109. Ruta a España

—¿Crees que merezcas una reprimenda? —pregunté, mordía allí donde estaba su pulso y la sentía acelerarse más.

—Sí— se escuchó como un jadeo y eso estiró mis pantalones en mi ingle.

—Subamos, Martha —la levanté alejándola de mi regazo—. Si hago esto aquí toda la casa se enterara de que quiero doblarte en el sofá y castigarte con más que mis manos.

Aunque arriba también la escuchen nadie la verá con esa cara de legítimo placer que me regala con cada toque, cada orgasmo, su rostro se contorsiona en total abandono y eso es sólo mi derecho, no el de alguien más.

Me di cuenta rápidamente que no me saciaré jamás de Martha, su piel sedosa, sus gemidos, sus gestos y su entregan era algo que no había tenido con otra mujer. He estado con un puñado de mujeres y ninguna se puede comparar con Martha, ninguna le llega a la suela del zapato.

Me acosté y la senté en mi regazo, mi polla rozando sus mojados pliegues, ella se levantó en sus rodillas y tomando mi verga con una mano se la introdujo en su i
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