111. Es hora

Gio

Llegué a casa y me encontré una algarabía de palabras bonitas y ruidos de admiración por no sé qué tantas cosas, en cuanto me asomé a la sala supe a que era y casi salgo huyendo sino es porque Martha me atrapó en el acto cuando reía por algo.

—¡Llegaste! —exclamó fuerte con una risa alegre— ven aquí y mira esto, eres tú.

Puse mis ojos en blanco en una queja silenciosa al diablo.

—¿En serio, Nonna? —resoplé molesto.

—Ella me pidió las fotos, mira esto— señaló una foto, desvío la queja como si nada— eres tú y Filippo en su graduación. Eso me hizo sonreír casi inconscientemente.

—Ese día me emborraché hasta el culo —solté una risita.

—Lo sé, tus hombres te trajeron a rastras— replicó la nonna con sorna.

Mi familia tenía muchos matices y amaba eso de ellos, no sólo lo sangrientos y despiadados sino también en el amor incondicional, lo fiel que llegamos a ser cuando queremos a nuestro ser amado, somos más que la organización Unito y me gusta mostrar parte de lo que somos sin tener que
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