, pero es ciertamente elegante y transmite calma.- Eso espero, porque nos ha costado una pequeña fortuna.Danisa se rió, sin mucho aspaviento, solo una pequeña sonrisa, y un sonido atrevido acompañand
Tal y como ella esperaba, el chofer que la esperaba en la puerta de su bloque de apartamentos era un hombre de mediana edad, que la trataba con mucho respeto, y que la guió hasta un vehículo negro con cristales tintados.Mientras se subía en el asiento trasero, y escuchaba el sonido del cuero crujiendo bajo su peso, se sintió tremendamente afortunada, como si estuviera en un cuento de hadas, y ella fuera la protagonista.- Señorita Wolfgang.- dijo el chofer, bajando el pequeño cristal que separaba la parte trasera del vehículo de la delantera.- ¿Si?- Si lo desea, puede tomar agua, zumo, o tal vez champán. Las bebidas están situadas en la puerta derecha, por favor, sírvase usted misma lo que desee, o si lo prefiere, puedo hacerlo yo.- Por favor, no se moleste, solo tomar&eac
Alexia se levanta de su silla, toma a Danisa del brazo, y comienza a caminar con ella en dirección a una puerta diferente a la de entrada. Danisa está asombrada por la cantidad de puertas disimuladas que hay en esta sala, todas ellas parecen iguales a los paneles de madera que forran las paredes, pero luego, de pronto, al ejercer presión sobre ellas, se deslizan y dejan paso a otra sala diferente.En esta ocasión, cuando abandonan el salón en el que han cenado, dejando los restos de la cena sobre la mesa, y sus bolsos de mano sobre la enorme mesa de cristal; pasan a un pequeño cuarto, no más grande que el probador de una tienda con un semáforo. ¡Un semáforo! Piensa Danisa asombrada, y parece que Alexia le lee la mente, porque pronto le da una explicación sobre el semáforo que decora el lugar.- Verás, Danisa, tal y como te comentaba
- Por supuesto, por favor, pregúnteme lo que sea necesario, entiendo que es normal que tengan ciertos protocolos establecidos.Al dar esa respuesta, Danisa se sintió como una mujer sofisticada, y que pertenecía a este nuevo mundo en el que había aterrizado por accidente.- Tome asiento, por favor.Danisa se acomodó en un sillón de terciopelo negro en el que no había reparado antes, y se relajó al sentir el mullido asiento bajo su cuerpo.- Veamos, en primer lugar, recuerde siempre que el número que le hemos asignado es el nueve, como antes ya le he explicado cualquier comunicación que reciba dentro de este área, se hará utilizando su número asignado. ¿Lo ha comprendido?- Si,lo he entendido.- Siento ser tan insistente es que es un punto importante, debe entender que no puede revelar su verdadero nombre,
Mientras tanto en una calle del distrito financiero de Paris…Michael llevaba tres días en Paris, tres agotadores días en los que había comenzado a odiar la ciudad. Se sentía mal por pensar algo así, de hecho era consciente de que le habían hecho un gran regalo al ofrecerle semejante oportunidad, pero no se sentía cómodo.Su suegro, Gracien, el padre de su esposa Rose, le había encargado un trato de suma importancia para su manada, y allí estaba él, intentando que el trato tuviera éxito. A pesar de que su suegro le había dado todos los detalles de la operación, nunca le dijo que el cliente al que iba a visitar, y con el que estaba negociando una importante venta de madera, era tan hostil, y tenía tan pocas intenciones de cerrar la venta.Michael se pasó la mano por el cabello, que a causa de la cantidad de horas que llevaba fuera d
Michael y Carl volvieron a encontrarse quince minutos después de la desagradable llamada de teléfono que Michael había realizado, y aunque él creía que el amargo recuerdo persistiría toda la noche, pronto desapareció en cuanto vio las luces de la ciudad y la vida que se desbordaba en cada esquina.- Carl, puede que no debiera decirte ésto, pero te confieso que no había visto nada más que mi hotel, y tus oficinas en esta ciudad.- Tienes que estar bromeando, ¿y pensabas irte sin ver la ciudad de la luz? ¿Qué sucede? ¿Alguna amorosa esposa te espera en casa?- No, no es eso.- respondió Michael sin sentirse culpable, pues a fin de cuentas Rose no era amorosa, ni se comportaba como una esposa.- es que al estar solo, y trabajando tantas horas no me había interesado por los monumentos.- Pero amigo mio, eso tenemos que solucionarlo…Carl
Danisa llevaba por lo menos una hora sentada en el mismo sofá, intentando desviar las miradas curiosas de todos los que pasaban por allí, y estaba pensando que pronto podría irse a su apartamento, y dormir, pues se encontraba cansada.Llevaba ya un buen rato observando a todos los que rondaban la sala común,intentado observar qué hacían cuando querían volver a sus estancias privadas, pero aún no había visto a nadie que hubiera llevado a cabo la acción, y eso la retenía allí sentada. No quería dejar en evidencia a Alexia, y montar una escena en aquel club tan exclusivo, pero la verdad es que comenzaba a estar aburrida de observar cuanto la rodeaba.El primer rato había sido entretenido, se había sentido como si estuviera en una especie de zoo, observando los rituales de sus compañeros de club, luego había empezado a cansarse; y no porque hubiera sentido