En seguida me quedo inmóvil, lo que menos quiero es comprobar las amenazas de un mafioso, por eso, él sonríe complacido y se aleja lentamente de mí sin dejar de mirarme de esa forma que demuestra que esta complacido con mi actitud.
— Me alegra que comprendas en la posición en la que te encuentras. — No quiero ser parte de esto. — digo decidida. — Lamento informarte que no tienes otra opción. — ¿Por qué? — Porque lo digo yo. Lo observo seriamente intentando buscar la manera de poder persuadirlo, pero, si no lo persuadieron los tiros que ha recibido de ese tal Marlon para tratarlo bien, dudo que unas pocas palabras lo convenzan. — ¿Por qué me estás haciendo esto a mí? — Ya te lo dije. — Si quieres agradecerme entonces dame unos millones y déjame en un lugar agradable. — Pequeña, esa recompensa carece de agradecimiento, así que, no voy a dártelo. ‘Eso estuvo cerca.’ Me quejo mentalmente. — Pero… — Te daré algo mejor: la nacionalidad. Eres inmigrante, así que, eso vale más que muchos millones de dólares. — No alardees, una nacionalidad no es tan importante como unos millones de dólares. — Pero, como esposa del jefe de la mafia tendrás mucho dinero para gastar, ¿no es eso mejor? — pregunta Arnold sonriéndome complacida. ‘Eso es un buen punto… ¡¿Qué vas a meditar?! ¡Él pertenece a la mafia!’ me grito mentalmente para no dejarme llevar por la tentación. — Mi respuesta a su propuesta es no. — Querías unos millones y te estoy dando muchos más de los que puedes imaginar y sin trabajar. — Soportar tu vida es un trabajo que podría costarme la vida en cualquier momento, pero, si me das el dinero y me desaparezco de tu vida, no tengo algo que ver con tus asuntos. Así que… — ¿Qué hay de la nacionalidad? — Puedo conseguirla trabajando duro o casándome con alguien más. Solo había respondido hipotéticamente, porque no tengo planeado casarme, pero, mi segunda oración enoja tanto a Arnold que me agarra del cuello para acercarme a él. — Te lo dije, mi pequeña cabra, te quiero para mí. Todos esos cuidados y preocupaciones las quiero solo para mí, así que, si algún bastardo lo obtiene, al segundo siguiente va a morir, ¿comprendes lo que quiero decir, mi pequeña cabra? — No te atreverías. — Personas como yo matamos porque nos hagan enojar o no nos complazcan, así que, al hacer eso estarías calificando en los dos motivos, por lo que voy a preguntarte: ¿te negarás a casarte conmigo para darle lo que quiero de ti a alguien más? ‘Di que no, por tu propio bien, debes decir no.’ Me digo mentalmente. — Debes comprender que no has nacido para ser complacido por todos, por eso, déjame decirte algo que quizás nunca has escuchado: no te voy a complacer. — le respondo determinada, porque si me quebranto él me obligará a hacer cosas peores. — Está bien. — dice él concentrándose en el camino. — ¿Eso es todo? — Sí, es todo. — ¿No vas a casarte conmigo? — Claro que sí, aunque te niegues eso va a suceder, solo se retrasará un poco, porque como te dije, tengo un poder de convencimiento excepcional, por eso, sé que aunque te niegues ahora, en pocos meses o quizás semanas, lo que más desees sea casarte conmigo. — dice él alardeando más de lo debido. Me indigna la seguridad con la que se expresa, pero, no pienso discutir con él sobre eso, después de todo, él no me conoce ni sabe que no es el primero que me propone este tipo de tonterías y yo me he negado. — Hemos llegado a casa, mi querida cabra. — Me dices cabra otra vez y te demostraré que soy un animal mucho más peligroso y violento. — le advierto con frialdad, pero, mis amenazas parecen ser un chiste para él. — Está bien, mi pequeña Eva, la razón para yo pecar y sin remordimientos. — asegura Arnold bajando del auto para extenderme su mano. El lugar, está más hermoso que cualquier casa de millonarios que he visto en la televisión, pero, no me siento cómoda porque sé que fue creada gracias a la muerte de varias personas. — Esta será tu hogar o tu cárcel, todo depende de ti. — dice él y yo de inmediato corro lejos de la casa, pero, rápidamente soy atrapada. — ¡Suéltame! — Una cárcel será