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La bailarina del diablo
La bailarina del diablo
Por: Miliana Idler
Capitulo 1. Regrese por mí.

                       

Zaria Ivanov.

20 de Junio, 2014. L.A.

Lo mejor de viajar en auto es tener el asiento al lado de la ventana y poder mirar el paisaje, observar cómo se desplaza con rapidez y cambia de forma constante lo que estás viendo, haciendo que sea más difícil memorizar o recordar lo que acabas de ver.

Ojala así funcionara la vida.

Estoy por ser llevada a un hogar temporal, con una familia que, luego de leer mí expediente a pesar de que soy adolescente, decidió aceptarme.

En el asiento del copiloto está sentada Jane cuyo apellido no recuerdo; una agente de servicios sociales y el chofer es otro agente llamado Scott.

—Ya casi llegamos, Zaria.— dice, mientras me da una sonrisa de medio lado.

Yo intento imaginar cómo serán los señores de esa nueva casa a donde voy, ¿serán amables? ¿Serán estrictos? ¿Los señores serán agresivos conmigo cuando nadie los vigile? Debo admitir que tengo un poco de miedo. Es primera vez que una familia decide aceptar a una adolescente como yo de quince años, la mayoría de los chicos como yo van designados a hogares colectivos o centros de tratamiento. Supongo que solo debo esperar a ver qué sucede.

—¿Nerviosa? — pregunto Jane.

Yo negué con la cabeza. Mentira, estoy muy asustada, mis manos me sudan y por si fuera poco estamos yendo muy lejos de lo que fue mi hogar.

—Es normal estar nerviosa, pero te aseguro que los Miller son geniales, hable con ellos y te encantaran— giro su cabeza a mi dirección para darme otra sonrisa.

Siento que se le entumecerá la cara de tanto sonreírme. Es extraño la forma en la que intenta hacerme sentir ‘’calmada’’.

Nos detuvimos en un conjunto residencial muy lindo, las casas eran hermosas, pintadas de colores pasteles, con jardines llenos de flores y césped verde. Todo un sueño.

Me bajé del auto con mi mochila y camine junto a Jane, la cual me guiaba hasta la casa de los Miller.

—Si quieres hacerles preguntas puedes hacerlo— me dice en voz baja, tomando mi hombro con una mano para acercarme a ella y luego tocar el timbre.

La puerta se abre casi de inmediato, una mujer con expresión de emoción y asombro se asoma.

—¿Qué tal están? — saluda, extendiendo su mano a Jane y luego a mi— tú debes ser Zarina, me llamo Adelina.

«Ese no es mi nombre, siempre lo dicen mal, odio que mi madre eligiera un nombre tan corto y poco común»

—Zaria Ivanov— respondí, sujetando su mano, está igual de sudada que la mía.

—Lo siento, estoy algo nerviosa debo confesar— admite, mientras retira su mano y la limpia contra su pantalón. — pasen por favor, ¿quieren algo de beber?

Jane y yo pasamos, mientras que Scott decidió esperar afuera.

El interior de la casa está aún más bonito de lo que imagine, el sofá en forma de L frente a una TV pantalla plana, la alfombra a mitad de la sala, y ni hablar del comedor y la cocina. Respiro profundo para inhalar el aroma de lavanda y limón que hay en todo el lugar.

De seguro los Miller limpiaron muy bien para mi llegada. Aunque aún tengo mis dudas de si serían realmente buenas personas, hay agresivos que tienen trastorno obsesivo compulsivo de limpieza, así que una casa limpia no significa nada.

—Él es mi esposo, David Miller— presenta Adelina, un señor alto, blanco y con barba negra.

—Un placer— tiene una charola con galletas y la coloca en el comedor. — tomen las que quieran.

Todos nos sentamos en la mesa.

—Supongo que tienes preguntas, Zaria— menciona Jane, mientras come una galleta.

Yo mire los rostros de la pareja, ambos se tomaban de las manos y me miraban con ojos brillosos. De camino se me ocurrieron un montón de preguntas, cosas que podía decirles para descartar la idea de posibles agresores de mi mente, sin embargo, al verlos tan sonrientes, risueños y llenos de nervios por mi llegada, solo pude guardar silencio.

—Tomate tu tiempo, — la voz dulce de Adelina me trajo de nuevo a la tierra— sé que el viaje fue agotador, nuestro hijo te puede dar el recorrido de la casa— sugirió Adelina, — ¡Asher, baja!

Suenan pasos en la escalera que daban a las habitaciones del segundo piso y giro para ver quien viene.

Todo se siente en cámara lenta cuando veo que es un chico de cabello castaño, alto, piel clara, ojos claros; aun no detallo el color, ¿serán verdes o azules?, tiene un suéter negro y una mirada muy penetrante.

