Camino rumbo a mi casa, he terminado tan tarde el trabajo que no hay autobuses que pueda usar y los taxis están fuera de mi presupuesto. Por eso, con mucho miedo camino por las calles de Nueva York implorando que no sea una de las miles de mujeres que aparecen muertas y no saben porque.
Sin embargo, aún estoy lejos de mi destino cuando escucho unos disparos que me hacen correr aunque me siento extremadamente agotada. El miedo, me hace ver cosas que no son y las ganas de vivir son tan grandes que corro más rápido de lo que estoy acostumbrada. Pero, la suerte no parece estar de mi lado. Porque choco con alguien que huele a pólvora y sangre. Por la rapidez con la que corría, el impacto me hace rebotar y caer al suelo. El hombre me observa sorprendido y yo retrocedo con temor al ver como de sus brazos sale sangre y ni siquiera así suelta sus armas. — Perfecto. — dice él acercándose a mí. — Por favor, no me haga daño. — digo intentando correr, pero, él me agarra con brusquedad y me pega a su cuerpo. — Quédate quieta si no quieres morir. — advierte él y yo tensiono mi cuerpo. — Señor, no me haga daño. — Quieren matarme, ayúdame a fingir que somos pareja y te dejaré ir. Nunca he actuado en mi vida, pero, si eso va a salvarme la vida, daré lo mejor de mí. Por eso, me giro de rodeo su cuello con mis brazos para besarlo con tanto salvajismo que él me pega contra la pared y yo gimoteo justo cuando se escuchan varios pasos. El hombre que beso, se quita la chaqueta y agarra mi pierna para que la suba hasta su cadera, mientras toca todo mi cuerpo. ‘Dios, soy yo otra vez, ayúdanos a salir de este problema.’ Me digo mentalmente. — Búsquenlo, no puede quedar vivo. Ese perro hay que matarlo hoy mismo. — dice el hombre con molestia. — Sí, señor. — responden varios hombres que corren del otro lado de la calle. Ellos se alejan y yo aparto al hombre que parece robarme el alma y toda energía. Por eso, puedo ver como ambos se marchan lejos sin prestarnos demasiada atención. — Se han ido. — susurro alejando al hombre de mí, pero, apenas hago eso el hombre cae al suelo desplomado. Angustiada, intento correr lejos porque no quiero que me metan en problemas, pero, el temor que realmente este muerto, hace que retroceda y revise si tiene signos vitales. — Esta vivo. — digo aliviada. — Duele… — ¿Debo llevarte a un hospital? — Me matarán si me llevan allá. — Entonces, ¿llamo a tu familia? ¿quieres que hable a tu amigo o…? Él no responde y yo miro a mi alrededor intentando conseguir alguna ayuda, pero, los disparos a lo lejos me impiden hacerlo. Aunque no es mi problema, no puedo solo marcharme y dejarlo en el suelo agonizando, así que, sin otra opción para ayudarlo, corro hacia el túnel donde siempre hay pocos indigentes con carros de compra. Con cuidado y pidiéndole a Dios que me perdone por robar, corro con el carro de compras en el que con dificultad subo a un hombre de más de dos metros de altura. — Deberían darme un premio por esto. — susurro al ver como el hombre que no entra en el carro por lo alto que es, no se mueve ni se queja por el dolor. Sonriente por mi hazaña me enfrento a un nuevo problema: ¿A dónde lo voy a llevar? Preocupada miro a mi alrededor aunque la respuesta es evidente, porque nunca he llevado a un hombre a mi pequeña habitación y menos a alguien armado. Pero, pensando mucho sobre lo que debería o no hacer, termino llevándolo a mi habitación implorando que eso no me cueste la vida. Como puedo, lo acuesto en la cama y corro hacia el baño donde está el botiquín de primeros auxilios para intentar sanar las heridas que tiene, pero, casi todas las heridas son de balas que perforaron su cuerpo. — Sin duda, su intención era matarlo. — digo preocupada. Buscando en internet como curar una herida de bala, hago mi mejor esfuerzo y me quedo vigilando que no tenga fiebre o tenga una hemorragia. Así pasan las horas donde yo duermo sentada cuidando a un extraño hasta que la alarma para ir al trabajo