entonces. — dice él tan tranquilo que no parece que estuviera herido. Grito e intento alejarme de él, salvarme de la prisión de sus brazos, pero, para él soy como un pequeño perro o gato que puede incluso cargar con una sola mano, por eso, cuando me coloca en su lujoso mueble y me observa con su mirada divertida, comprendo que no bromea al decirme que estaré con él a partir de ahora, sobre todo, porque la casa se cierra herméticamente cuando él aplaude una sola vez. — Debes estar bromeando. — La que debes estar bromeando eres tú que me has curado las heridas para empeorarlas ahora por tu mal comportamiento. — dice él quitándose la ropa delante de mí. De inmediato, cubro mis ojos para no verlo, pero, mi acción parece divertirle porque además de quitarse la ropa se coloca cerca de mí esperando que abra los ojos, por eso, cuando los abro lo primero que encuentro es su ropa interior de color azul apuntándome. — ¡¿Qué estás haciendo?! — Esperando que vengas a curar mis heridas. — dice él divertido, porque sabe perfectamente que no es la manera de pedirlo. — Estas siendo muy descarado. — Lamento decirte que aún no he sido descarado, pero, ¿quieres ver la diferencia? Niego de inmediato, por lo que, se sienta sobre la mesa frente a mí para quitarse la gasa llena de sangre que yo le había colocado en la noche. — Vendrán a curar mis heridas, pero, necesito que estes presente con el arma en tus manos. — ¿Por qué? — Te lo he dicho, no confío en alguien… solo en ti. — dice él entregándome el arma con la que podría matarlo. ‘¿Acaso está loco? Es mi secuestrador y me está dando el arma para matarlo.’ Me digo mentalmente. — ¿Por qué confías tanto en mí? — Hasta el momento, la mujer que beso no tiene intención de matarme y dudo que tu seas la excepción... sobre todo, cuando me deseas tanto o más bien, deseas mi polla. — dice él mirándome con diversión y yo reacciono porque estaba viendo su entrepierna. — ¡No sé de qué hablas! — Lo sabes, no necesitas fingirlo, he decidido que serás mi mujer, así que, puedes desearme, tocarme y sentirme cuantas veces lo desees, será únicamente para ti, mi pequeña cabra. — dice Arnold sonriente y yo no me siento molesta porque me llame cabra.‘Me antojé.’ Me digo mentalmente.Lo reconozco, este secuestrador es muy atractivo para simplemente fingir que no me provoca cuando su cuerpo, a pesar de las marcas es atractivo. Por eso, intento ser fuerte y no caer al deseo carnal cuando eso podría condenarme.— No entiendo porque confías tanto en mí, quizás las demás no te han disparado, pero, yo sí.— Entonces inténtalo, así me evito la curación dolorosa. — dice él mientras una mujer con escote demasiado pronunciado toca sus hombros.— Señor Krick, está muy herido. Déjeme atenderlo.— Explíquele a mi mujer lo que debe hacer, ella lo hará. — dice él observándome fijamente, como si estuviera esperando una reacción alterada.La doctora me observa molesta y yo solo le sonrío, porque este hombre no es mío para estar peleándolo, por mí que se lo lleve.— Le diré entonces que es lo que tiene que hacer, aunque sugiero que una profesional lo haga.— Ella será una profesional, debe serlo para atender mis heridas en todo momento. — dice Arno
Me quedo en silencio, tal parece que no miente con lo que me está diciendo, después de todo, ¿Qué ganaría haciéndolo si solo es él quien se lastima? Es eso lo que me muestra en esa mirada dura con la que castiga a todos.— ¿Por qué no te trataban bien?— Era la orden de mi padre, nadie podía ser bueno conmigo porque eso me dañaría, él necesitaba tener una máquina para matar y por eso, no perdonaba que me secuestraran cuando tenía cuatro años, porque yo no podía permitirlo.— Eso es terrorífico. — digo angustiada ante la pequeña posibilidad de una crianza de esa forma.— Nadie fuera de este mundo se acostumbraría a algo así, ni siquiera sobreviviría, pero en mi familia es un entrenamiento común, por eso es normal que nadie trate bien a otros, con respeto sí, pero, no con cariño y eso es lo que busco en ti. — dice observándome fijamente como si me suplicara que me quedara.Entiendo su punto, quiere lo que nunca ha obtenido pero, no puedo simplemente darle todo lo que quiere por una naci
