112ZairaDesde ese día comencé a llevarle el almuerzo, los niños iban bien en el colegio, entramos en una cómoda rutina. Pero luego de unos días, él no fue a trabajar temprano ese día. Miré a Gabriel, que se había quedado en casa, y le pregunté cariñosamente:—¿Por qué no te has ido?Él me sonrió de manera enigmática y respondió:—Hoy vamos por ese vestido que te prometí, me recuerda, además tenemos una subasta a la que quiero que vayas.Mi curiosidad se despertó, pero decidí no insistir en el tema.—Bien, iré a cambiarme para llevar a los niños al colegio —le dije, y me levanté rápidamente. Salí corriendo para ponerme unos jeans y una camisa de algodón con un personaje de anime en medio. Gabriel siempre decía que esas camisas eran una mezcla divertida entre lo que era yo y lo que él esperaba ver.Al entrar en la boutique, me sentí instantáneamente desbordada por el lujo del lugar, pero había algo en el aire que me puso alerta. La diseñadora, una mujer que no sabía disimular su estil
113Zaira.—No me gusta el vestido —hablé suavemente.Lo dije despacio, sin mirarlo, enfocándome en mi reflejo. Me negaba a encontrarme con sus ojos.—Te puede gustar si te ves con mejores ojos —intervino la mujer, su voz impregnada de paciencia.—Cariño… —intentó persuadirme él, su tono más suave, tratando de hacerme cambiar de opinión.No.Me tensé y apreté los labios.—Dije que no me gusta el vestido —reafirmé con voz firme, sintiendo una opresión en el pecho—. Quiero irme.No le di oportunidad de insistir. Me metí en el vestidor y cerré la cortina con más fuerza de la necesaria. Me cambié lo más rápido que pude, como si escapar de esa tela pudiera liberarme también de la sensación sofocante que me embargaba.Gabriel no insistió más.Me observó en silencio por un momento antes de asentir con un leve movimiento de cabeza.—Está bien —dijo, con su tono usualmente calmado—. Vámonos.Salimos de la boutique sin prisas, pero con cada paso sentía su mirada fija en mí. No decía nada, solo
114Selena—¿Qué haces aquí? —pregunté tontamente, sintiendo mi corazón golpear con fuerza contra mi pecho.Bishop me miró con esa sonrisa de superioridad que tanto me irritaba, como si nada de lo que hiciera pudiera sorprenderlo.—Vine por ti, por supuesto —respondió con una risita burlona.El simple tono de su voz me hizo hervir la sangre.—No voy a ir contigo. Tu abuela pagó mucho dinero para que yo desapareciera, solo estaba contigo por el dinero, y ya acepté al de tu abuela. Vete —dije con firmeza, señalando la puerta.Pero él ni siquiera se inmutó.—No me voy sin ti, Selena —dictaminó con total seguridad, pero en sus ojos había dolor.Apreté los puños.—¿Dónde están Elías y Eva? —pregunté, refiriéndome a los que me acompañaron hasta aquí.Bishop arqueó una ceja.—Ven conmigo y te lo diré —dijo resuelto.Resoplé con frustración.—¡Bishop, no voy contigo! Ni siquiera sé cómo sabes que estoy aquí —me quejé.Él se encogió de hombros como si fuera lo más obvio del mund
114.ZairaEl restaurante tenía un ambiente cálido y elegante. Gabriel se mostró atento desde el momento en que nos sentamos. Había pedido varios platos y se aseguraba de que probara de todo, observándome con cariño cada vez que sonreía por el sabor de algún platillo en especial.El vino tinto combinaba a la perfección con la carne que nos habían servido.—Voy al aseo —dijo Gabriel de pronto, levantándose de la mesa.Asentí con una sonrisa.—Bien, pediré el postre mientras tanto.Gabriel me lanzó una mirada divertida antes de alejarse.Solo pasaron unos minutos cuando un hombre rubio apareció de la nada y se sentó en la mesa frente a mí sin siquiera pedir permiso.Fruncí el ceño de inmediato.—¿Y tú eres? —pregunté con cautela.El hombre me dedicó una sonrisa encantadora, de esas que parecen ensayadas.—Me llamo Ethan Miller, de las farmacéuticas Miller —dijo, extendiéndome la mano.Lo miré con incredulidad.—No entiendo —dije despacio, hundiendo el ceño—. ¿Tu nombre debería decirme a
