114.ZairaEl restaurante tenía un ambiente cálido y elegante. Gabriel se mostró atento desde el momento en que nos sentamos. Había pedido varios platos y se aseguraba de que probara de todo, observándome con cariño cada vez que sonreía por el sabor de algún platillo en especial.El vino tinto combinaba a la perfección con la carne que nos habían servido.—Voy al aseo —dijo Gabriel de pronto, levantándose de la mesa.Asentí con una sonrisa.—Bien, pediré el postre mientras tanto.Gabriel me lanzó una mirada divertida antes de alejarse.Solo pasaron unos minutos cuando un hombre rubio apareció de la nada y se sentó en la mesa frente a mí sin siquiera pedir permiso.Fruncí el ceño de inmediato.—¿Y tú eres? —pregunté con cautela.El hombre me dedicó una sonrisa encantadora, de esas que parecen ensayadas.—Me llamo Ethan Miller, de las farmacéuticas Miller —dijo, extendiéndome la mano.Lo miré con incredulidad.—No entiendo —dije despacio, hundiendo el ceño—. ¿Tu nombre debería decirme a
115.Selena—Bishop, déjame ir —repetí en voz baja, con la garganta cerrada por la angustia.Sus palabras de amor no significaban nada para mí. No después de todo lo que había pasado. No después de lo que había visto con mis propios ojos.—Bajarás cuando lleguemos a la ciudad —su voz fue un decreto inamovible, su mirada fría como el acero.Apreté los puños con frustración, sintiendo cómo la impotencia me quemaba por dentro.—Al menos dime dónde dejaste a Elías y a Eva —insistí, tratando de controlar mi desesperación—. Son inocentes. Arriesgaron mucho para salvarme de Lázaro…Me callé de golpe.M****a.Me di cuenta demasiado tarde de lo que había dicho.El silencio en el auto se volvió sofocante.Giré la cabeza lentamente y vi cómo sus manos se crispaban sobre el volante, los nudillos blancos de la presión.—¿Lázaro? —su voz fue apenas un susurro, pero cargado de peligro.Su furia explotó como un incendio devorándolo todo.—¿Quién diablos es Lázaro?El auto se sacudió ligeramente cuando
116BishopSelena estaba en shock.No necesitaba que me lo dijera. Lo veía en la rigidez de sus hombros, en la manera en que sus manos se aferraban a su propio regazo, como si quisiera evitar que temblaran. Se había sentado en silencio, la mirada perdida en la persona frente a nosotros, pero no se levantaba, no protestaba.Porque en el fondo, sabía la verdad.Sabía que yo no la dejaría ir.Sabía que la cuidaba, que la protegía, que incluso antes de que pidiera algo, ya lo tenía en sus manos. No necesitaba decirme lo que quería porque yo ya lo sabía.Y también sabía que me amaba.Tal vez no se había dado cuenta todavía. Tal vez estaba demasiado acostumbrada a huir. Pero yo lo veía en cada vez que bajaba la mirada cuando nuestras manos se rozaban, en cómo su respiración cambiaba cuando la tocaba.Solo tenía que hacerla aceptar lo inevitable.Me incliné hacia ella, acercándome lo suficiente para que solo me escuchara.—Cariño… —mi voz salió baja, calmada, como si le hablara a una criatur
117ZairaLlegó el día del banquete, y Gabriel me acompañaba con su mano firme y tranquilizadora en mi espalda. Subíamos las escaleras lentamente cuando su celular vibró en su bolsillo.Lo sacó, miró la pantalla y frunció el ceño con disgusto.—Debo contestar esto, cariño. Es de Alemania —dijo, inclinándose para dejar un beso rápido en mis labios.—Está bien, te espero aquí —murmuré, algo nerviosa.Pero él negó con la cabeza.—No, entra. Está haciendo mucho frío —ordenó con suavidad, alejándose hacia un rincón más privado para atender la llamada.Resoplé, sintiéndome un poco abandonada en medio de la gran escalinata, y me dispuse a seguir subiendo.Fue entonces cuando Camila apareció de la nada, interponiéndose en mi camino.—Debes estar muy contenta, ¿no? —soltó con tono cargado de sarcasmo.Pero algo en ella no coincidía con su actitud. Su piel estaba más pálida de lo habitual, y las sombras bajo sus ojos delataban noches de insomnio. Se veía frágil.Ella estaba sufriendo
118ZairaUn destello de rojo en mi visión periférica me hizo girar la cabeza.Selena.Abrí la boca, completamente asombrada. Cinco años. Solo viéndonos a través de una pantalla, sin poder abrazarnos, sin poder compartir más que palabras frías a través de una llamada.Mis ojos se llenaron de lágrimas y, sin importarme nada ni nadie, caminé a toda prisa para evitar una escena… y la abracé con fuerza.—Amiga… —susurré en un sollozo, aferrándome a ella.—No vayas a llorar aquí delante de todas estas alimañas —dijo con su tono burlón de siempre, aunque sentí su abrazo tan fuerte como el mío.—Espero que eso sea solo por las demás personas y no por tu querido esposo —intervino una voz masculina.Parpadeé, confundida.—¿Esposo? —me separé de golpe y la miré con incredulidad—. ¿Te casaste?Selena hizo una mueca.—Si te digo que me casé en contra de mi voluntad, ¿me crees? —respondió con una risita, pero algo en su mirada me hizo dudar.Mis ojos viajaron hacia el hombre a su lado.
