Mientras tanto en una calle del distrito financiero de Paris…
Michael llevaba tres días en Paris, tres agotadores días en los que había comenzado a odiar la ciudad. Se sentía mal por pensar algo así, de hecho era consciente de que le habían hecho un gran regalo al ofrecerle semejante oportunidad, pero no se sentía cómodo.
Su suegro, Gracien, el padre de su esposa Rose, le había encargado un trato de suma importancia para su manada, y allí estaba él, intentando que el trato tuviera éxito. A pesar de que su suegro le había dado todos los detalles de la operación, nunca le dijo que el cliente al que iba a visitar, y con el que estaba negociando una importante venta de madera, era tan hostil, y tenía tan pocas intenciones de cerrar la venta.
Michael se pasó la mano por el cabello, que a causa de la cantidad de horas que llevaba fuera de casa, se había encrespado, e imaginó que estaba en su hotel, y podía relajarse y cenar algo relajadamente. Lamentablemente, las fantasías no duran demasiado, y como tal, el cliente volvió a interrumpir sus pensamientos.
- Mira, Michael, de verdad, me pareces un buen tipo, pero tu empresa no juega limpio, nos ha engañado ya en dos ocasiones, y no estamos dispuestos a permitir que vuelva a suceder una tercera.
- Carl, sé que no habéis tenido una buena experiencia.- había preferido no comentar que era la empresa de su suegro, y en todo momento se había hecho pasar por un nuevo trabajador que había reemplazado al anterior comercial de ventas, aunque en realidad el hombre estaba de baja por un accidente de coche.- pero te doy mi palabra de que en esta ocasión todo va a ser distinto, me involucaré personalmente para que así sea.
- No lo sé, lo cierto es que tenía muy claro que no iba a renovar el contrato con vosotros…
- Vamos, Carl, tú mismo acabas de decir que confías en mi, danos una nueva oportunidad de hacer las cosas bien.
- Mira, te seré absolutamente sincero, no estoy seguro de que decisión tomar, dame solo dos días más, y te prometo que te daré una respuesta firme.
- ¡Oh, Carl! Pero había ya reservado un vuelo para mañana a primera hora, ¿seguro que no puedes adelantar tu decisión?
- Mira, haremos lo siguiente, tú cambias tu vuelo, y como sé que te estoy generando molestias que no esperabas tener, te invito a cenar y a tomar una copa en mi club.
- ¿En tu club?
- Si, pero yo que tú, no me crearía ideas preconcebidas sobre el lugar, cualquier cosa que puedas imaginar, no se acercará a la realidad.
- Estoy muy cansado, ¿qué te parece si dejamos esa visita al club para mi próxima visita?
- Vamos, Michael, no seas así, la entrada a ese club es muy exclusiva, y te aseguro que no te arrepentirás de acompañarme.
- Bueno, está bien, pero me tomaré una copa, y me iré ¿de acuerdo?
- En cuanto lleguemos allí, serás libre de hacer lo que te plazca.
- Estupendo, ¿me das un minuto para que haga una llamada?
- Por supuesto, de hecho, yo también tengo que resolver algunos asuntos antes de que nos vayamos.
Carl se fue del despacho, mirando su portátil, y lo dejó allí solo. Michael miró la hora en su reloj de su pulsera, un regalo de su antiguo Alfa, y su gesto se crispó al ver lo tarde que era. Sacó el teléfono móvil, marcó rápidamente el número de Rose, y pulsó el botón de llamar. Calculó que con la diferencia horaria Rose debía de estar en su clase de pilates, y se tensó solo de imaginar su enfado, pero sabía que si no la llamaba, las cosas estarían peor al día siguiente. El teléfono dio tono, sonó tres veces, y al fin lo descolgó una enfurecida Rose.
- ¿Qué horas son éstas de llamar? ¿Es que no sabes que estoy en pilates?
-Hola, Rose, lo sé,es que acabo de terminar la reunión, y me voy a acostar ya.
- ¿Y qué se supone que has estado haciendo hasta ahora?
- Negociar las condiciones del nuevo contrato, ya te lo he dicho.
