119ZairaEl bullicio en el salón era insoportable, y después de una hora de escuchar murmullos y miradas, sentía que mi cabeza iba a explotar. Camila estaba en el centro de todo, y aunque no había gritado, su presencia llenaba la habitación como un grito silencioso. La gente la observaba, las bocas murmuraban, y yo no sabía si estaba completamente harta o si aún me quedaban fuerzas para seguir enfrentando esta situación.Mi madre, al igual que el resto, había notado el cambio en la atmósfera. Su voz, suave y firme, cortó el aire:—Camila, por favor —fue todo lo que dijo. No hizo falta que levantara la voz, porque sabía que el poder de su tono hacía más que las palabras elevadas. Camila, con una rabia contenida, se mordió los labios y bajó la cabeza. No dijo nada más, pero la furia era palpable en cada paso que daba. Se giró con rapidez, y sin dirigir una sola palabra a nadie, salió.Mi mente estaba en un torbellino, y a pesar de que intentaba encontrar calma hablando con Selen
120ZairaEl dolor irradiaba desde mi tobillo, punzante y persistente. La caída de la chica atrajo la atención de varias personas, que se acercaron apresuradas a las escaleras.—¿Qué pasó? —preguntaron, con el miedo reflejado en sus rostros.Algunos me lanzaban miradas mordaces, como si yo tuviera la culpa, mientras otros solo se preocupaban por la chica desmayada en el suelo.—¡Abran paso, soy doctora! —La voz de Selena resonó con autoridad, y algo dentro de mí se estremeció de alivio.Se arrodilló junto a la joven y comenzó a revisarla con manos firmes pero cuidadosas.Tras unos segundos que se sintieron eternos, respiró hondo, aliviada.—Está desmayada, pero su pulso es estable. Debemos llevarla al hospital.Su tono era tranquilo, casi reconfortante, pero cuando levantó la mirada y sus ojos se encontraron con los míos, sentí una punzada de inquietud.El murmullo comenzó como un susurro apenas perceptible, pero pronto se convirtió en un murmullo más fuerte, cargado de insin
121Omnipresente La tensión en el ambiente era casi palpable. Todos estaban inquietos, observando con cautela la poderosa presencia de Gabriel Seraphiel, quien protegía a Zaira con la fiereza de un pitbull listo para atacar. Su postura dejaba claro que nadie se atrevería a tocarla sin enfrentar las consecuencias.Zaira, aunque agotada, no estaba dispuesta a dejar este asunto sin resolver. Quería acabar con esto de una vez por todas.Afuera, en el balcón, trataba de tomar aire, alejándose del caos por un momento. Pero la paz duró poco. —Estaba en el balcón y llegó Camila para amenazarme —habló Zaira con tranquilidad.—¡Zaira! —exclamó Camila, irrumpiendo con furia, apartando a la gente a su paso—. ¿¡Por qué me acusas de esa manera!? ¡Me estás difamando!Zaira se giró lentamente, su expresión impasible ante la rabia de Camila.—¿Lo estoy? —su tono fue tan afilado como un cuchillo—. No sabía que decir la verdad era difamar.Camila cruzó los brazos con altanería, pero antes de
122El hospital estaba en calma, solo el sonido lejano de algunos monitores rompía el silencio.Gabriel se mantenía de pie, apoyado contra la pared, observándola con los brazos cruzados. Su mirada oscura recorría cada rasgo de Zaira, como asegurándose de que estaba bien, como si su sola presencia pudiera protegerla de cualquier otro daño.Zaira suspiró y se acomodó en la camilla, con el tobillo vendado y elevado sobre una almohada.—No tienes que quedarte aquí toda la noche —dijo en voz baja, aunque en realidad no quería que se fuera.Gabriel esbozó una media sonrisa, esa que le hacía ver peligroso y encantador a la vez.—No voy a dejarte sola.Ella sintió un calor en el pecho, pero rodó los ojos.—No es gran cosa, solo un esguince.Gabriel se acercó lentamente hasta quedar al borde de la camilla.—Para mí sí lo es.Zaira parpadeó, sorprendida por la seriedad en su voz.Él extendió la mano y le acarició la mejilla, su dedo rozando la piel con una ternura que contrastaba con