suena. — Que agotador. — susurro entrando a la pequeña ducha donde observo hacia mi visita no deseada, porque mi habitación es tan pequeña que el baño y la cocina están en la habitación. Por fortuna, no se despierta y por eso, me coloco la ropa rápido mientras preparo el desayuno implorando que mi buena obra no me cause la muerte o problemas con mi arrendataria. — ¿Quién eres y por qué me has traído aquí? — pregunta una voz frívola apuntando a mi cabeza con un arma. Es entonces cuando lamento lo tonta que he sido porque curé sus heridas, pero, su arma la dejé a su alcance. Además de eso, fui muy descuidada porque solo noté que se había despertado porque el frio de su arma toca mi cabeza. ‘Que tonta has sido.’ Me quejo mentalmente. — Yo soy una ciudadana que te ayudó para que no te matarán anoche. — digo en un susurro mientras internamente grito por una ayuda que no llegara. — No te creo. — Soy la chica que besaste ayer para que no creyeran que eras tú, pero, después de eso te desmayaste y no tuve otra opción que traerte a mi casa. — Esto no puede llamarse casa, más grande es mi baño que este asqueroso lugar. — ¡Respeta mi casa! No es mucho, pero es mi humilde hogar. — digo girándome con molestia, solo para ver al chico que sonríe de lado. Por lo que, me aferro a la cuchara con la que estaba revolviendo el huevo. — Sí, eres la chica de anoche. — dice él guardando su arma. — ¿Cómo te sientes? — Eres extraña, acabo de apuntarte y me preguntas como me encuentro cuando deberías quejarte porque después de ayudarme desconfíe de ti. — No puedo quejarme con alguien armado, no soy tonta. — digo de inmediato y eso le causa risa. — Eres una chica inteligente. — Voy a servirte el desayuno, espero que te marches lo más pronto posible, debo ir a trabajar. — digo girándome para servir los huevos con un poco de pan. Desesperada, tomo mis cosas bajo la mirada del hombre extraño que parece muy cómodo para mencionar que sea una pocilga.Me he concentrado tanto en mi trabajo que cuando llego a mi casa grito al ver aún a mi visita inesperada acostada en mi cama.— ¡¿Qué pasó?! — grita él apuntándome para después suspirar profundo.— ¿Qué haces aquí? — pregunto molesta.— ¿Me estás echando acaso?— Debes marcharte, este es mi espacio y contigo aquí no tengo donde dormir.— Puedes dormir a mi lado.— ¿Eres mi esposo, señor? Porque solo los esposos duermen juntos.El hombre que parece muy cómodo en mi casa, me sonríe, pero, no se molesta en alejarse de mi cama o marcharse, porque se acomoda más como si no estuviera herido.— Entonces eres virgen. — dice él en tono burlón.— Si soy o no virgen no es tu problema.— Tienes razón, no es mi problema. Parece que estás molesta porque me encuentre aquí.— No te conozco y es evidente que eres alguien peligroso, por eso no te quiero aquí. Si vienen tus enemigos, nos matarán y nadie podrá salvarnos.— No te preocupes, ya vamos a marcharnos, solo te estaba esperando.— ¿Marcharnos? ¿
Yo sí quiero saber en qué planeta, dimensión desconocida o realidad alterada yo soy su mujer, porque en esta sin duda no lo es. Pero, no tengo tiempo para aclarar algo así, porque los disparos no se hacen esperar y el hombre despiadado que no le preocupa que este en medio de los disparos continua con el enfrentamiento que reafirma el hecho que soy su mujer.— ¡No apunten a Arnold, maten a la maldita mujer! — grita el hombre.— Pero, ¿yo que culpa tengo? Yo no he pedido que se maten entre sí. — digo llorando.— No se preocupe, señora Krick, nosotros la protegemos. — dice uno de ellos y si pudiera me quitara el zapato para golpearle la cabeza.— ¡Yo no soy la señora Krick! — grito levantándome con enojo, pero, rápidamente Arnold me hace agacharme solo para observar cómo perforan la pared porque varias personas apuntaron hacia el mismo lugar.‘Así hubiese quedado mi cabeza por haber sido tan imprudente.’ Me quejo mentalmente.Agradezco a Dios por tener la oportunidad para vivir un poco m