Camino rumbo a mi casa, he terminado tan tarde el trabajo que no hay autobuses que pueda usar y los taxis están fuera de mi presupuesto. Por eso, con mucho miedo camino por las calles de Nueva York implorando que no sea una de las miles de mujeres que aparecen muertas y no saben porque.Sin embargo, aún estoy lejos de mi destino cuando escucho unos disparos que me hacen correr aunque me siento extremadamente agotada. El miedo, me hace ver cosas que no son y las ganas de vivir son tan grandes que corro más rápido de lo que estoy acostumbrada.Pero, la suerte no parece estar de mi lado. Porque choco con alguien que huele a pólvora y sangre. Por la rapidez con la que corría, el impacto me hace rebotar y caer al suelo. El hombre me observa sorprendido y yo retrocedo con temor al ver como de sus brazos sale sangre y ni siquiera así suelta sus armas.— Perfecto. — dice él acercándose a mí.— Por favor, no me haga daño. — digo intentando correr, pero, él me agarra con brusquedad y me pega a
Me he concentrado tanto en mi trabajo que cuando llego a mi casa grito al ver aún a mi visita inesperada acostada en mi cama.— ¡¿Qué pasó?! — grita él apuntándome para después suspirar profundo.— ¿Qué haces aquí? — pregunto molesta.— ¿Me estás echando acaso?— Debes marcharte, este es mi espacio y contigo aquí no tengo donde dormir.— Puedes dormir a mi lado.— ¿Eres mi esposo, señor? Porque solo los esposos duermen juntos.El hombre que parece muy cómodo en mi casa, me sonríe, pero, no se molesta en alejarse de mi cama o marcharse, porque se acomoda más como si no estuviera herido.— Entonces eres virgen. — dice él en tono burlón.— Si soy o no virgen no es tu problema.— Tienes razón, no es mi problema. Parece que estás molesta porque me encuentre aquí.— No te conozco y es evidente que eres alguien peligroso, por eso no te quiero aquí. Si vienen tus enemigos, nos matarán y nadie podrá salvarnos.— No te preocupes, ya vamos a marcharnos, solo te estaba esperando.— ¿Marcharnos? ¿
Yo sí quiero saber en qué planeta, dimensión desconocida o realidad alterada yo soy su mujer, porque en esta sin duda no lo es. Pero, no tengo tiempo para aclarar algo así, porque los disparos no se hacen esperar y el hombre despiadado que no le preocupa que este en medio de los disparos continua con el enfrentamiento que reafirma el hecho que soy su mujer.— ¡No apunten a Arnold, maten a la maldita mujer! — grita el hombre.— Pero, ¿yo que culpa tengo? Yo no he pedido que se maten entre sí. — digo llorando.— No se preocupe, señora Krick, nosotros la protegemos. — dice uno de ellos y si pudiera me quitara el zapato para golpearle la cabeza.— ¡Yo no soy la señora Krick! — grito levantándome con enojo, pero, rápidamente Arnold me hace agacharme solo para observar cómo perforan la pared porque varias personas apuntaron hacia el mismo lugar.‘Así hubiese quedado mi cabeza por haber sido tan imprudente.’ Me quejo mentalmente.Agradezco a Dios por tener la oportunidad para vivir un poco m
Los disparos poco a poco cesan porque nos movemos lejos del caos entre ellos, porque en mi mente hay un caos más grande del que hubo cuando Noé se marchó en su arca dejando a los incrédulos sufrir por el diluvio.‘Esto no puede estar pasándome, Dios. ¿Por qué tuve que cruzarme con un lunático?’ me quejo mentalmente.— Señor Krick, entienda algo: usted no me interesa como hombre.— Ohh…— dicen los escoltas que nos acompañan en el auto y eso hace él que suspire profundo.— No sabía que tenías tan terrible gusto para no interesarte.Lo reconozco, este hombre es atractivo, mide más de dos metros, tiene muchos músculos, su cabello es negro como la noche y aunque sus ojos son de un azul hermoso, parecen los de un lobo con ojos rojos feroces.Su rostro tan simétrico y perfecto podría hacerlo pasar por modelo… uno de los más hermosos y no como el mafioso que es, además, notando su ropa diría que es adinerado, así que, si me dejo llevar solo por el físico, es totalmente mi tipo, de ese que sol