55Selena —Señorita Carson —llamaron a mi espalda.Ya mi turno había terminado, y lo había hecho por los pelos. Estaba agotada y solo quería una pizza y dormir, pero ahora una plática solo me retrasaría. Sin embargo, me detuve, me giré y vi al doctor Alberto Godoy acercándose a mí.—Buenas tardes, doctor Godoy —saludé, tratando de sonar cordial, aunque mi mente solo pensaba en descansar.Él intentó acercarse más de lo que consideraba debido, pero di un paso atrás, estableciendo límites. Aún recordaba el regaño extraño que me dio el doctor Bishop Fox, y simplemente no me gustó.—Te he visto estas semanas con el doctor Bishop en sus rondas —comenzó, observándome con atención— ¡Eres brillante!—Sí, comencé hace poco —respondí, sin saber a dónde quería llegar con la conversación.—Vi que tienes mucho talento, y por lo que vi en tu expediente, también usas acupuntura. ¿Es cierto? —me preguntó.Recordé cómo mi abuela me había enseñado a usar acupuntura y medicina orientales desde q
56ZairaEstaba sentada a oscuras en la casa de Selena, perdida en mis pensamientos. Quería irme lejos, alejarme de todo, pero algo me mantenía aquí, atrapada en un torbellino de sentimientos. Gabriel, el hombre al que había amado, iba a casarse, y ya no veía cómo encajaba en este lugar. Todo parecía desmoronarse a mi alrededor.Poco después, Selena llegó de su trabajo en el club, caminando con paso firme. A pesar de su largo día, su pie ya estaba mucho mejor, gracias al ungüento que ella misma había preparado, un remedio natural que había aprendido a hacer con el tiempo. La observé sin decir nada, casi admirando la fortaleza de mi amiga. Ya la veía como una gran doctora, alguien capaz de ayudar a los demás con su propio talento.Cuando encendió la luz y vio que estaba allí, se asustó, soltando un pequeño gritito que me hizo reaccionar.—Lo siento —dije, haciendo una mueca, sintiéndome culpable por haberla asustado.—No pasa nada —respondió Selena rápidamente, desestimando el mie
57GabrielHace dos semanas había estado apagando el fuego que dejó ese maldito video en el día de mi fiesta de compromiso. Creí que todo estaba controlado, pero no. Todavía había alguien que seguía jodiendo con eso. Página tras página seguían apareciendo, replicando esos videos malditos de la mamá de Zaira.Me pasé una mano por el cabello, intentando mantener la compostura, pero mi paciencia estaba llegando a su límite.—Michelle… —dije fríamente, dejando claro mi descontento mientras ella entraba en mi oficina con la cabeza baja—. ¿Aún no consigues al responsable?Ella tragó saliva antes de responder con tono comedido, sabiendo que mi humor no estaba para rodeos.—Es complicado, señor Seraphiel. Tenemos buenos hackers, pero estos son clandestinos, muy talentosos y se encubren bien.Mi mandíbula se tensó. ¿Complicado? ¿Eso era todo lo que tenía para decirme?—Entonces busca uno mejor que ese imbécil que no sirve para nada —espeté, mi voz cortante como un cuchillo.Michelle as
58ZairaSalí esa mañana con un propósito claro: una última ronda para buscar trabajo antes de aceptar que este capítulo de mi vida estaba destinado al fracaso. Caminé con paso firme, tratando de ignorar el peso de la desesperación que llevaba sobre mis hombros.Sin embargo, mi teléfono comenzó a vibrar insistentemente. Al principio, pensé que tal vez alguien respondía a las solicitudes de empleo que había enviado. Pero cuando contesté la primera llamada, una voz masculina soltó un comentario repulsivo, claramente malintencionado. Cerré la llamada de inmediato, pero los mensajes siguieron llegando. Todos eran iguales, llenos de insinuaciones y ofertas indecentes que me hicieron apretar el teléfono con fuerza, hasta que los nudillos se me pusieron blancos.Mi corazón comenzó a latir con fuerza al darme cuenta de que todo esto no podía ser una coincidencia. Los rumores, los mensajes, las miradas que había recibido últimamente… todo apuntaba a lo mismo. Los malditos videos.Regresé al ed