115.Selena—Bishop, déjame ir —repetí en voz baja, con la garganta cerrada por la angustia.Sus palabras de amor no significaban nada para mí. No después de todo lo que había pasado. No después de lo que había visto con mis propios ojos.—Bajarás cuando lleguemos a la ciudad —su voz fue un decreto inamovible, su mirada fría como el acero.Apreté los puños con frustración, sintiendo cómo la impotencia me quemaba por dentro.—Al menos dime dónde dejaste a Elías y a Eva —insistí, tratando de controlar mi desesperación—. Son inocentes. Arriesgaron mucho para salvarme de Lázaro…Me callé de golpe.M****a.Me di cuenta demasiado tarde de lo que había dicho.El silencio en el auto se volvió sofocante.Giré la cabeza lentamente y vi cómo sus manos se crispaban sobre el volante, los nudillos blancos de la presión.—¿Lázaro? —su voz fue apenas un susurro, pero cargado de peligro.Su furia explotó como un incendio devorándolo todo.—¿Quién diablos es Lázaro?El auto se sacudió ligeramente cuando
116BishopSelena estaba en shock.No necesitaba que me lo dijera. Lo veía en la rigidez de sus hombros, en la manera en que sus manos se aferraban a su propio regazo, como si quisiera evitar que temblaran. Se había sentado en silencio, la mirada perdida en la persona frente a nosotros, pero no se levantaba, no protestaba.Porque en el fondo, sabía la verdad.Sabía que yo no la dejaría ir.Sabía que la cuidaba, que la protegía, que incluso antes de que pidiera algo, ya lo tenía en sus manos. No necesitaba decirme lo que quería porque yo ya lo sabía.Y también sabía que me amaba.Tal vez no se había dado cuenta todavía. Tal vez estaba demasiado acostumbrada a huir. Pero yo lo veía en cada vez que bajaba la mirada cuando nuestras manos se rozaban, en cómo su respiración cambiaba cuando la tocaba.Solo tenía que hacerla aceptar lo inevitable.Me incliné hacia ella, acercándome lo suficiente para que solo me escuchara.—Cariño… —mi voz salió baja, calmada, como si le hablara a una criatur
117ZairaLlegó el día del banquete, y Gabriel me acompañaba con su mano firme y tranquilizadora en mi espalda. Subíamos las escaleras lentamente cuando su celular vibró en su bolsillo.Lo sacó, miró la pantalla y frunció el ceño con disgusto.—Debo contestar esto, cariño. Es de Alemania —dijo, inclinándose para dejar un beso rápido en mis labios.—Está bien, te espero aquí —murmuré, algo nerviosa.Pero él negó con la cabeza.—No, entra. Está haciendo mucho frío —ordenó con suavidad, alejándose hacia un rincón más privado para atender la llamada.Resoplé, sintiéndome un poco abandonada en medio de la gran escalinata, y me dispuse a seguir subiendo.Fue entonces cuando Camila apareció de la nada, interponiéndose en mi camino.—Debes estar muy contenta, ¿no? —soltó con tono cargado de sarcasmo.Pero algo en ella no coincidía con su actitud. Su piel estaba más pálida de lo habitual, y las sombras bajo sus ojos delataban noches de insomnio. Se veía frágil.Ella estaba sufriendo
118ZairaUn destello de rojo en mi visión periférica me hizo girar la cabeza.Selena.Abrí la boca, completamente asombrada. Cinco años. Solo viéndonos a través de una pantalla, sin poder abrazarnos, sin poder compartir más que palabras frías a través de una llamada.Mis ojos se llenaron de lágrimas y, sin importarme nada ni nadie, caminé a toda prisa para evitar una escena… y la abracé con fuerza.—Amiga… —susurré en un sollozo, aferrándome a ella.—No vayas a llorar aquí delante de todas estas alimañas —dijo con su tono burlón de siempre, aunque sentí su abrazo tan fuerte como el mío.—Espero que eso sea solo por las demás personas y no por tu querido esposo —intervino una voz masculina.Parpadeé, confundida.—¿Esposo? —me separé de golpe y la miré con incredulidad—. ¿Te casaste?Selena hizo una mueca.—Si te digo que me casé en contra de mi voluntad, ¿me crees? —respondió con una risita, pero algo en su mirada me hizo dudar.Mis ojos viajaron hacia el hombre a su lado.