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Capítulo 5: La cárcel

En seguida me quedo inmóvil, lo que menos quiero es comprobar las amenazas de un mafioso, por eso, él sonríe complacido y se aleja lentamente de mí sin dejar de mirarme de esa forma que demuestra que esta complacido con mi actitud.

— Me alegra que comprendas en la posición en la que te encuentras.

— No quiero ser parte de esto. — digo decidida.

— Lamento informarte que no tienes otra opción.

— ¿Por qué?

— Porque lo digo yo.

Lo observo seriamente intentando buscar la manera de poder persuadirlo, pero, si no lo persuadieron los tiros que ha recibido de ese tal Marlon para tratarlo bien, dudo que unas pocas palabras lo convenzan.

— ¿Por qué me estás haciendo esto a mí?

— Ya te lo dije.

— Si quieres agradecerme entonces dame unos millones y déjame en un lugar agradable.

— Pequeña, esa recompensa carece de agradecimiento, así que, no voy a dártelo.

‘Eso estuvo cerca.’ Me quejo mentalmente.

— Pero…

— Te daré algo mejor: la nacionalidad. Eres inmigrante, así que, eso vale más que muchos millones de dólares.

— No alardees, una nacionalidad no es tan importante como unos millones de dólares.

— Pero, como esposa del jefe de la mafia tendrás mucho dinero para gastar, ¿no es eso mejor? — pregunta Arnold sonriéndome complacida.

‘Eso es un buen punto… ¡¿Qué vas a meditar?! ¡Él pertenece a la mafia!’ me grito mentalmente para no dejarme llevar por la tentación.

— Mi respuesta a su propuesta es no.

— Querías unos millones y te estoy dando muchos más de los que puedes imaginar y sin trabajar.

— Soportar tu vida es un trabajo que podría costarme la vida en cualquier momento, pero, si me das el dinero y me desaparezco de tu vida, no tengo algo que ver con tus asuntos. Así que…

— ¿Qué hay de la nacionalidad?

— Puedo conseguirla trabajando duro o casándome con alguien más.

Solo había respondido hipotéticamente, porque no tengo planeado casarme, pero, mi segunda oración enoja tanto a Arnold que me agarra del cuello para acercarme a él.

— Te lo dije, mi pequeña cabra, te quiero para mí. Todos esos cuidados y preocupaciones las quiero solo para mí, así que, si algún bastardo lo obtiene, al segundo siguiente va a morir, ¿comprendes lo que quiero decir, mi pequeña cabra?

— No te atreverías.

— Personas como yo matamos porque nos hagan enojar o no nos complazcan, así que, al hacer eso estarías calificando en los dos motivos, por lo que voy a preguntarte: ¿te negarás a casarte conmigo para darle lo que quiero de ti a alguien más?

‘Di que no, por tu propio bien, debes decir no.’ Me digo mentalmente.

— Debes comprender que no has nacido para ser complacido por todos, por eso, déjame decirte algo que quizás nunca has escuchado: no te voy a complacer. — le respondo determinada, porque si me quebranto él me obligará a hacer cosas peores.

— Está bien. — dice él concentrándose en el camino.

— ¿Eso es todo?

— Sí, es todo.

— ¿No vas a casarte conmigo?

— Claro que sí, aunque te niegues eso va a suceder, solo se retrasará un poco, porque como te dije, tengo un poder de convencimiento excepcional, por eso, sé que aunque te niegues ahora, en pocos meses o quizás semanas, lo que más desees sea casarte conmigo. — dice él alardeando más de lo debido.

Me indigna la seguridad con la que se expresa, pero, no pienso discutir con él sobre eso, después de todo, él no me conoce ni sabe que no es el primero que me propone este tipo de tonterías y yo me he negado.

— Hemos llegado a casa, mi querida cabra.

— Me dices cabra otra vez y te demostraré que soy un animal mucho más peligroso y violento. — le advierto con frialdad, pero, mis amenazas parecen ser un chiste para él.

— Está bien, mi pequeña Eva, la razón para yo pecar y sin remordimientos. — asegura Arnold bajando del auto para extenderme su mano.

El lugar, está más hermoso que cualquier casa de millonarios que he visto en la televisión, pero, no me siento cómoda porque sé que fue creada gracias a la muerte de varias personas.

— Esta será tu hogar o tu cárcel, todo depende de ti. — dice él y yo de inmediato corro lejos de la casa, pero, rápidamente soy atrapada.

— ¡Suéltame!

— Una cárcel será entonces. — dice él tan tranquilo que no parece que estuviera herido.

Grito e intento alejarme de él, salvarme de la prisión de sus brazos, pero, para él soy como un pequeño perro o gato que puede incluso cargar con una sola mano, por eso, cuando me coloca en su lujoso mueble y me observa con su mirada divertida, comprendo que no bromea al decirme que estaré con él a partir de ahora, sobre todo, porque la casa se cierra herméticamente cuando él aplaude una sola vez.

— Debes estar bromeando.

— La que debes estar bromeando eres tú que me has curado las heridas para empeorarlas ahora por tu mal comportamiento. — dice él quitándose la ropa delante de mí.

De inmediato, cubro mis ojos para no verlo, pero, mi acción parece divertirle porque además de quitarse la ropa se coloca cerca de mí esperando que abra los ojos, por eso, cuando los abro lo primero que encuentro es su ropa interior de color azul apuntándome.

— ¡¿Qué estás haciendo?!

— Esperando que vengas a curar mis heridas. — dice él divertido, porque sabe perfectamente que no es la manera de pedirlo.

— Estas siendo muy descarado.

— Lamento decirte que aún no he sido descarado, pero, ¿quieres ver la diferencia?

Niego de inmediato, por lo que, se sienta sobre la mesa frente a mí para quitarse la gasa llena de sangre que yo le había colocado en la noche.

— Vendrán a curar mis heridas, pero, necesito que estes presente con el arma en tus manos.

— ¿Por qué?

— Te lo he dicho, no confío en alguien… solo en ti. — dice él entregándome el arma con la que podría matarlo.

‘¿Acaso está loco? Es mi secuestrador y me está dando el arma para matarlo.’ Me digo mentalmente.

— ¿Por qué confías tanto en mí?

— Hasta el momento, la mujer que beso no tiene intención de matarme y dudo que tu seas la excepción... sobre todo, cuando me deseas tanto o más bien, deseas mi polla. — dice él mirándome con diversión y yo reacciono porque estaba viendo su entrepierna.

— ¡No sé de qué hablas!

— Lo sabes, no necesitas fingirlo, he decidido que serás mi mujer, así que, puedes desearme, tocarme y sentirme cuantas veces lo desees, será únicamente para ti, mi pequeña cabra. — dice Arnold sonriente y yo no me siento molesta porque me llame cabra.

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