Martha.2 meses y medio despuésDecidimos casarnos en una íntima ceremonia donde sólo había familia a la semana de que Gio recuperará la memoria, me dijo que no íbamos a seguir perdiendo el tiempo, que ya había perdido muchos años buscándome cuando no sabía que yo existía.Se le metió en la cabeza que estábamos para encontrarnos y que no fue casualidad que Miguel trabajará en su tapadera y posterior a eso lo robara el dinero que volvió a su cauce cuando Miguel murió.—Quiero un helado— me queje con Gio—de pistacho.—De ese no tenemos en el freezer, ¿quieres que vaya por él? me pregunta amable, pero se me hace muy feo mandarlo a las diez de la noche a la tienda.—No, déjalo— volví a fijarme en la televisión en frente de mí.—No me importa ir a la tienda por un poco de helado— me recuerda.—Lo sé, pero no importa— insisto en mi mentira cuando en realidad quiero mucho helado de pistacho.—Bien, bien como quieras— se puso a ver la televisión conmigo de nuevo.No habían pasado dos minuto
EPÍLOGOGio20 años despuésEstoy sentado en mi despacho, los años pasan demasiado rápido para mi gusto, Diego ya es todo un hombre y Juliette es toda una mujer que quiere salir y disfrutar y se me revuelve la bilis cada vez que quiere hacerlo.Es una niña muy rebelde y consentida, inteligente e independiente que se parece mucho a su madre en algunas cosas, con mi nariz y los ojos de Martha, siempre supo cómo envolverme en su dedo y comprarme sino ya se encargaba Martha de suavizar el golpe.Escucho un ruido en la puerta y mi bella esposa se asoma, ya tiene alguna canas en su cabello largo de color chocolate que le da distinción, su mirada sigue dulce a pesar de tener ese color de ojos que me ha hipnotizado desde el primer momento. Por eso no pude acabar con su vida en ese cementerio y menos mal no lo hice, me hubiera perdido de la verdadera vida feliz al tener a mi familia.—¿Cómo va el trabajo? —pregunta terminando de entrar luego de darle la señal para que se acerque a mí.—Bien, t
MarthaTengo tres meses sin dirección, me siento como lanzada en una balsa en mar abierto a la deriva, sin agua, ni comida, sin salvavidas, me siento morir mientras nadie cree en mi inocencia.Me culpan por algo que no hice.Me culpan a mí, que no mataba a una cucaracha porque me parecía despreciable ver morir a alguien. Si tan solo recordará esa noche en la que mi vida se derrumbó como un castillo de naipes.—Pónganse de pie para recibir al honorable, juez Carter— habla en voz alta y clara un oficial del juzgado, mis piernas tiemblan, aun así, me pongo de pieAún no puedo creer que esto me estaba pasando parezco disco rayado, pero, esto debía de ser un error una broma de cámara escondida, ¡que por favor griten corte! y todos se rían, pensé en mi fuero interno, pero nadie dijo nada, nadie interrumpió al juez y me sacó de aquí corriendo.—Buenos tardes— saluda educadamente —soy el juez James Carter, de la corte principal de Washington —expresa como cada vez que entra —estamos aquí para
Martha4 meses antesSalgo apurada de la ducha para preparar el desayuno, mi esposo sigue dormido un rato más, bajo las escaleras apuradas y comienzo a sacar del refri lo necesario para el desayuno de mis caballeros. Lo primero que hice fue poner una cafetera hasta el tope de café, piqué fruta, batí unos huevos y tosté unos panes, envase cereal y leche para Diego y luego busqué el cortador en forma de animales que tengo, metí unos palillos para atrapar la comida y envase todo, vi la hora y decidí despertarlos.—Miguel, vamos —llegue despertando a mi esposo de forma amorosa como hacía siempre —es hora de levantarse, cariño.—Martita, no jodas tan temprano. Ya voy —su voz amortiguada en la almohada.Me dolía como me trataba a veces, pero se lo achacaba a que estaba más dormido que despierto siempre que se acuesta tarde por trabajo pasa.Salí de nuestro cuarto y me fui a despertar a mi príncipe, como salí de la ducha recién tenía una toalla en mi cabello y una bata esponjosa rodeando mi