119ZairaEl bullicio en el salón era insoportable, y después de una hora de escuchar murmullos y miradas, sentía que mi cabeza iba a explotar. Camila estaba en el centro de todo, y aunque no había gritado, su presencia llenaba la habitación como un grito silencioso. La gente la observaba, las bocas murmuraban, y yo no sabía si estaba completamente harta o si aún me quedaban fuerzas para seguir enfrentando esta situación.Mi madre, al igual que el resto, había notado el cambio en la atmósfera. Su voz, suave y firme, cortó el aire:—Camila, por favor —fue todo lo que dijo. No hizo falta que levantara la voz, porque sabía que el poder de su tono hacía más que las palabras elevadas. Camila, con una rabia contenida, se mordió los labios y bajó la cabeza. No dijo nada más, pero la furia era palpable en cada paso que daba. Se giró con rapidez, y sin dirigir una sola palabra a nadie, salió.Mi mente estaba en un torbellino, y a pesar de que intentaba encontrar calma hablando con Selen
120ZairaEl dolor irradiaba desde mi tobillo, punzante y persistente. La caída de la chica atrajo la atención de varias personas, que se acercaron apresuradas a las escaleras.—¿Qué pasó? —preguntaron, con el miedo reflejado en sus rostros.Algunos me lanzaban miradas mordaces, como si yo tuviera la culpa, mientras otros solo se preocupaban por la chica desmayada en el suelo.—¡Abran paso, soy doctora! —La voz de Selena resonó con autoridad, y algo dentro de mí se estremeció de alivio.Se arrodilló junto a la joven y comenzó a revisarla con manos firmes pero cuidadosas.Tras unos segundos que se sintieron eternos, respiró hondo, aliviada.—Está desmayada, pero su pulso es estable. Debemos llevarla al hospital.Su tono era tranquilo, casi reconfortante, pero cuando levantó la mirada y sus ojos se encontraron con los míos, sentí una punzada de inquietud.El murmullo comenzó como un susurro apenas perceptible, pero pronto se convirtió en un murmullo más fuerte, cargado de insin
121Omnipresente La tensión en el ambiente era casi palpable. Todos estaban inquietos, observando con cautela la poderosa presencia de Gabriel Seraphiel, quien protegía a Zaira con la fiereza de un pitbull listo para atacar. Su postura dejaba claro que nadie se atrevería a tocarla sin enfrentar las consecuencias.Zaira, aunque agotada, no estaba dispuesta a dejar este asunto sin resolver. Quería acabar con esto de una vez por todas.Afuera, en el balcón, trataba de tomar aire, alejándose del caos por un momento. Pero la paz duró poco. —Estaba en el balcón y llegó Camila para amenazarme —habló Zaira con tranquilidad.—¡Zaira! —exclamó Camila, irrumpiendo con furia, apartando a la gente a su paso—. ¿¡Por qué me acusas de esa manera!? ¡Me estás difamando!Zaira se giró lentamente, su expresión impasible ante la rabia de Camila.—¿Lo estoy? —su tono fue tan afilado como un cuchillo—. No sabía que decir la verdad era difamar.Camila cruzó los brazos con altanería, pero antes de