Acababa de experimentar uno de los momentos más placenteros de mi vida, y después de ello, no pude salvo derrumbarme sobre el pecho del hombre, que subía y bajaba trabajosamente, disfrutando aún de los últimos coletazos de pasión.
Pensé que depsués de esa experiencia, él me dejaría en el suelo, y yo me caería, pues dudaba mucho de que mis rodillas pudieran sostenerme,pero afortunadamente no entraba entre sus planes soltarme. Se giró conmigo aún abrazada a su cuello, caminó torpemente en dirección a la cama que había en el cuarto, y cuando estuvimos lo suficientemente cerca, me tiró sobre el colchón. Me lanzó suavemente, podría decir que él se estaba conteniendo, lo notaba en la tensión de sus brazos, y en la forma en la que me cargaba.
Quedé boca abajo, con el pecho rozando la suave tela de satén de las sábanas, y durante unos segundos, gocé de la satisfacción de descansar sobre aquel mullido lecho. Pero la tranquilida
Tal y como Danisa había intuido antes de acostarse, el despertador se convirtió en un martirio a la mañana siguiente; su pitido incesante la cansó enseguida, y pronto decidió que prefería levantarse a seguir escuchándolo más rato. Se dio una rápida ducha, intentado borrar de su cuerpo todo rastro de la noche anterior, y se visitió con un elegante vestido entallado, de tela de pata de gallo, que combinó con los mismos zapatos que había lucido el día anterior,y también con el mismo bolso. Volvió a aplicarse un toque de color a los labios, aunque esta vez escogió el rosa fucsia que le encantaba, y se perfumó con unas gotas de su perfume preferido. En cuanto estuvo lista para salir, sonrió frente al espejo, y se prometió que iba a ser un gran día. Volvió a coger el mismo autobús, maravillándose con los nuevos detalles que se había perdido en su primer viaje, y se bajó en la misma parada, que quedaba realmente cerca de su oficina. Una vez estuvo sentada frente a s
La mañana de Michael era un desastre, a pesar de todo lo sucedido la noche anterior, y de que apenas había dormido cinco horas, el problema no era ese. Por la mañana, se había levantado para salir a correr, con el propósito de volver a recuperar el estado atlético que un día tuvo, pero antes de salir del hotel, lo habían avisado de recepción.Él se acercó pensando que se trataría de algo sin importancia, como saber si ese día pensaba desayunar allí o no, pero cuando llegó a la altura de la recepcionista, se dio cuenta, por su expresión grave, de que algo sucedía.- Discúlpeme.- comenzó ella.- no quería molestarlo en su horario de hacer deporte, pero como lleva ya bastantes días con nosotros, y no ha dado ningún problema, me gustaría tratar este tema personalmente
Danisa leyó el mensaje varias veces, y a pesar de que sabía que debería sentirse indiferente ante la declaración de intenciones del misterioso hombre que la citaba esa noche, se sentía inquieta de anticipación. Le dolían los muslos, de la fuerza con la que los estaba apretando para evitar ser consciente de la humedad que se extendía entre ellos.- ¿Danisa?Se giró hacia la persona que emergía de la puerta de su despacho, y contempló a su compañero de trabajo, era uno de los miembros de su equipo, y la miraba atentamente, y en ese momento, ella se dio cuenta de que aún estaban trabajando.- ¿Si?- Venía a traer el boceto del abrigo que me has pedido esta mañana.- Si, claro, Margo, pasa y muéstramelo.La chica pasó sin darle mayor importancia su mira
Faltaban cinco minutos para la hora a la que había quedado con la mujer del club, y aún estaba en el vestíbulo, esperando a que me dejaran entrar en aquel club que me estaba volviendo loco. Mientras contemplaba el semáforo en rojo de la pequeña habitación en la que me encontraba, y que servía para marcar cuando la recepción del club estaba ocupada con otro miembro; pensé en la última vez que me había sentido así.Traté de rememorar si mi compañera, Rose, me había hecho sentir de esta forma en alguna ocasión, y decidí que nunca, pues ni siquiera habíamos sido capaces de completar el apareamiento. Yo nunca había tenido sexo con ella, y tampoco lo echaba de menos, por lo que no me importaba si ella dormía cerca de mi, semi desnuda.Llegué a la conclusión de que la ú
Danisa llevaba ya diez minutos en la barra del bar, tomando uno de esos coloridos cócteles que servían allí, y comenzó a preocuparse por no ver por allí al número doce. El número doce se había convertido para ella en una incógnita, y mientras bebía su cóctel a sorbitos, trató de imaginar que aspecto se escondería tras aquella máscara que él siempre portaba consigo.No conseguía imaginarse sus facciones, pero tampoco le importó. Pensó en su cuerpo delgado;e involuntariamente lo comparó con el de Beta Michael, que había sido musculoso, y había tenido suficiente fuerza para cogerla en brazos, siempre que lo había deseado.Definitivamente, el hombre misterioso era más delgado que Beta Michael; pero ella se sentí
Salí de aquella habitación con la sensación de ser una persona distinta, renovada, repleta de paz, y saciado por la sesión de sexo desenfrenado que acabábamos de vivir. Recuerdo que recorrí los pasillos del club con la chica misteriosa agarrada a mi mano, y me sentí el hombre más dichoso del mundo, y en cuanto traspasé el umbral que separaba aquel pequeño club del resto del mundo, la burbuja explotó.La sala común del club se había convertido para mi en un oasis, un lugar en el que la realidad desaparecía, y me devolvía a mi antiguo ser; volvía a convertirme en el hombre que un día fui; el Beta seguro de si mismo, fuerte e independiente, que era capaz de garantizar la seguridad de una importante manada.Pero volver al vestidor, en el que el chico de siempre me entregaba mi ropa, me hacía sentir indigno, un ser poco merecedor de felicidad. Mientr
Después de la pasión desenfrenada que llevó a Danisa a tomar el control de la noche, ella se fue a su casa, subida en el mismo automóvil que la había recogido unas horas antes,pero sintiéndose mucho más liviana. Contemplaba todo con una inmensa sonrisa, y se sonrojaba con cada recuerdo que cruzaba su mente. Ella no era demasiado vergonzosa, ni sentía ningún tipo de vergüenza por las estrías que recorrían sus muslos, o la pequeña barriga que se marcaba en su zona central. Simplemente aceptaba su cuerpo, antes más delgado, y ahora más grueso; y también aceptaba las necesidades que éste tenía, por eso motivo consideraba que la sexualidad era algo que formaba parte de ella, y no sentía la necesidad de avergonzarse por ser fogosa, y tomar el control en la cama.Y precisamente por su forma de ser, no se preocupó demasiado cuando el
Las horas de trabajo de aquel viernes se me estaban haciendo eternas. Había dormido mal, pues justo antes de acostarme vi en la pantalla de mi teléfono móvil el icono de mensaje, y aunque me había prometido a mi mismo, cortar de raíz mi relación con el club, no pude evitar la tentación de abrirlo.Lo leí deprisa, y luego volví a releerlo, paladeando las palabras, y disfrutando secretamente de la familiaridad que aquel mensaje destilaba.Puede que no fuera muy elaborado, pero el estilo era claro, y muy semejante a la forma en que aquella chica misteriosa se comportaba. Era clara, concisa, e iba siempre al grano; se notaba que sabía lo que quería, y no le asustaba pelear por ello.Eso enardeció mi espíritu, y la imaginé de nuevo desnuda, sobre mi, montándome como una valquiria, y antes de saber como había