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Capítulo 2. La otra realidad.

Asher Miller.

20 de Junio, 2014. L.A.

—Saca las galletas del horno, David— ordena mi ansiosa madre.

Yo me acerco a la cocina, preguntando el motivo de su afán en limpiar, ordenar y cocinar todo al mismo tiempo.

—Vendrá una visita de servicios social— dijo mi padre.

—Oh no— ya sé lo que eso significa, otra persona a quedarse en casa. Odio cuando hacen esto sin consultarme.

—Pensé que hablarían conmigo primero, ese era el trato. — refute. Ya habíamos hablado anteriormente de que ser hogar temporal era agotador, no solo para ellos, si no para mí.

—Bueno, jovencito, ese no es modo de hablarle a tus padres— me regaña mi padre.

—Lo siento, pero pensé que ya no traerían a más niños— insistí.

—Este es un caso especial, no es un niño, es alguien que necesita amor y comprensión, así que la vas a tratar bien y apoyaras con una sonrisa hermosa en tu rostro— advierte mi madre.

— ¡No es justo! No quiero compartir mis cosas de nuevo, el ultimo niño me rompió mis juguetes— exclame.

—Asher, basta, — grito mi madre, mirándome fijamente— ese último niño llamado Thomas logró volver con sus padres luego de una terrible infancia, lo mismo queremos para esta nueva chica, ella necesita de nosotros, así que compórtate, es una orden.

—Ve a tu cuarto, Asher, limpia tu desastre— ordena mi padre.

Yo exhalo con rabia y me voy a mi habitación, furioso.

Un par de horas después mi padre a mi habitación, yo aún estoy acostado en la cama, mirando hacia la ventana.

—Asher— toma asiento a un lado— tu madre está nerviosa, compréndela.

—¿Y quién me comprende a mí? Se supone que hablarían de eso conmigo, ya no soy un niño.

—Te estas comportando como uno justo ahora.

Yo me quede callado, odio que me traten como un niño cuando solo quiero ejercer mi derecho a no querer a un extraño en mi casa.

—Asher, ¿sabes por qué aceptamos a esa chica?

—¿Es una chica?

—Su madre es adicta a las drogas, en los últimos meses han tenido que dormir en la calle, unos vecinos lo vieron y reportaron a servicios sociales, tu madre acepto el caso porque los adolescentes no suelen ser adoptados— explico.

Genial, ahora yo tengo que convivir con alguien como yo.

—¿Por qué durmieron en la calle?

—La madre perdió la casa, la hipoteco para comprar drogas y se la quitaron, — toco mi hombro— imagina que todo eso te pase a ti, ¿No quisieras un apoyo? ¿Un hogar?

—No tengo que imaginarlo porque tengo padres geniales y responsables— dije, pero mi padre cambio su expresión a una de seriedad.

—No se trata de responsabilidad, es un tema complejo, cuando seas adulto comprenderás que la realidad que tienes tú, no es la misma de otros. Todos tienen realidades diferentes.

« ¿Yo tengo que pagar las consecuencias de otras realidades? Es injusto, sigue siendo injusto, no importa cuánto expliquen, no entiendo porque arruinaremos nuestra paz por el desastre personal de personas que no conocemos.»

Mi padre se marcha de mi habitación, ya llegaron los de servicio social.

Me rehúso a bajar, no me siento cómodo con la idea de tener a una chica extraña en mi casa, no de nuevo.

Me senté en mi escritorio, enciendo la laptop para jugar un videojuego en línea con mis amigos, pero escucho la voz de mi madre llamándome.

«Dios… ¿ahora qué?» pensé, mientras bajo las escaleras.

Me detengo para ver a una chica de cabello castaño claro, con ropas que parecían no lavarse desde hace días.

Mi madre me ordena enseñarle la casa así que con todos mis pocos ánimos le hago seña de que me siga, le digo de forma sarcástica donde está todo, señalando con mis dedos.

Ella mira todo, es como si fuese la primera vez en un lugar con techo, quería hacerle un chiste, pero no quiero otro regaño de mi madre.

—No tienes que hacer esto— respondió.

Genial, por lo menos ella es consciente de que no estoy de acuerdo con que se quede.

