Aún yaciendo entre sus brazos Dana le explicó todos los acontecimientos de los últimos días. Empezando por la verdad de la sacerdotisa.

El que ella misma pudiera ver premoniciones y ahora pudiera controlarlas al tocar a las personas los había ayudado a la perfección.

—No tenía ni idea de que era ella —Habló Kian.

—¿Te molesta? —le preguntó Dana acariciando su pecho.

—Me molesta que se haya interpuesto entre nosotros pero esa hembra no puede importarme menos.

Él alzó su mano llevándola a su boca para dejar un beso en ella.

Enseguida sus ojos se encontraron.

—No vuelvas a hacer eso Dana. Quiero que confíes en mí, para siempre. Nunca me ocultes nada

—Iba a decírtelo, pero no me dejaste hacerlo. Te recuerdo que me cargaste y comezaste a gruñir una y mil maneras de asesinar a Alessandro —señaló divertida.

Él gruñó y Dana besó sus labios rápidamente, quería apartarse pero Kian no la dejó ir demasiado lejos intensificando el beso.

—Aún quiero matarlo.

—Alessandro probablemente está a punto