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La debilidad del mafioso
La debilidad del mafioso
Por: Lala-Sula
Capítulo 1: Actuar para sobrevivir.

Camino rumbo a mi casa, he terminado tan tarde el trabajo que no hay autobuses que pueda usar y los taxis están fuera de mi presupuesto. Por eso, con mucho miedo camino por las calles de Nueva York implorando que no sea una de las miles de mujeres que aparecen muertas y no saben porque.

Sin embargo, aún estoy lejos de mi destino cuando escucho unos disparos que me hacen correr aunque me siento extremadamente agotada. El miedo, me hace ver cosas que no son y las ganas de vivir son tan grandes que corro más rápido de lo que estoy acostumbrada.

Pero, la suerte no parece estar de mi lado. Porque choco con alguien que huele a pólvora y sangre. Por la rapidez con la que corría, el impacto me hace rebotar y caer al suelo. El hombre me observa sorprendido y yo retrocedo con temor al ver como de sus brazos sale sangre y ni siquiera así suelta sus armas.

— Perfecto. — dice él acercándose a mí.

— Por favor, no me haga daño. — digo intentando correr, pero, él me agarra con brusquedad y me pega a su cuerpo.

— Quédate quieta si no quieres morir. — advierte él y yo tensiono mi cuerpo.

— Señor, no me haga daño.

— Quieren matarme, ayúdame a fingir que somos pareja y te dejaré ir.

Nunca he actuado en mi vida, pero, si eso va a salvarme la vida, daré lo mejor de mí. Por eso, me giro de rodeo su cuello con mis brazos para besarlo con tanto salvajismo que él me pega contra la pared y yo gimoteo justo cuando se escuchan varios pasos.

El hombre que beso, se quita la chaqueta y agarra mi pierna para que la suba hasta su cadera, mientras toca todo mi cuerpo.

‘Dios, soy yo otra vez, ayúdanos a salir de este problema.’ Me digo mentalmente.

— Búsquenlo, no puede quedar vivo. Ese perro hay que matarlo hoy mismo. — dice el hombre con molestia.

— Sí, señor. — responden varios hombres que corren del otro lado de la calle.

Ellos se alejan y yo aparto al hombre que parece robarme el alma y toda energía. Por eso, puedo ver como ambos se marchan lejos sin prestarnos demasiada atención.

— Se han ido. — susurro alejando al hombre de mí, pero, apenas hago eso el hombre cae al suelo desplomado.

Angustiada, intento correr lejos porque no quiero que me metan en problemas, pero, el temor que realmente este muerto, hace que retroceda y revise si tiene signos vitales.

— Esta vivo. — digo aliviada.

— Duele…

— ¿Debo llevarte a un hospital?

— Me matarán si me llevan allá.

— Entonces, ¿llamo a tu familia? ¿quieres que hable a tu amigo o…?

Él no responde y yo miro a mi alrededor intentando conseguir alguna ayuda, pero, los disparos a lo lejos me impiden hacerlo. Aunque no es mi problema, no puedo solo marcharme y dejarlo en el suelo agonizando, así que, sin otra opción para ayudarlo, corro hacia el túnel donde siempre hay pocos indigentes con carros de compra.

Con cuidado y pidiéndole a Dios que me perdone por robar, corro con el carro de compras en el que con dificultad subo a un hombre de más de dos metros de altura. 

— Deberían darme un premio por esto. — susurro al ver como el hombre que no entra en el carro por lo alto que es, no se mueve ni se queja por el dolor.

Sonriente por mi hazaña me enfrento a un nuevo problema: ¿A dónde lo voy a llevar?

Preocupada miro a mi alrededor aunque la respuesta es evidente, porque nunca he llevado a un hombre a mi pequeña habitación y menos a alguien armado. Pero, pensando mucho sobre lo que debería o no hacer, termino llevándolo a mi habitación implorando que eso no me cueste la vida.

Como puedo, lo acuesto en la cama y corro hacia el baño donde está el botiquín de primeros auxilios para intentar sanar las heridas que tiene, pero, casi todas las heridas son de balas que perforaron su cuerpo.

— Sin duda, su intención era matarlo. — digo preocupada.

Buscando en internet como curar una herida de bala, hago mi mejor esfuerzo y me quedo vigilando que no tenga fiebre o tenga una hemorragia. Así pasan las horas donde yo duermo sentada cuidando a un extraño hasta que la alarma para ir al trabajo suena.

— Que agotador. — susurro entrando a la pequeña ducha donde observo hacia mi visita no deseada, porque mi habitación es tan pequeña que el baño y la cocina están en la habitación.

Por fortuna, no se despierta y por eso, me coloco la ropa rápido mientras preparo el desayuno implorando que mi buena obra no me cause la muerte o problemas con mi arrendataria.

— ¿Quién eres y por qué me has traído aquí? — pregunta una voz frívola apuntando a mi cabeza con un arma.

Es entonces cuando lamento lo tonta que he sido porque curé sus heridas, pero, su arma la dejé a su alcance. Además de eso, fui muy descuidada porque solo noté que se había despertado porque el frio de su arma toca mi cabeza.

‘Que tonta has sido.’ Me quejo mentalmente.

— Yo soy una ciudadana que te ayudó para que no te matarán anoche. — digo en un susurro mientras internamente grito por una ayuda que no llegara.

— No te creo.

— Soy la chica que besaste ayer para que no creyeran que eras tú, pero, después de eso te desmayaste y no tuve otra opción que traerte a mi casa.

— Esto no puede llamarse casa, más grande es mi baño que este asqueroso lugar.

— ¡Respeta mi casa! No es mucho, pero es mi humilde hogar. — digo girándome con molestia, solo para ver al chico que sonríe de lado.

Por lo que, me aferro a la cuchara con la que estaba revolviendo el huevo.

— Sí, eres la chica de anoche. — dice él guardando su arma.

— ¿Cómo te sientes?

— Eres extraña, acabo de apuntarte y me preguntas como me encuentro cuando deberías quejarte porque después de ayudarme desconfíe de ti.

— No puedo quejarme con alguien armado, no soy tonta. — digo de inmediato y eso le causa risa.

— Eres una chica inteligente.

— Voy a servirte el desayuno, espero que te marches lo más pronto posible, debo ir a trabajar. — digo girándome para servir los huevos con un poco de pan.

Desesperada, tomo mis cosas bajo la mirada del hombre extraño que parece muy cómodo para mencionar que sea una pocilga.

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