115. Antes de ir por Lázaro
115.

Selena

—Bishop, déjame ir —repetí en voz baja, con la garganta cerrada por la angustia.

Sus palabras de amor no significaban nada para mí. No después de todo lo que había pasado. No después de lo que había visto con mis propios ojos.

—Bajarás cuando lleguemos a la ciudad —su voz fue un decreto inamovible, su mirada fría como el acero.

Apreté los puños con frustración, sintiendo cómo la impotencia me quemaba por dentro.

—Al menos dime dónde dejaste a Elías y a Eva —insistí, tratando de controlar mi desesperación—. Son inocentes. Arriesgaron mucho para salvarme de Lázaro…

Me callé de golpe.

M****a.

Me di cuenta demasiado tarde de lo que había dicho.

El silencio en el auto se volvió sofocante.

Giré la cabeza lentamente y vi cómo sus manos se crispaban sobre el volante, los nudillos blancos de la presión.

—¿Lázaro? —su voz fue apenas un susurro, pero cargado de peligro.

Su furia explotó como un incendio devorándolo todo.

—¿Quién diablos es Lázaro?

El auto se sacudió ligeramente cuando
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