Los disparos poco a poco cesan porque nos movemos lejos del caos entre ellos, porque en mi mente hay un caos más grande del que hubo cuando Noé se marchó en su arca dejando a los incrédulos sufrir por el diluvio.
‘Esto no puede estar pasándome, Dios. ¿Por qué tuve que cruzarme con un lunático?’ me quejo mentalmente. — Señor Krick, entienda algo: usted no me interesa como hombre. — Ohh…— dicen los escoltas que nos acompañan en el auto y eso hace él que suspire profundo. — No sabía que tenías tan terrible gusto para no interesarte. Lo reconozco, este hombre es atractivo, mide más de dos metros, tiene muchos músculos, su cabello es negro como la noche y aunque sus ojos son de un azul hermoso, parecen los de un lobo con ojos rojos feroces. Su rostro tan simétrico y perfecto podría hacerlo pasar por modelo… uno de los más hermosos y no como el mafioso que es, además, notando su ropa diría que es adinerado, así que, si me dejo llevar solo por el físico, es totalmente mi tipo, de ese que solo es satisfecho cuando veo las novelas y películas. Pero, sé en que trabaja y lo que menos quiero es ser parte de un mundo tan salvaje y hostil, yo no quiero algo así. Por eso, debo dejar las cosas claras con él antes que todo se retuerza más de lo que ya está. — Yo no tengo un terrible gusto, solo no me interesa estar con un hombre. — ¿Te gustan las mujeres? — No, no me gustan las mujeres, Arnold. Solo quiero concentrarme en trabajar para ser una ciudadana útil en este país donde no tener respaldo nos vuelve blanco de maltratos y humillaciones. — Oh, ahora comprendo porque eres tan salvaje, eres una inmigrante. — Sí, lo soy. — Perfecto, puedo darte la nacionalidad que necesites, ya que, soy estadounidense. — ¡¿En serio?! — digo de inmediato con mucho interés. Para estar en Estados Unidos tuve que pasar por muchos peligros, incluso tuve que caminar por la selva Darién donde muchas personas murieron o fueron abusadas por grupos armados, por lo que, obtener la nacionalidad después de trabajar tanto para poder tener medianamente algo así, sería maravilloso. Pero, esa sonrisa complacida de Arnold me dice que el precio por ello será alto, ¿acaso va a darme la nacionalidad para después sacarme los órganos y llenarme de armas o algo peor? — ¿En qué piensas que te ves horrorizada, pequeña? — ¿Vas a matarme? — No, si quisiera eso no te tendría aquí, Eva. No seas paranoica. — Eres un mafioso. — Pero también soy un hombre, así que, si quieres tener la nacionalidad, puedes obtenerla de una forma. — ¿Cómo? — pregunto y él me agarra con tanta fuerza y rapidez que comienzo a sospechar que esas heridas de bala son mentira. Aunque quiero golpearlo, termino siendo yo quien me golpeo porque al subir sobre su cuerpo quedo muy alta al punto que mi cabeza golpea con el techo del auto. Por eso, él acaricia mi cabeza lamentando lo que sucedió como si no fuera su culpa. — Debes tener calma, mi pequeña cabra. Si saltas tanto podrás golpearte otra vez. — ¡Que no soy una cabra! — grito enojada. — Está bien, no eres una cabra. Debo respetarte, mi querida prometida. — dice él y yo me quedo inmóvil. ‘Quizás correr de un lado al otro es lo que está haciendo que no sea lo suficientemente inteligente para entender las cosas que pasan o escucho mal, porque es imposible que de ser su mujer según sus propias palabras ahora sea su prometida.’ Me digo mentalmente. Pero, la sonrisa del hombre que me observa con interés me da a entender que no es que mi inteligencia haya disminuido, es que él está diciendo cosas absurdas. — ¿Qué pasa? ¿Mi pequeña cabra se ha quedado sin energía para golpearme? — Arnold Krick, ¿tú quieres morir ahora mismo? — No podría, me acabo de comprometer y dudo que a mi prometida le agrade quedar viuda antes de tiempo. — ¿Soy un chiste para ti? — No, no eres un chiste, sobre todo, porque no tengo tiempo para las bromas. — ¿Qué te pasa? No me digas que te has enamorado de mí a primera vista. Arnold niega y yo suspiro aliviada, porque no hay cosa peor que un hombre enamorado de uno cuando es uno quien no tiene sentimientos por esa persona y sabiendo que no es alguien amable, sería capaz de secuestrarme solo para tenerme completamente para él. ‘En estos momentos estoy siendo secuestrada y no está enamorado de mí, así que, seguramente todo sería peor si le interesara.’ Me digo mentalmente. — Me enamoré de tus acciones, me cuidaste cuando siempre quien me encontraba lo que hacía era golpearme y tratarme terriblemente para que muriera pronto. Actuaste diferente, hay bondad en tu corazón y yo necesito eso. — ¡Eso no es suficiente! — Necesito una mujer que me cuide, quiero que no dude en ayudarme si se lo pido y si estoy gravemente herido, vigile mi sueño. Siempre he querido eso y tú me lo has dado, ahora que sé lo cálido que se sienten esos gestos no voy a dejar que algún bastardo lo tenga de ti. — ¿Qué has dicho? — Te llevaré a casa conmigo, querida. Serás mi mujer, mi cabra rabiosa. Debería hacer lo contrario para que no me llame así, pero, con lo que me ha dicho me ha confirmado que aunque no está enamorado de mí, piensa aferrarse al punto de hacerme su prisionera y yo no voy a permitir eso. Así que, no me convierto en cabra rabiosa si no, en un toro salvaje, uno que golpea todo lo que tengo cerca sin importarme a quien lastime. Pero, rápidamente soy inmovilizada por el hombre que se coloca sobre mí al punto de que casi me corta la respiración. — Vas a calmarte, pequeña cabra. Te quiero conmigo pero, no aceptaré tus faltas de respeto. — Deja de apuntarme con tu arma, déjame respirar bien. — Esa no es mi arma, es mi polla, Eva. Porque incluso portándote mal el movimiento que has hecho mientras me golpeabas hizo fricción en mi polla y ahora quiero follarte. — Arnold… — Soy hombre, pequeña cabra, así que, si no quieres caminar extraño, quédate quieta. — ¿Vas a abusar sexualmente de mí? — No, pero tengo un poder de convencimiento que podría causar que incluso ahora me abras las piernas para recibirme complacida, ¿quieres comprobarlo? ‘Di que sí, vamos a divertirnos.’ Dice mi mente ignorando que podría morir al intentarlo.En seguida me quedo inmóvil, lo que menos quiero es comprobar las amenazas de un mafioso, por eso, él sonríe complacido y se aleja lentamente de mí sin dejar de mirarme de esa forma que demuestra que esta complacido con mi actitud.— Me alegra que comprendas en la posición en la que te encuentras.— No quiero ser parte de esto. — digo decidida.— Lamento informarte que no tienes otra opción.— ¿Por qué?— Porque lo digo yo.Lo observo seriamente intentando buscar la manera de poder persuadirlo, pero, si no lo persuadieron los tiros que ha recibido de ese tal Marlon para tratarlo bien, dudo que unas pocas palabras lo convenzan.— ¿Por qué me estás haciendo esto a mí?— Ya te lo dije.— Si quieres agradecerme entonces dame unos millones y déjame en un lugar agradable.— Pequeña, esa recompensa carece de agradecimiento, así que, no voy a dártelo.‘Eso estuvo cerca.’ Me quejo mentalmente.— Pero…— Te daré algo mejor: la nacionalidad. Eres inmigrante, así que, eso vale más que muchos mill
‘Me antojé.’ Me digo mentalmente.Lo reconozco, este secuestrador es muy atractivo para simplemente fingir que no me provoca cuando su cuerpo, a pesar de las marcas es atractivo. Por eso, intento ser fuerte y no caer al deseo carnal cuando eso podría condenarme.— No entiendo porque confías tanto en mí, quizás las demás no te han disparado, pero, yo sí.— Entonces inténtalo, así me evito la curación dolorosa. — dice él mientras una mujer con escote demasiado pronunciado toca sus hombros.— Señor Krick, está muy herido. Déjeme atenderlo.— Explíquele a mi mujer lo que debe hacer, ella lo hará. — dice él observándome fijamente, como si estuviera esperando una reacción alterada.La doctora me observa molesta y yo solo le sonrío, porque este hombre no es mío para estar peleándolo, por mí que se lo lleve.— Le diré entonces que es lo que tiene que hacer, aunque sugiero que una profesional lo haga.— Ella será una profesional, debe serlo para atender mis heridas en todo momento. — dice Arno
