Las contracciones de Rebecca ya son cada seis minutos de intervalo, ha entrado en trabajo de parto más pronto de lo que ella se imaginaba. Podría tener a su bebé en cualquier momento.—¿Qué tal te sientes? —le pregunta Liam, una vez ella está instalada.—Estoy aterrada ¿Qué tal si hago algo mal? ¿Qué pasa si no puedo con esto? —la voz de Rebecca está más temblorosa que nunca.—Nena, eres la persona más fuerte que conozco, quiero decir, pudiste conmigo en mi peor momento y pudiste manejarme. Si alguien puede hacer esto, eres tú. —Le asegura Liam regalándole una sonrisa tranquilizadora.Una contracción mucho más fuerte que las anteriores atraviesa a Rebecca haciendo que esta apriete la mano de Liam con vigor para pasar el dolor.Unos segundos después, la doctora aparece por la puerta. Revisa sus instrumentos y, luego entre las piernas de Rebecca y sonríe.—Estás lista, traigamos a este bebé al mundo —le dice la doctora.—Puedes hacer esto, nena.—No me dejes, por favor —le suplica ella
Diez meses después…Las olas golpean la orilla de la tierra en Irlanda y mojan a Rebecca con una pequeña brisa en su rostro. Liam y ella decidieron que llevar a los niños a la tierra natal de él era lo mejor.—¡Mira esto, Maya! —Liam llama a su hija desde el otro lado de la playa pequeña y rocosa y ella va corriendo.La niña se agacha junto a la roca a la que su papá está apuntando y la examina con ojo crítico.—Creo que es basalto. Hay muchos de esos aquí en Irlanda.—Vaya, alguien ha estado investigando.—¿Están listos para almorzar? Me estoy muriendo del hambre y creo que vi un pub en el camino.—¡Sí! —responde Maya emocionada y Liam y Rebecca se observan sonrientes.No ha habido una sola cosa que a Maya no le haya gustado en ese viaje hasta el momento y los pubs son una de sus cosas preferidas. Mientras más antiguos sean, mejor para ella.El bebé comienza a llorar y Rebecca voltea a ver la carita arrugada de su bebé amarrado a su pecho.—¿Qué pasa, mi pequeño? ¿También tienes ham
“¡Ya está! Lo he decidido, hoy es el día en el que finalmente voy a renunciar a mi puesto de trabajo”, fueron los primeros pensamientos que le llegaron a la cabeza de Rebecca cuando sus ojos se clavaron en la tanga roja que se encontraban sobre la silla de su oficina. Encolerizada se acercó a ella y la arrojó con desdén al bote de basura. “Estoy cansada de encontrarme las evidencias de un momento lujurioso de él por toda mi oficina, no me importa que sea mi jefe, estoy harta”, volvió a decirse para sus adentros y, de forma decidida comenzó a teclear en su computadora:“Estimado Liam Edwards, a pesar de que hemos estado trabajando juntos por más de cinco años, tengo que informarle que renuncio. Aprecio en demasía el tiempo que he pasado en esta empresa aprendiendo de ella y de usted. Me comprometo a entrenar como es debido a mi reemplazo antes de marcharme…”Justo antes de que pudiera pulsar el botón azul de “enviar”, el picaporte de su puerta giró y Liam apareció ante ella.- Buenos
Liam hizo pasar a Margot, él la conocía muy bien, había estado con ella el tiempo suficiente como para saber que era una persona interesada y que solo había salido con él por su fama, para captar la atención de los medios además de su evidente belleza física. Estaba convencido de que, si se había tomado la molestia de ir hasta sus oficinas después de años sin verse era porque quería algo y estaba dispuesto a averiguarlo.- Entonces ¿ya podemos hablar, o más a necesitar más tiempo con tu asistente? Si mal no recuerdo, tú te tiras a cualquiera que te pase por delante –dijo Margot en cuanto atravesó las puertas.- En primer lugar, mi nombre es Rebecca, no soy una cualquiera como acabas de decir y, en segundo, he sido la asistente de Liam por cinco años y jamás hemos tenido más que una relación estrictamente profesional, no creo que sea de tu incumbencia lo que sucede o no en estas oficinas, pero solo te estoy haciendo la aclaración.Las palabras salieron de la boca de Rebecca sin darle t