- Eres un idiota, y un inútil, contigo ahí seguro que perdemos al cliente. Mi padre ya hubiera cerrado el trato.
- Rose, las cosas no son tan sencillas, el cliente no estaba contento con el trato que estaba recibiendo hasta ahora.
- ¿Estás acusando a mi padre de gestionar mal su empresa? ¿Cómo te atreves? Cuando llegaste a esta casa no eras más que un muerto de hambre, y gracias a mi padre tienes un trabajo decente.
Michael pulsó el botón de corta la llamada, y escribió un mensaje a su compañera: “no tengo cobertura, mañana hablábamos”. No era lo que más le apetecía, ya que lo que de verdad hubiera querido decirle que su padre y ella eran dos inútiles, que no sabían ni siquiera gestionar su propia casa. Pero no podía, ya lo había intentado, al año de haber celebrado su ceremonia de apareamiento, y de haberse mudado a casa de la manada de su compañera, él había intentado romper el vínculo; y Rose, en respuesta, había intentado sucidarse.
En aquella ocasión, el padre de Rose le explicó lo que le sucedería si alguna vez su hija se veía sola; él echaría a Michael a la calle, y se encargaría de acabar con todos y cada uno de los miembros de su anterior manada, y con Danisa, o como él la llamó, “la puta que desfiguró a mi hija”.
Y aunque él no temía tanto por su antigua manada, pues sabía que habían sobrevivido a peores amenazas, si que tenía miedo por la pobre Danisa, ella vivía sola, en algún lugar desconocido, y estaba seguro de que su suegro cumpliría su amenaza, si él se atrevía a indisponer a Rose.
Michael y Carl volvieron a encontrarse quince minutos después de la desagradable llamada de teléfono que Michael había realizado, y aunque él creía que el amargo recuerdo persistiría toda la noche, pronto desapareció en cuanto vio las luces de la ciudad y la vida que se desbordaba en cada esquina.- Carl, puede que no debiera decirte ésto, pero te confieso que no había visto nada más que mi hotel, y tus oficinas en esta ciudad.- Tienes que estar bromeando, ¿y pensabas irte sin ver la ciudad de la luz? ¿Qué sucede? ¿Alguna amorosa esposa te espera en casa?- No, no es eso.- respondió Michael sin sentirse culpable, pues a fin de cuentas Rose no era amorosa, ni se comportaba como una esposa.- es que al estar solo, y trabajando tantas horas no me había interesado por los monumentos.- Pero amigo mio, eso tenemos que solucionarlo…Carl
Danisa llevaba por lo menos una hora sentada en el mismo sofá, intentando desviar las miradas curiosas de todos los que pasaban por allí, y estaba pensando que pronto podría irse a su apartamento, y dormir, pues se encontraba cansada.Llevaba ya un buen rato observando a todos los que rondaban la sala común,intentado observar qué hacían cuando querían volver a sus estancias privadas, pero aún no había visto a nadie que hubiera llevado a cabo la acción, y eso la retenía allí sentada. No quería dejar en evidencia a Alexia, y montar una escena en aquel club tan exclusivo, pero la verdad es que comenzaba a estar aburrida de observar cuanto la rodeaba.El primer rato había sido entretenido, se había sentido como si estuviera en una especie de zoo, observando los rituales de sus compañeros de club, luego había empezado a cansarse; y no porque hubiera sentido
Cuando Michael escuchó el sonido de la puerta del cuarto al que había llevado a la mujer del club se sintió a partes iguales, aliviado y mezquino. Se había ido muy rápido, en el mismo instante en que ella comenzó a convulsionar con las primeras sensaciones de su orgasmo. No es que lo hubiera planeado, ni que se sintiera bien teniendo semejante comportamiento hacia esa chica preciosa, que lo había devuelto a la vida.Deambuló por los pasillos que había recorrido hacia poco tiempo en compañía de la misteriosa chica, y buscó un baño en el que refugiarse, no consiguió encontrarlo, así que finalmente se encerró en una de las habitaciones dispuestas para las parejas que quisieran disfrutar de la noche en privado.Cerró con llave, y se sentó en el suelo, castigando a su cuerpo con el duro asiento, enterró la cabeza entre las manos, y comenz&oacu
Después de la noche anterior, Danisa despertó al mediodía del día siguiente, y se alegró de que aún le quedaran unos días libres antes de comenzar su andadura en el nuevo trabajo. En cuanto se hubo despertado, volvieron a su mente los escabrosos recuerdos de la noche anterior, y a pesar de la furia que la había inundado hacía unas horas, en este momento, el sentimiento predominante era la excitación que el mero recuerdo de los dedos de aquel desconocido le provocaban.Se levantó de un salto, furiosa consigo misma la debilidad de su carácter, y se metió en la ducha, dejando el grifo en la zona de agua fría. Su cuerpo merecía un castigo, pero lo cierto es que en cuanto sintió el chorro mojando su piel, comenzó a dar saltitos, y a enjabonarse a toda velocidad, tratando de esquivar el gélido chorro de agua que la torturaba con cada gota que salía.
