Las horas de trabajo de aquel viernes se me estaban haciendo eternas. Había dormido mal, pues justo antes de acostarme vi en la pantalla de mi teléfono móvil el icono de mensaje, y aunque me había prometido a mi mismo, cortar de raíz mi relación con el club, no pude evitar la tentación de abrirlo.
Lo leí deprisa, y luego volví a releerlo, paladeando las palabras, y disfrutando secretamente de la familiaridad que aquel mensaje destilaba.
Puede que no fuera muy elaborado, pero el estilo era claro, y muy semejante a la forma en que aquella chica misteriosa se comportaba. Era clara, concisa, e iba siempre al grano; se notaba que sabía lo que quería, y no le asustaba pelear por ello.
Eso enardeció mi espíritu, y la imaginé de nuevo desnuda, sobre mi, montándome como una valquiria, y antes de saber como había
Era ya mediodía del viernes, y Danisa estaba muy nerviosa, llevaba toda la mañana esperando a que su jefa la llamara para acudir a su despacho, y por si la ausencia de avances en el trabajo no fuera suficiente, encima el misterioso hombre del club no había respondido a su mensaje.Volvió a actualizar su bandeja de entrada de la aplicación de mensajes que utilizaba para concertar las citas, y comprobó que seguía sin ningún mensaje nuevo. Estaba intrigada, mirando en la zona de ajustes del móvil, para comprobar que efectivamente estaban todo correctamente activado, cuando una voz la distrajo de sus propósitos.- ¿En eso inviertes el día, Danisa?La voz correspondía a su jefa, y en cuanto la escuchó, levantó la cabeza, y delos nervios, sintió como el pequeño teléfono se le resbalaba, y salía volando hasta impactar contra el suelo.
Me pasé toda la tarde del viernes dando vueltas al despacho que Carl me había asignado dentro de su compañí, pensé en multitud de respuestas con las que declinar amablemente la invitación de la chica misteriosa del club, pero ninguna de ellas me gustaba; y no me gustaban, porque realmente quería acudir a aquella cita.Quería hacerla mia, y arrancarle la máscara con la que se cubría el rostro, pues sentía que ella me pertenecía. Luego lo pensé adecuadamente, y me di cuenta, de que aunque no lleváramos puestas nuestras máscaras, y aunque no hubiéramos firmado un acuerdo que nos impedía hablar sobre nuestras vidas reales; aún así, yo no querría que ella supiera nada de mi vida fuera de sus cuatro paredes.Fuera de la sala común del club, no era más que un lobo que no tenía ya manada, pues mi suegro había de
Solté al hombre misterioso en cuanto me di cuenta de que el abrazo se prolongaba más de lo que era aceptable. De hecho, ni siquiera sé porqué lo abracé, fue un impulso, uno de esos que dominaban a la antigua Danisa, pero de los que ya nunca hacía caso, al menos hasta esta noche, cuando sentí la necesidad de estrecharlo fuertemente, de sentir su calor fundiéndose con el mio, derritiendo todas las obligaciones que me imponía cada día, y todas las mentiras que enterraban a la verdadera Danisa en un rincón de mi alma.Me solté de su agarre, y él tomó mi mano con un movimiento tierno, que me hizo desearlo aún más. Comenzamos a encaminarnos hacia la zona de habitaciones, él pasó de largo por aquellas en las que se indicaba que otros podían mirar; supongo que porque con una sola vez le había resultado suficiente; y siguió ca
Abrí los ojos al sentir como mi cuerpo se vaciaba dentro de aquella mujer misteriosa, me sentía en la gloria después de correrme en su interior. En cuanto me hube recuperado de la fuerte sensación que me causó el sexo, me encaminé hacia el baño de la habitación. Entré en la ducha, giré el grifo hacia el agua caliente, y dejé que el chorro me caldeara el cuerpo. Sentía mis entrañas aún excitadas, y decidí girar el grifo en dirección al agua fría, claramente lo necesitaba; aunque el destino estaba a punto de sorprenderme de nuevo.El agua fría me hacía protestar, y estremecerme, pero decidí seguir castigándome, hasta que de pronto sentí agua caliente saliendo de nuevo y lavando mi cuerpo. Abrí los ojos, y vi que ya no estab
En cuanto Danisa sintió el placer de aquel tercer orgasmo, se levantó de la cama, se cubrió como pudo con el negligé y la bata de seda, y salió de la habitación sin despedirse. No se paró a ver cuanta gente había en la sala común, simplemente se encaminó hacia la zona del vestidor, para poder ponerse su ropa e irse a casa.No sabía porqué motivo estaba actuando de ese modo, simplemente era lo único que podía hacer después de lo que había vivido. Se sentía vacía sin su contacto, sin su cuerpo fuerte apretando el suyo, e insuflándole una vida que no tenía cuando estaba lejos de él.Llegó al vestidor, se puso la ropa con la que había ido a aquel club que le estaba robando el alma, y mientras iba de vuelta a su pequeño apartamento, sacó el teléfono móvil de su bolso, y escribió un
Me levanté somnoliento, pues había pasado la noche prácticamente en vela, analizando una y otra vez las palabras reflejadas en el escueto mensaje que la mujer del club me había mandado tras salir prácticamente corriendo de la sala. En un principio pensé que sería una trampa, una forma de poner a prueba los novatos como yo; luego lo volví a analizar, y pensé que tampoco tenía mucho sentido hacer algo así, pues a fin de cuentas, alguien del club tendría que presentarse a la hora indicada en el mensaje en medio de Paris, y constatar que él acudía; y entre uno y otro pensamiento pasó la noche, hasta que al fin, en torno al amanecer se quedó tan profundamente dormido, que no escuchó el sonido del despertador.Cuando abrió los ojos, él solo, y sin saber porqué motivo se había desvelado, se asustó al ver luz por la ventana, pens&oa
Danisa abrió los ojos tanto, que la situación hubiera resultado cómica para cualquiera que la viera desde fuera, sin saber la tormenta de sentimientos que ambos estaban viviendo. - ¿Michael? ¿Eres tú? Danisa, con su habitual falta de reparos, lo miró de arriba a abajo, reparando en lo delgado que estaba, y que ya no era el hombre fuerte que una vez la cogiera en brazos, y la empotrara contra la pared. Estaba mucho más delgado, y sus ojos parecían tristes, es lo primero en lo que Danisa reparó. - Si, soy yo, ¿qué demonios haces tú aquí? Llevaba dos años sin verte, y de pronto, nos encontramos al otro lado del mundo. - Estoy viviendo aquí. La respuesta fue seca, concisa, no invitaba a preguntar nada más, pero Michael no se rindió. - Yo también, llevó aquí un tiempo, vine para hacer negocios, pero al final he tenido que quedarme por aquí.
No tardaron mucho en llegar allí, menos de media hora, porque a pesar de que no paraban de hacer cortar paradas para besarse, y acariciarse, caminaron deprisa, expectantes por llegar, y refugiarse en la intimidad de su casa.En cuanto cruzaron el umbral de la puerta, Danisa lo observó todo expectante. A pesar de la declaración de Michael, que le había dicho que su compañera no estaba allí, ella casi esperaba encontrar fotografías, o ropa de la mujer que se había apareado con él.Pero no fue así. El apartamento era asépticamente impersonal, no había nada que reflejara la personalidad de Michael, y de hecho, parecía un hotel, con sus cuadros que representaban el Paris de los años noventa, y sus jarrones en tonos que contrastaban con el blanco de las paredes.Se quitó el abrigo, lo colgó en el perchero de l