En cuanto la niña entró, sintió la calma que rodeaba la habitación y fue directo hasta el jardín de rocas que Rebecca había armado en el marco de su ventana, le encantaban esos pequeños detalles y lo había conformado de tal manera que parecía un jardín. Maya tomó una de las rocas en sus manitas.- Una amatista –le informó Rebecca.- Lo sé, es un tipo muy extraño de amatista ¿son tuyas? –le preguntó señalando las piedras.- ¿Te gustan las rocas?- Sí, quiero ser geóloga de grande pero a mi mami no le gusta mucho la idea, dice que eso no es un trabajo que impacte –dijo Maya haciendo una mueca de desdén en su rostro tan parecidas a las de Liam que la prueba de paternidad comenzó a parecer redundante para Rebecca.En ese momento, la pequeña toma una roca naranja y junta sus cejas en señal de extrañeza.- Es una cornalina –Rebecca le vuelve explicar.- Me gusta, el naranja es mi color preferido, me recuerda al Gran Cañón, siempre he querido ir –la niña se queda mirando la piedra por unos s
Rebeca regresó hacia su oficina, necesitaba repensar todo lo que había sucedido en el tiempo de la mañana, había demasiadas cosas que procesar, no podía entender cómo su día se había vuelto tan loco, desde encontrar un brasier en su propia oficina sabiendo que Liam había tenido una noche desenfrenada, hasta descubrir que él tenía una niña bastante crecidita y ahora, estaba a punto de empacar para irse de viaje con su jefe y su hija al Gran Cañón ¡Oh sí! Eso mismo era lo que tenía en mente cuando abrió sus ojos esa mañana, sin dudas era el mejor de los planes.Lo único que daba por seguro era que Liam no se convertiría en un padre de la noche a la mañana, no sabía nada sobre ello, no sabía cómo ser padre, no con estilo de vida que llevaba, definitivamente iba a necesitar de su ayuda. No había nadie en el mundo que lo conociera mejor que ella y, por esa misma razón, sabía que necesitaría ayuda urgente, por eso había aceptado a acompañarlos en ese viaje, la pequeña no tenía la culpa de
El día se le había hecho más largo de lo habitual a Rebecca. En menos de ocho horas se había sometido a un nivel de estrés al que no estaba acostumbrada, incluso trabajando para Liam Edwards.A pesar que estaba pasando el tiempo con la tierna Maya, no veía la hora de poder marcharse a su casa y descansar.Pensaba que después de todo lo que había acabado de vivir nada lograría sorprenderla, pero, por supuesto, se le olvidaba que Liam Edwards no era para nada un jefe “normal”.—Rebecca, hoy terminaremos en la oficina un poco más temprano, quiero que me acompañes con Maya a ir de compras, vas a necesitarlo.La asistente abrió sus ojos de par en par y su mandíbula inferior se abrió sin dar crédito a lo que acababa de escuchar.—¿De compras? —Liam asintió con su cabeza— ¿Por qué necesitaría yo ir de compras?—Bueno, estaremos toda una semana de viaje y, en cuanto la prensa se entere de todo esto, que lo hará gracias a Margot, créeme, nos estarán siguiendo por todos lados y la acompañante d
Rebecca llega al centro comercial al que Liam le había enviado su ubicación. Esa tarde, después de la discusión que habían tenido, él había aceptado que ella se marchara antes del trabajo y él haría lo mismo para dejar que la pequeña Maya se instalara en su departamento.Rebecca se encontraba en medio de la cafetería, el punto de encuentro, buscando entre las personas a su jefe justo cuando una voz profunda le dice tan cerca del oído que le cosquillea.—¿Buscas a alguien?Rebecca no necesitaba verlo para saber a quién le pertenecía esa voz, pero, de igual manera se volteó y, al ver a Liam, su rostro mostró su sorpresa. Raía puestos unos pantalones de mezclilla y una camiseta ajustada haciendo que sus músculos se tensaran contra la tela. Llevaba años trabajando con él y nunca lo había visto en otra cosa que no fueran trajes ridículamente caros, tenía que admitir que se veía más guapo de lo normal.—¿Liam?—Lo siento, no conozco a ningún Liam, me debes estar confundiendo con ese millona