—Bien— dije, marchándome a mí habitación.

En cuestión de segundos escucho como dice mi nombre.

—¿Puedes enseñarme dónde dormiré?

Asentí, fastidiado le enseñe su habitación, en realidad no era ‘’suya’’ es donde dormirá, donde duermen todos los que vienen aquí temporalmente.

Su rostro se ilumino, sus ojos brillaron tan fuerte, parecía que había encontrado el tesoro perdido de un barco pirata.

—¿Te gustó? Este decorado como para una niña de cinco años— digo entre risas.

—Gracias, ya te puedes ir— dijo.

« ¿Quién se cree para darme órdenes?»

—Me voy cuando quiera— refuto.

—No tienes que ser un idiota conmigo, —me sorprende esa respuesta tan descarada—pronto me iré y no nos veremos nunca más las caras— dice con seguridad.

—¿Cómo sabes que te iras? Tu madre es una drogadicta, nunca se curan,  probablemente se muera de una sobredosis y tengas que vivir aquí para siempre y yo ahora tenga una hermana que no pedí— cruce mis brazos, haciéndole saber que no me agrada.

Sin embargo todo ese sentimiento de poder y supremacía que sentía al decirle sus ‘’verdades’’ se evaporaron por completo cuando mire sus ojos brillosos, pero no era ese brillo que tenía hace un rato, es un brillo de que quiere llorar, haciéndome sentir la peor basura del mundo.

Cruce la línea, y lo hice de la forma más terrible del mundo, ¿Cómo voy a arreglar eso? Me arrepentí casi de inmediato luego de ver su rostro, sus cejas arqueadas, su frente arrugada, toda su expresión luchaba para evitar dejar salir las lágrimas y eso me hace sentir peor.

Ella se marcha, bajando las escaleras sin siquiera mirarme, nadie me había mirado con tanta tristeza, y lo peor es que yo cause eso, se siente terrible.

Voy a mi cuarto y observo desde la ventana como la chica le suplica a la mujer irse con ella.

No sé porque me siento como un idiota justo ahora, este sentimiento de culpa me está comiendo desde dentro.

Llego la noche, todos cenamos en el comedor, menos la chica. Mi madre comento que no quiso bajar.

—Hay que darle tiempo, no es fácil estar en una casa nueva con desconocidos y tan lejos de su madre— comenta mi madre, mientras se lleva un bocado a la boca.

Ese es otro golpe en mi estómago que de inmediato me quito el hambre, tengo que remediar lo que dije.

—¿Sabes cuánto tiempo le dieron de rehabilitación? — cuestiona mi padre.

—Esa información siempre es confidencial, solo nos dijeron eso que sabemos, lo de los tres años siendo adicta— explica mi madre.

—¿Qué tienes Asher? No has comido o dicho nada en todo el día— cuestiona mi madre.

—Estoy bien, ¿puedo levantarme de la mesa? — pregunte, pensando en la chica y las cosas terribles que le dije.

—Claro, ¿no comerás? — confundida.

—No tengo hambre— me lente del comedor y me fui a mi habitación.

Camine de un lado a otro, pensando que hacer o que decir para disculparme, nunca me había sentido así tan incómodo conmigo mismo.

La habitación donde duerme la chica y la mía está muy juntas, pared con pared, así que trato de escuchar cualquier cosa pegando mi oreja de la fría pared, pero no escucho nada.

Mi padre entra asustándome, yo me lanzo a la cama y él me mira extrañado.

—¿Qué está ocurriendo, Asher?

—¿Puedo confesarte algo y no se lo dirás a mamá? — pregunte, mis manos me sudan.

—Sabes que sí— se paró en frente de mí.

—Arruine las cosas— deje salir, sintiendo un peso menos en mi conciencia, pero el nudo en el estómago seguía ahí.

Le conté todo lo que le dije a la chica, mi padre me miraba con decepción, pero no estaba sorprendido, así que asumí que sabe que tiene el peor hijo del mundo.

—Lo sé, soy un monstruo de persona— dije, mirando al suelo decepcionado de mí mismo.