El día después de la visita al club, Michael se despertó temprano. Aunque en realidad, apenas había dormido nada. Primero se sintió culpable por la chica a la que había dejado medio desnuda en aquella sórdida habitación; luego, se culpó por haber sido infiel a Rose. Aún cuando ella lo trataba mal, y su vida sexual era inexistente, lo cierto es que era su compañera, y se había comprometido a no meters en la cama con ninguna otra mujer.Sintíó un palpitante dolor de cabeza atenazándolo, y decidió que tal vez haciendo un poco de ejercicio, conseguiría solucionarlo. Se puso un pantalón de deporte, una de sus habituales camisetas de dormir, y unas zapatillas viejas que ya apenas usaba, pero qu por costumbre siempre llevaba consigo.Corrió un par de manzanas antes de sentirse exhausto, y se paró en la esquina más cercana, resollan
El lunes llegó mucho antes de lo esperado, y a pesar de no sentirse preparada, pronto Danisa se encontró despertándose para comenzar su andadura profesional en París. Ese día se despertó temprano, se probó todas las prendas que colgaban de su armario, y finalmente se decidió por un traje de falda lápiz negra, blusa blanca con lazo en el cuello, y chaqueta negra, también escogió unos sobrios zapatos de tacón, también negros. La antigua Danisa hubiera llevado algo atrevido, que hubiera descrito sin palabras su personalidad; pero la nueva, no, la nueva Danisa quería ser profesional, quería que la trataran como una adulta, y demostrar que había madurado. La única concesión que hizo a su atuendo, fue el pintalabios, que era de un bonito color cereza que daba un aspecto jugoso y deseable a sus labios. Después de ese pequeño toque de color, completó su atuendo con un bo
Después de intentar convencer a Carl para que cambiara de opinión, y le diera la oportunidad de enviar a uno de sus trabajadores a supervisar cada envío; Carl se puso firme sobre su decisión, si no quería supervisar personalmente cada entrega, no habría trato, así que, Michael no tuvo más solución que concertar una cita con su suegro para comentarle el problema al que se estaba enfrentando.La cita fue aquel día, a las tres de la tarde, y aunque Michael había pasado el día muy agobiado por la llamada que tenía que hacer; después de comer un buen bistec poco hecho, y una deliciosa crepe de chocolate, sintió que nada podía salir mal.Inició sesión en su ordenador, y se conectó a la reunión que su suegro le había enviado cuando le pidió que hablaran en persona. La situación le parecía má
Danisa se pasó todo el día encerrada en su despacho. A pesar de la charla que habia tenido con sus subornidanos, la que ella había considerado motivacional, ninguno de ellos le presentó ningún diseño; salió en varias ocasiones de su despacho, paseó entre las mesas, y les preguntó en que estaban trabajando,pero todos le respondieron que eran diseños inacabados, y que no tenían nada bueno que presentarle.Hacia las doce del mediodía salieron a comer algo, y no le dijeron nada, así que se quedó allí sola, hambrienta, esperando a que la oficina se vaciara, para acercarse a la cafetería, y pedir lo único que quedaba, una ensalada de quinoa que tenía aspecto de no saber muy bien. Danisa pagó por ella, y se la comió sola en el despacho, pensando en que habría hecho mal para que sus nuevos compañeros le dieran tan mala acogida.