Después de intentar convencer a Carl para que cambiara de opinión, y le diera la oportunidad de enviar a uno de sus trabajadores a supervisar cada envío; Carl se puso firme sobre su decisión, si no quería supervisar personalmente cada entrega, no habría trato, así que, Michael no tuvo más solución que concertar una cita con su suegro para comentarle el problema al que se estaba enfrentando.
La cita fue aquel día, a las tres de la tarde, y aunque Michael había pasado el día muy agobiado por la llamada que tenía que hacer; después de comer un buen bistec poco hecho, y una deliciosa crepe de chocolate, sintió que nada podía salir mal.
Inició sesión en su ordenador, y se conectó a la reunión que su suegro le había enviado cuando le pidió que hablaran en persona. La situación le parecía má
Danisa se pasó todo el día encerrada en su despacho. A pesar de la charla que habia tenido con sus subornidanos, la que ella había considerado motivacional, ninguno de ellos le presentó ningún diseño; salió en varias ocasiones de su despacho, paseó entre las mesas, y les preguntó en que estaban trabajando,pero todos le respondieron que eran diseños inacabados, y que no tenían nada bueno que presentarle.Hacia las doce del mediodía salieron a comer algo, y no le dijeron nada, así que se quedó allí sola, hambrienta, esperando a que la oficina se vaciara, para acercarse a la cafetería, y pedir lo único que quedaba, una ensalada de quinoa que tenía aspecto de no saber muy bien. Danisa pagó por ella, y se la comió sola en el despacho, pensando en que habría hecho mal para que sus nuevos compañeros le dieran tan mala acogida.
Michael estaba nervioso, de hecho, se sentía increíblemente inquieto mientras se vestía para acudir al club aquella noche. Había una mezcla de fuerzas que vivía en su interior. Por una parte, quería que aquella increíble mujer se presentara en el club, perdonando así su mal comportamiento de la noche en que se conocieron; por otra parte, su mitad racional le decía que lo mejor sería que ella no se presentara, que simplemente ignorara su mensaje, y todo pasara a formar parte de los recuerdos que Michael atesoraba en su memoria. Se vistió con esmero, portando un traje de chaqueta de color gris oscuro, a juego con una corbata casi negra, se puso sus zapatos de vestir, y se peinó, aplicando una loción capilar que dejó su pelo brillante. Obviamente, sabía que en cuanto traspasara la puerta que lo llevaría a la zona común del club, tendría que quitarse todas esas prendas que se había puesto, pero el simple hecho de llevarlas
Acababa de experimentar uno de los momentos más placenteros de mi vida, y después de ello, no pude salvo derrumbarme sobre el pecho del hombre, que subía y bajaba trabajosamente, disfrutando aún de los últimos coletazos de pasión. Pensé que depsués de esa experiencia, él me dejaría en el suelo, y yo me caería, pues dudaba mucho de que mis rodillas pudieran sostenerme,pero afortunadamente no entraba entre sus planes soltarme. Se giró conmigo aún abrazada a su cuello, caminó torpemente en dirección a la cama que había en el cuarto, y cuando estuvimos lo suficientemente cerca, me tiró sobre el colchón. Me lanzó suavemente, podría decir que él se estaba conteniendo, lo notaba en la tensión de sus brazos, y en la forma en la que me cargaba. Quedé boca abajo, con el pecho rozando la suave tela de satén de las sábanas, y durante unos segundos, gocé de la satisfacción de descansar sobre aquel mullido lecho. Pero la tranquilida
Tal y como Danisa había intuido antes de acostarse, el despertador se convirtió en un martirio a la mañana siguiente; su pitido incesante la cansó enseguida, y pronto decidió que prefería levantarse a seguir escuchándolo más rato. Se dio una rápida ducha, intentado borrar de su cuerpo todo rastro de la noche anterior, y se visitió con un elegante vestido entallado, de tela de pata de gallo, que combinó con los mismos zapatos que había lucido el día anterior,y también con el mismo bolso. Volvió a aplicarse un toque de color a los labios, aunque esta vez escogió el rosa fucsia que le encantaba, y se perfumó con unas gotas de su perfume preferido. En cuanto estuvo lista para salir, sonrió frente al espejo, y se prometió que iba a ser un gran día. Volvió a coger el mismo autobús, maravillándose con los nuevos detalles que se había perdido en su primer viaje, y se bajó en la misma parada, que quedaba realmente cerca de su oficina. Una vez estuvo sentada frente a s
La mañana de Michael era un desastre, a pesar de todo lo sucedido la noche anterior, y de que apenas había dormido cinco horas, el problema no era ese. Por la mañana, se había levantado para salir a correr, con el propósito de volver a recuperar el estado atlético que un día tuvo, pero antes de salir del hotel, lo habían avisado de recepción.Él se acercó pensando que se trataría de algo sin importancia, como saber si ese día pensaba desayunar allí o no, pero cuando llegó a la altura de la recepcionista, se dio cuenta, por su expresión grave, de que algo sucedía.- Discúlpeme.- comenzó ella.- no quería molestarlo en su horario de hacer deporte, pero como lleva ya bastantes días con nosotros, y no ha dado ningún problema, me gustaría tratar este tema personalmente
Danisa leyó el mensaje varias veces, y a pesar de que sabía que debería sentirse indiferente ante la declaración de intenciones del misterioso hombre que la citaba esa noche, se sentía inquieta de anticipación. Le dolían los muslos, de la fuerza con la que los estaba apretando para evitar ser consciente de la humedad que se extendía entre ellos.- ¿Danisa?Se giró hacia la persona que emergía de la puerta de su despacho, y contempló a su compañero de trabajo, era uno de los miembros de su equipo, y la miraba atentamente, y en ese momento, ella se dio cuenta de que aún estaban trabajando.- ¿Si?- Venía a traer el boceto del abrigo que me has pedido esta mañana.- Si, claro, Margo, pasa y muéstramelo.La chica pasó sin darle mayor importancia su mira
Faltaban cinco minutos para la hora a la que había quedado con la mujer del club, y aún estaba en el vestíbulo, esperando a que me dejaran entrar en aquel club que me estaba volviendo loco. Mientras contemplaba el semáforo en rojo de la pequeña habitación en la que me encontraba, y que servía para marcar cuando la recepción del club estaba ocupada con otro miembro; pensé en la última vez que me había sentido así.Traté de rememorar si mi compañera, Rose, me había hecho sentir de esta forma en alguna ocasión, y decidí que nunca, pues ni siquiera habíamos sido capaces de completar el apareamiento. Yo nunca había tenido sexo con ella, y tampoco lo echaba de menos, por lo que no me importaba si ella dormía cerca de mi, semi desnuda.Llegué a la conclusión de que la ú
Danisa llevaba ya diez minutos en la barra del bar, tomando uno de esos coloridos cócteles que servían allí, y comenzó a preocuparse por no ver por allí al número doce. El número doce se había convertido para ella en una incógnita, y mientras bebía su cóctel a sorbitos, trató de imaginar que aspecto se escondería tras aquella máscara que él siempre portaba consigo.No conseguía imaginarse sus facciones, pero tampoco le importó. Pensó en su cuerpo delgado;e involuntariamente lo comparó con el de Beta Michael, que había sido musculoso, y había tenido suficiente fuerza para cogerla en brazos, siempre que lo había deseado.Definitivamente, el hombre misterioso era más delgado que Beta Michael; pero ella se sentí