—No lo eres, — se sentó junto a mi— solo eres un adolescente y serlo no es fácil, estas lleno de emociones fuertes y de hormonas incontrolables.

—Ay, no digas hormonas— dije, cubriéndome los oídos.

—Es cierto, aunque eso no cambia el hecho de que fuiste cruel con Zaria¿Ese es su nombre? —las palabras que se dicen no se recogen, no se borran, por ello hay que tener cuidado de cómo nos expresamos o con quien nos descargamos.

—¿Qué debo hacer? — pregunte, sintiéndome un poco más calmado con todo esto.

—Sé honesto, sé tú mismo y discúlpate— coloco su mano en mi espalda, dando pequeñas palmadas— eres un buen chico Asher, solo tienes que aprender que los demás tienen sentimientos y las palabras pueden ser filosas.

Mi padre sale de la habitación y me da tiempo para pensar en qué hacer para disculparme.

Al día siguiente me levanto con el sonido de las cadenas del columpio que hay en el patio de atrás, un sonido chirriante que me causa escalofríos y sensibilidad en los dientes.

Me asomo en la ventana, es la chica; Zaria. Está sentada en el columpio, no puedo verle la cara porque esta de espaldas.

Me cambio de ropa inmediato, lavo mi cara, cepillo mis dientes y bajo por las escaleras apresurado. Entro en la cocina y veo unos sándwiches en el microondas, supongo que tampoco quiso desayunar, así que tome uno para llevárselo.

Llego al patio trasero, acercándome a ella, pensando en lo que me dijo mi padre; ‘’se honesto’’.

No puede ser tan difícil ser honesto, solo discúlpate.

—No me monto ahí desde que tengo seis años— confesé, cerré mis ojos y presione mi mandíbula, odiando lo que acabo de decir.

Zaria giro su cabeza a mi dirección, sus ojos están un poco hinchados, se nota que lloro mucho rato. No me dijo nada, así que intente salvar lo que dije y no lucir tan idiota.

—Me refiero a que esta oxidado porque ya no lo uso… — coloqué mi mano en mi cabeza intentando calmarme.

No sé porque me pone nervioso, suelo hablar con chicas, lo hago seguido.

—Sé a lo que te refieres— respondió, seca e indiferente.

No la culpo, yo también me odio.

—Oye, sé que no comiste anoche y supongo que no desayunaste…

—Supones bien. — volvió a responder cortante. Eso me pone más nervioso.

—Zaria, quiero…— me interrumpe, levantándose del columpio y acercándose a con una mirada filosa e intimidante.

—Aléjate de mí, no estoy de humor para aguantar tus comentarios estupidos y suposiciones tontas— dijo irritada. Sus ojos marrones claros tenían un brillo, no sé cómo explicarlo, pero ahí está ese destello. Su respiración agitada me da miedo.

—Calma, solo quería pedirte disculpas por lo que dije— echándome para atrás y levantando ambas manos, en una sostenía el sándwich.

—¿Disculparte? — me miro confundida.

—Sí, no fue mi intención decirte esas cosas horribles, — estiro mi mano con el sándwich. —mi madre cocina muy delicioso.

Zaria miro el sándwich, luego me miro a mí y lo tomó.

—¿Aceptas mis disculpas? — insistí.

—¿Temes que se lo diga a tu mamá? — ahora ella se mofa.

—No me da miedo mi madre, — con una sonrisa nerviosa— pero no se lo digas, por favor.

Ella sonríe, tiene una sonrisa hermosa, sus dientes blancos perfectos, y la forma en la que se arruga su nariz, es tierno.

Le da varios mordiscos al sándwich, se moría de hambre.

—Chicos, ahí están— llega mi madre, acercándose a nosotros— los busque por todos lados.

—Buen día, señora Miller— saludo ella, es muy educada cuando está de buen humor. Quien la viera mirándome con una furia asesina hace unos segundos.

—Cariño, llámame Adelina— le acaricia el hombro— vayan a cambiarse, vamos a ir a playa.

Zaria cambio su expresión de tranquilidad por una de angustia, tenso su rostro y dejo de comer.

Quería preguntarle, pero mi madre me empujo disimuladamente con la mano para que me fuera a mi habitación

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