Los disparos poco a poco cesan porque nos movemos lejos del caos entre ellos, porque en mi mente hay un caos más grande del que hubo cuando Noé se marchó en su arca dejando a los incrédulos sufrir por el diluvio.‘Esto no puede estar pasándome, Dios. ¿Por qué tuve que cruzarme con un lunático?’ me quejo mentalmente.— Señor Krick, entienda algo: usted no me interesa como hombre.— Ohh…— dicen los escoltas que nos acompañan en el auto y eso hace él que suspire profundo.— No sabía que tenías tan terrible gusto para no interesarte.Lo reconozco, este hombre es atractivo, mide más de dos metros, tiene muchos músculos, su cabello es negro como la noche y aunque sus ojos son de un azul hermoso, parecen los de un lobo con ojos rojos feroces.Su rostro tan simétrico y perfecto podría hacerlo pasar por modelo… uno de los más hermosos y no como el mafioso que es, además, notando su ropa diría que es adinerado, así que, si me dejo llevar solo por el físico, es totalmente mi tipo, de ese que sol
En seguida me quedo inmóvil, lo que menos quiero es comprobar las amenazas de un mafioso, por eso, él sonríe complacido y se aleja lentamente de mí sin dejar de mirarme de esa forma que demuestra que esta complacido con mi actitud.— Me alegra que comprendas en la posición en la que te encuentras.— No quiero ser parte de esto. — digo decidida.— Lamento informarte que no tienes otra opción.— ¿Por qué?— Porque lo digo yo.Lo observo seriamente intentando buscar la manera de poder persuadirlo, pero, si no lo persuadieron los tiros que ha recibido de ese tal Marlon para tratarlo bien, dudo que unas pocas palabras lo convenzan.— ¿Por qué me estás haciendo esto a mí?— Ya te lo dije.— Si quieres agradecerme entonces dame unos millones y déjame en un lugar agradable.— Pequeña, esa recompensa carece de agradecimiento, así que, no voy a dártelo.‘Eso estuvo cerca.’ Me quejo mentalmente.— Pero…— Te daré algo mejor: la nacionalidad. Eres inmigrante, así que, eso vale más que muchos mill
‘Me antojé.’ Me digo mentalmente.Lo reconozco, este secuestrador es muy atractivo para simplemente fingir que no me provoca cuando su cuerpo, a pesar de las marcas es atractivo. Por eso, intento ser fuerte y no caer al deseo carnal cuando eso podría condenarme.— No entiendo porque confías tanto en mí, quizás las demás no te han disparado, pero, yo sí.— Entonces inténtalo, así me evito la curación dolorosa. — dice él mientras una mujer con escote demasiado pronunciado toca sus hombros.— Señor Krick, está muy herido. Déjeme atenderlo.— Explíquele a mi mujer lo que debe hacer, ella lo hará. — dice él observándome fijamente, como si estuviera esperando una reacción alterada.La doctora me observa molesta y yo solo le sonrío, porque este hombre no es mío para estar peleándolo, por mí que se lo lleve.— Le diré entonces que es lo que tiene que hacer, aunque sugiero que una profesional lo haga.— Ella será una profesional, debe serlo para atender mis heridas en todo momento. — dice Arno
Me quedo en silencio, tal parece que no miente con lo que me está diciendo, después de todo, ¿Qué ganaría haciéndolo si solo es él quien se lastima? Es eso lo que me muestra en esa mirada dura con la que castiga a todos.— ¿Por qué no te trataban bien?— Era la orden de mi padre, nadie podía ser bueno conmigo porque eso me dañaría, él necesitaba tener una máquina para matar y por eso, no perdonaba que me secuestraran cuando tenía cuatro años, porque yo no podía permitirlo.— Eso es terrorífico. — digo angustiada ante la pequeña posibilidad de una crianza de esa forma.— Nadie fuera de este mundo se acostumbraría a algo así, ni siquiera sobreviviría, pero en mi familia es un entrenamiento común, por eso es normal que nadie trate bien a otros, con respeto sí, pero, no con cariño y eso es lo que busco en ti. — dice observándome fijamente como si me suplicara que me quedara.Entiendo su punto, quiere lo que nunca ha obtenido pero, no puedo simplemente darle todo lo que quiere por una naci