Me quedo en silencio, tal parece que no miente con lo que me está diciendo, después de todo, ¿Qué ganaría haciéndolo si solo es él quien se lastima? Es eso lo que me muestra en esa mirada dura con la que castiga a todos.— ¿Por qué no te trataban bien?— Era la orden de mi padre, nadie podía ser bueno conmigo porque eso me dañaría, él necesitaba tener una máquina para matar y por eso, no perdonaba que me secuestraran cuando tenía cuatro años, porque yo no podía permitirlo.— Eso es terrorífico. — digo angustiada ante la pequeña posibilidad de una crianza de esa forma.— Nadie fuera de este mundo se acostumbraría a algo así, ni siquiera sobreviviría, pero en mi familia es un entrenamiento común, por eso es normal que nadie trate bien a otros, con respeto sí, pero, no con cariño y eso es lo que busco en ti. — dice observándome fijamente como si me suplicara que me quedara.Entiendo su punto, quiere lo que nunca ha obtenido pero, no puedo simplemente darle todo lo que quiere por una naci
Camino rumbo a mi casa, he terminado tan tarde el trabajo que no hay autobuses que pueda usar y los taxis están fuera de mi presupuesto. Por eso, con mucho miedo camino por las calles de Nueva York implorando que no sea una de las miles de mujeres que aparecen muertas y no saben porque.Sin embargo, aún estoy lejos de mi destino cuando escucho unos disparos que me hacen correr aunque me siento extremadamente agotada. El miedo, me hace ver cosas que no son y las ganas de vivir son tan grandes que corro más rápido de lo que estoy acostumbrada.Pero, la suerte no parece estar de mi lado. Porque choco con alguien que huele a pólvora y sangre. Por la rapidez con la que corría, el impacto me hace rebotar y caer al suelo. El hombre me observa sorprendido y yo retrocedo con temor al ver como de sus brazos sale sangre y ni siquiera así suelta sus armas.— Perfecto. — dice él acercándose a mí.— Por favor, no me haga daño. — digo intentando correr, pero, él me agarra con brusquedad y me pega a
Me he concentrado tanto en mi trabajo que cuando llego a mi casa grito al ver aún a mi visita inesperada acostada en mi cama.— ¡¿Qué pasó?! — grita él apuntándome para después suspirar profundo.— ¿Qué haces aquí? — pregunto molesta.— ¿Me estás echando acaso?— Debes marcharte, este es mi espacio y contigo aquí no tengo donde dormir.— Puedes dormir a mi lado.— ¿Eres mi esposo, señor? Porque solo los esposos duermen juntos.El hombre que parece muy cómodo en mi casa, me sonríe, pero, no se molesta en alejarse de mi cama o marcharse, porque se acomoda más como si no estuviera herido.— Entonces eres virgen. — dice él en tono burlón.— Si soy o no virgen no es tu problema.— Tienes razón, no es mi problema. Parece que estás molesta porque me encuentre aquí.— No te conozco y es evidente que eres alguien peligroso, por eso no te quiero aquí. Si vienen tus enemigos, nos matarán y nadie podrá salvarnos.— No te preocupes, ya vamos a marcharnos, solo te estaba esperando.— ¿Marcharnos? ¿
Yo sí quiero saber en qué planeta, dimensión desconocida o realidad alterada yo soy su mujer, porque en esta sin duda no lo es. Pero, no tengo tiempo para aclarar algo así, porque los disparos no se hacen esperar y el hombre despiadado que no le preocupa que este en medio de los disparos continua con el enfrentamiento que reafirma el hecho que soy su mujer.— ¡No apunten a Arnold, maten a la maldita mujer! — grita el hombre.— Pero, ¿yo que culpa tengo? Yo no he pedido que se maten entre sí. — digo llorando.— No se preocupe, señora Krick, nosotros la protegemos. — dice uno de ellos y si pudiera me quitara el zapato para golpearle la cabeza.— ¡Yo no soy la señora Krick! — grito levantándome con enojo, pero, rápidamente Arnold me hace agacharme solo para observar cómo perforan la pared porque varias personas apuntaron hacia el mismo lugar.‘Así hubiese quedado mi cabeza por haber sido tan imprudente.’ Me quejo mentalmente.Agradezco a Dios por tener la oportunidad para vivir un poco m