59GabrielEstaba sentado junto a la cama de mi madre, observando cómo la luz del mediodía se filtraba por las persianas del hospital. Mamá estaba despierta, pero débil. Apenas había abierto los ojos el día anterior después de días de incertidumbre. Mi preocupación era evidente, aunque intentaba mantener una actitud tranquila para no inquietarla.En ese tiempo no quería mencionar a Zaira por miedo a agravar el estado de salud de mi madre con recuerdos y emociones negativas. Aunque sabía que no era una solución a largo plazo.La puerta se abrió de manera suave, y al mirar, vi entrar a Camila Rexton, una joven conocida por su familia tradicional y su aire siempre impecable. Sostenía un tupper de aluminio en sus manos, como si llevara un tesoro.—Señora Anaiza, le traje un rico caldo de pollo con muchas verduras nutritivas —dijo con una sonrisa dulce, deteniéndose junto a la cama.—Hola, muchacha. Pasa, pasa —respondió mi madre con voz débil pero agradecida.Camila se acercó, colo
60ZairaEl hombre que se presentó como Adrián me sacó de aquel lugar caótico y me llevó a un hotel. Intenté disuadirlo, diciendo que no era necesario, pero su insistencia fue inquebrantable.—Descansa. Luego podemos ir a un lugar más seguro —dijo con una mirada compasiva que no esperaba.—Está bien —acepté a regañadientes, aunque agregué en tono firme—, pero le tomaré una foto al hotel y a tu auto.Adrián rio entre dientes.—No hay problema. Haz lo que te haga sentir segura —sus palabras me hicieron sentir segura.Su actitud, aunque ligeramente relajada, resultaba tranquilizadora. Antes de subir a mi habitación, le envié un mensaje a Selena, informándole dónde estaba, quién me acompañaba, y actualizándola sobre lo ocurrido en la acera de su edificio. Me respondió con un simple: “Está bien, cuídate y avísame si pasa algo”Cuando llegué a mi habitación, el cansancio acumulado me venció de inmediato. Era espaciosa, sencilla y, lo más importante, solo yo tenía la llave. Me tumbé e
61Selena Llevar a mi amiga al aeropuerto fue lo más difícil que he tenido que hacer en toda mi vida. Ella es como mi otra mitad, y no tenerla cerca será duro para mí. Traté de no llorar cuando la vi embarcar, pero una vez que desapareció entre la multitud, me derrumbé en una silla cercana, incapaz de contener más las lágrimas.—¿Está bien? —me preguntó una anciana que se sentó a mi lado.Levanté la vista y forcé una sonrisa.—Sí... es que mi amiga se fue de viaje.—Oh, no se preocupe, seguro que es una nueva etapa para ella —dijo con amabilidad mientras sacaba un caramelo del bolsillo de su abrigo—. Tome.Acepté el dulce, más por cortesía que por gusto, y lo metí en mi boca, esperando que el sabor calmara un poco mi ansiedad. La anciana me miró con una sonrisa cálida, y cuando me sentí emocionalmente más tranquila, me levanté para irme. Sin embargo, apenas di unos pasos, un mareo intenso me invadió.Me detuve en seco, tambaleándome mientras intentaba enfocar mi vista. Giré pa
62Selena la miró con ojos desorbitados, pero no respondió. Su corazón latía tan rápido que temía que se detuviera en cualquier momento.—¡Siguiente! —rugió el hombre calvo y tatuado desde el otro lado de la cortina.La primera mujer salió, sosteniendo su cabeza en alto como si estuviera acostumbrada a este tipo de humillaciones. Selena intentó retroceder, pero la mano del guardia en su espalda la mantuvo en su lugar.—Tranquila, princesa, todavía no es tu turno. Eres la penúltima —le susurró con una sonrisa burlona.El tiempo parecía moverse a una velocidad insoportable. Una tras otra, las mujeres desfilaban frente a los ojos hambrientos de los compradores. Los gritos de las pujas resonaban en el salón, mezclándose con las risas y comentarios de los asistentes.Cuando finalmente anunciaron su turno, sintió que el suelo se desmoronaba bajo sus pies.—¡La penúltima pieza de la noche! —dijo una voz masculina al micrófono, con un tono casi festivo—. Una joya única. Mírala, temblan