123.Michelle había llegado con la caballería, y Gabriel pudo respirar más tranquilo. Desde las camionetas negras, sus hombres descendieron con armas en mano, disparando sin piedad contra los atacantes.Él soltó una risa baja y burlona mientras observaba el caos que se desataba a su alrededor.—Qué tontos… Atacarme en mi territorio —murmuró con diversión oscura.A su lado, Zaira temblaba. Su respiración era errática, su cuerpo rígido.—Gabriel… —susurró con la voz quebrada.Él giró el rostro hacia ella y vio el pánico en sus ojos. Sus pupilas dilatadas, el temblor en sus labios, la forma en que su pecho subía y bajaba descontroladamente.—Todo estará bien —aseguró con calma.—¡Nada está bien! ¡Nada puede estar bien! —su voz sonaba histérica, atrapada en la espiral de miedo.Gabriel no lo dudó. Extendió una mano firme y tomó su nuca, obligándola a mirarlo.—Cariño, estás teniendo un ataque de pánico —murmuró con voz grave, sujeta a una suavidad inusual—. Necesito que respires
124Gabriel frunció el ceño ante las palabras de Zaira.—¿Por qué cambiaría todo? —preguntó con un deje de duda, sintiéndose un poco mal por lo que ella insinuaba.Zaira soltó un suspiro tembloroso, su mirada reflejaba una mezcla de angustia y frustración.—Claro que sí —afirmó con convicción—. Tal vez no me hubiera ido tan lejos… O podría haberle pedido a Selena que te ayudara… No lo sé, no lo sé… —repitió en un murmullo frenético, llevándose las manos al rostro.Gabriel sintió algo en su interior retorcerse. No podía soportar verla así. Sin pensarlo, la atrajo hacia él, envolviéndola en sus brazos con fuerza.Zaira se quedó inmóvil por un segundo, luego se aferró a él con la misma intensidad.Gabriel cerró los ojos, sintiendo su calor, su fragilidad y, al mismo tiempo, su fortaleza. No sabía si sentirse aliviado o no. Lo único que tenía claro era que no quería preocuparla.Zaira era tan bondadosa, tan hermosa, no solo por fuera, sino también por dentro. Su sola presencia traía luz a
125Zaira caminaba de un lado a otro en la sala, abrazándose a sí misma mientras miraba el reloj por enésima vez. La noche parecía eterna, cada minuto que pasaba sin noticias de Gabriel la hacía sentir más ansiosa.Intentó distraerse, pero sus pensamientos la traicionaban. ¿Y si algo salía mal? ¿Y si no regresaba?Cuando escuchó el sonido de la puerta abriéndose, su corazón dio un vuelco.—¡Gabriel! —exclamó, girándose de inmediato.Antes de que él pudiera decir algo, Zaira corrió hacia él y se lanzó a sus brazos. Gabriel apenas tuvo tiempo de estabilizarse antes de sentirla aferrarse con fuerza a su espalda, como si temiera que se desvaneciera.—Estás aquí… —susurró ella contra su pecho.Gabriel exhaló y la envolvió con sus brazos, sintiendo cómo la tensión en su cuerpo se disipaba lentamente.—Te dije que regresaría —murmuró, apoyando la barbilla sobre su cabeza.Zaira no respondió al instante, solo se apretó más contra él.—No me gusta esto… —susurró—. No me gusta quedarme aquí espe
126.Bishop y Selena llegaron a la imponente mansión de Grace, la abuela de Bishop. La mujer de rostro severo y mirada afilada los esperaba en la sala principal, sentada con la elegancia de una reina en su trono. Pero cuando sus ojos se posaron en sus manos entrelazadas y en los anillos que brillaban en sus dedos, su expresión se volvió oscura como el carbón.—¡¿Qué significa esto, Bishop?! —espetó con una voz gélida, sus labios frunciéndose en desaprobación—. ¡Dime que es una broma!Selena sintió la tensión en el aire, pero Bishop no reaccionó ante la furia de su abuela. Simplemente se mantuvo firme, sin soltar su mano.—No es ninguna broma, abuela —dijo con calma, su voz profunda y decidida—. Selena es mi esposa.Grace casi se atraganta con su propia indignación.—¡Tú no puedes casarte con ella! ¡Esa mujer no es digna de ti!Selena sintió la punzada de las palabras, pero se mantuvo erguida. No permitiría que esa mujer la intimidara. Sin embargo, Bishop, con su temple inquebrantable,