MarthaYa había pasado una semana desde nuestra cita de una vez al mes para avivar las llamas de nuestro amor, estaba trabajando incansablemente día tras días mientras todo volvía a la rutina, me gustaba mi trabajo. Estaba archivando unas facturas de los chicos cuando hacían sus viajes de investigación para el periódico cuando llegó mi jefe, Julio César.—Martha, tengo entradas al teatro que no voy a usar ¿las quieres? —pregunto lanzando el par de boletos a mi pequeño escritorio, sin si quiera haber respondido si quería ir, pero sería una blasfemia decir que no quiero ir.—¡Oh! ¿En serio? —las agarré rápidamente revisando su fecha y desde ya planeando para ir a ver.—Sí, me aburre el teatro, pero sé que te gustan esas cosas, invita a tu marido o, una amiga. Mejor una amiga, detesto a tu marido —había tardado en lanzar una de sus perlas en contra de Miguel, cosa que me irrita.Julio y Miguel llevan una relación de odio-odio y últimamente demasiado odio luego de que Miguel se había pasa
MarthaLlevo dos semanas planeando nuestra renovación de votos y todos nuestros amigos están muy contentos, lo celebraré en la casa, es grande para meter a unas 100 personas, pero solo irán cincuenta personas, las más cercanas a nosotros.Involucre a Sofía por qué necesitaba una manito con algunas citas a las que yo no podría asistir. Todos afirmaron que irían a nuestra boda y yo estaba casi que danzando en una nube de lo feliz que estaba.—Sofía, crees que debería usar este o este— me cuestioné mientras le mostraba a mi amiga.Le enseñe un vestido blanco y sencillo que se ataba a mi cuello con la espalda descubierta y llegaba a la mitad de mi muslo, el otro vestido era color champagne claro, con una falda larga hasta el piso con una abertura sexy en la pierna.—El corto —dijo volviendo a rotular las invitaciones sentada en el suelo de mi sala en una pose india— pero el largo está lindo.—Ponte el corto tú, tenemos la misma talla —le ofrecí — yo me pondré el largo.—Es tu boda, ¿cómo
MarthaViajamos hasta Hawái luego de unas pocas horas de sueño, todo era hermoso La Isla de Hawái es preciosa y mágica, como sus costumbres los nativos nos recibieron en la puerta del hermoso hotel, estaba maravillada con la vestimenta de los trabajadores y toda la decoración exótica del hotel.—Todo está hermoso Miguel ¿no podemos quedarnos aquí?—Amor ya todo está preparado, no podemos.—Tenía que intentarlo— dije con una sonrisa algo forzosa, no sé porque no quería ir en yate a 5 islas, era un sueño hecho realidad.Nos llevaron a nuestra habitación solo por este día para descansar, ese día fuimos un rato en la mañana a la playa, luego a las piscinas, tomamos cócteles y disfrutamos una maravilla de lugar.En la noche fuimos a una de los bares cerca del hotel bailamos un rato, pero lo de Miguel no es bailar sino más bien sentarse a platicar, así que lo acepté cuando se aburrió y quiso irse y después decidimos cenar algo a un lugar lindo y tranquilo.Lo del bar fue solo capricho mío,
MarthaDos días pasaron entre Islas, playas exóticas, agua salada y mucha diversión.En nuestro tercer día de luna de miel, manejamos mar adentro y digo manejamos porque Miguel me dio el timón. Así que lo guíe Mar adentro saliendo de los límites de los Estados Unidos, el agua era clara y hermosa, el sol brillaba intensamente sobre nosotros, estuvimos nadando, bailando y bebiendo. Llevábamos 2 botellas de vino cuando caía la tarde y ya me sentía más que achispada.—Aquí tienes otra copa de vino, cariño —añade Miguel entregándome la copa.—Ya, la verdad es que estoy algo mareada, llevamos tres botellas.—Llevamos dos y estamos celebrando nuestra luna de miel, porque no emborracharnos, estamos solos, sin Dieguito, solos, sólitos.—Bueno, tienes razón —estuve de acuerdo, pero mi mente me pedía que dejará de beber, tomar no es lo mío.Me tomé una copa más y luego otra y luego otra, así llegamos a tener 4 botellas de vino vacías encima de la mesa. El atardecer ya había quedado atrás, ahora