«Wow, es… guapo.» pensé de inmediato.

Se acercó a nosotros, mirándome de reojo, quizá no está de acuerdo que yo esté aquí.

—Muéstrale la casa a Zarina, por favor— ordena Adelina.

«Zaria… Por amor a Jesucristo, es Zaria.»

Asher respiro profundo y me hizo señas con la mano de que lo siguiera.

Yo mire a Jane, ella asintió con la cabeza, haciéndome entender que debo seguirlo.

Me levanto de la mesa y camino detrás de Asher, el cual con voz desanimada me decía el lugar de todo.

—Ese es el comedor, ahí está un baño, arriba los cuartos, afuera el jardín— con su dedo índice me enseñaba las direcciones.

—No tienes que hacer esto— admití.

Asher guardo silencio, vi como presiono sus labios fuertes y guardo sus manos en los bolsillos de su suéter.

—Bien— se dio la vuelta y cuando está por marcharse, algo dentro de mí, de forma impulsiva lo llamo.

—Asher— musite, luego cubriendo mi boca, esperando que no me haya escuchado ¿Qué tengo que decirle? ¿Por qué hice eso?

Él se giró de inmediato, acercándose a mí. Sus ojos son grises, por fin lo detallo; tiene unas pestañas largas y hermosas. Me desconcentre por un momento admirando sus ojos.

—¿Puedes enseñarme donde dormiré? — rebuscada esa pregunta.

Asher asintió y subió las escaleras, yo continúe siguiéndolo. Llegamos a una puerta, él la abrió, dejando al descubierto una habitación que, a mi parecer, lucia de ensueño.

La cama individual, las sabanas color rosa, los peluches en forma de corazón, se sintió como una caricia a mi niña interior, no pude evitar sonreír.

—¿Te gustó? Este decorado como para una niña de cinco años— pregunto Asher, en tono de burla.

Yo borre de inmediato mi sonrisa y volví a mi expresión neutra.

—Gracias, ya te puedes ir— dije.

—Me voy cuando quiera— refuto.

—No tienes que ser un idiota conmigo, —él se sorprendió con mi respuesta—pronto me iré y no nos veremos nunca más las caras— confesé.

—¿Cómo sabes que te iras? Tu madre es una drogadicta, nunca se curan,  probablemente se muera de una sobredosis y tengas que vivir aquí para siempre y yo ahora tenga una hermana que no pedí— cruzo sus brazos, mirándome con desprecio.

Estoy segura de oír como mi corazón se quebró en ese momento, nunca pensé en esa posibilidad. Mi madre a lidiado con drogas desde hace tres años, en poco tiempo todo lo que conozco de mi madre se ha ido borrando. Es como si con cada sustancia que pone dentro de sí, significa que la pierdo un poco más.

Sentí como mis ojos se humedecían, ese nudo en la garganta apareció, haciendo que parpadee fuerte y repetidas veces, haciendo que mis ojos se sequen y apreté mis puños fuertes para evitar decir algo hiriente.

Sin mirarlo, baje las escaleras a la sala, donde Jane y los Miller ya se despedían en la puerta.

Jane se fue a su auto, y yo la seguí, tomando su mano.

—No me quiero quedar aquí— suplique.

—No puedo llevarte a otro lado Zaria, dales una oportunidad, de todas las casas temporales, creo que este es el lugar indicado para ti— inquiere, dándome un abrazo corto.

—¿Cuándo volveré a ver a mi madre? — mi voz se quebró un poco.

—Tu madre está en rehabilitación, cuando termine podrás verla.

— ¿Y si estoy en peligro?

—No pasará, estarás bien. Te sabes mi número, llámame solo si pasa una emergencia, vendré la semana que viene— se monta en el auto y se marcha, dejándome en medio de la calle, viéndola alejarse.

La señora Adelina se acercó a mí.

—¿Quieres comer algo?

Yo negué con la cabeza, conteniendo con todas mis fuerzas las lágrimas. No tengo permitido llorar, si lloro todos me tendrán lastima y odio la lastima.

—Quiero ir a mi habitación, por favor— Adelina asintió, dándome una media sonrisa.

La noche llego, me mantenía acostada en la cama, abrazando uno de los peluches de hello kitty, preguntándome si realmente mi madre volvería. Si yo le importaba lo suficiente como para cambiar, quizá yo no le doy la felicidad que tanto busca en esos frascos con pastillas, o yo no le doy la calma que busca en esas jeringas repletas de drogas. Tal vez no soy suficiente.

Solo me queda dormir y esperar a que pronto regrese por mí.

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