Que comience el juego

El día se le había hecho más largo de lo habitual a Rebecca. En menos de ocho horas se había sometido a un nivel de estrés al que no estaba acostumbrada, incluso trabajando para Liam Edwards.

A pesar que estaba pasando el tiempo con la tierna Maya, no veía la hora de poder marcharse a su casa y descansar.

Pensaba que después de todo lo que había acabado de vivir nada lograría sorprenderla, pero, por supuesto, se le olvidaba que Liam Edwards no era para nada un jefe “normal”.

—Rebecca, hoy terminaremos en la oficina un poco más temprano, quiero que me acompañes con Maya a ir de compras, vas a necesitarlo.

La asistente abrió sus ojos de par en par y su mandíbula inferior se abrió sin dar crédito a lo que acababa de escuchar.

—¿De compras? —Liam asintió con su cabeza— ¿Por qué necesitaría yo ir de compras?

—Bueno, estaremos toda una semana de viaje y, en cuanto la prensa se entere de todo esto, que lo hará gracias a Margot, créeme, nos estarán siguiendo por todos lados y la acompañante del empresario Liam Edwards no puede andar con arapos, me mirarían mal y tengo una imagen que mantener.

—Liam, ¿qué quieres decir con una semana? —de todas las tonterías que su jefe había mencionado, esa era la que más se le había grabado en su cabeza.

—Sí, es un largo viaje, nos tomará varias horas ir en auto hasta allá.

—¿En auto? ¡Tienes un maldito jet privado! Pensé que iríamos en él.

Rebecca había imaginado que solo les tomaría un fin de semana. Estaría un fin de semana fuera y el lunes ya estarían de regreso lista para presentar su renuncia, pero esto le cambiaba absolutamente todos sus planes.

—Pues porque mientras más tiempo pase con Maya, más podré estrechar relaciones con ella, así funciona, por eso en el mundo de los negocios antes de concretar un trato vamos a cenas formales y a eventos con los futuros socios, para estrechar los lazos.

—¿El mundo de los negocios? ¿Eso es lo que es Maya para ti, una relación que estrechar, un trato que cerrar?

—¿Qué? Claro que no, solo estaba poniendo un ejemplo, estás muy sensible hoy. Mira, lo que quiero decir es que necesitaré tiempo de calidad con ella y te necesito ahí, normalmente no debería ser muy difícil establecer conversación con una niña de siete años, pero, por alguna razón, no sé qué hablar con ella, así que te necesito como niñera, asistente o como quieras llamarlo ¿de acuerdo? Te pagaré muy bien por este pequeño viaje y, prácticamente estarás cobrando una pasta por unas vacaciones.

Mientras más hablaba Liam, más la ira se arremolinaba en el cuerpo de Rebecca. Llevaba años trabajando para él y lo conocía mejor que nadie, pero, en ocasiones se le olvidaba lo imbécil que podía llegar a ser.

Estaba tan molesta que ni siquiera pensó antes de soltar sus palabras ¿Qué podía suceder, que él la despidiera? De todas maneras tenía pensado pedir su renuncia en cuanto regresara del maldito Cañón.

—¡No eres más que un maldito idiota! —dijo ella, tomó su bolso y salió caminando de su despacho a toda velocidad.

—¡Rebecca! —la llamaba Liam pisándole los talones, pero ella no se detuvo— ¡Rebecca Martin! ¡Detente de una vez! —volvió a decirle cuando esta acababa de tomar el ascensor.

Por más que Liam se apresuró, no pudo detenerla antes de que las puertas se cerraran. Dentro, Rebecca puso respirar con más tranquilidad. No sabía cómo, pero su jefe se las arreglaba para ser el hombre que más la exasperaba en su vida. Nunca ningún otro la había hecho sentir tanta ira y tanta molestia. Sin dudas, era un dolor en su trasero.

Cuando llegó afuera del edificio se dio cuenta de que estaba lloviendo y, a pesar de que la temperatura estaba un poco fría, inclinó su cabeza hacia arriba y permitió que las gotas refrescaran su rostro. Estuvo disfrutando de su paz hasta que escuchó esa voz de nuevo y su mano la agarró del brazo.

—Rebecca, discúlpame ¿de acuerdo? Tienes razón, soy un idiota, pero necesito esto en verdad, Maya se ha acercado mucho a ti y tienen buena química ¿piensas que no me di cuenta que a mí ni siquiera me mira a los ojos? Necesito que esto funcione y necesito tu ayuda.

No había lugar a dudas que la exasperación en ella estaba creciendo de nuevo, pero también una especie de lástima. Nada de lo que había sucedido ese día podía resultar fácil para Liam, acababa de enterarse de que tenía una hija de siete años. Se había perdido todo ese tiempo al lado de ella. Debía estar en un shock enorme, quizás por eso estaba siendo más imbécil de lo acostumbrado.

—Tengo que admitir algo, sin dudas ningún otro hombre ha logrado indignarme tanto como tú, te lo concedo, ahora sé lo que sienten todas tus conquistas —ella hizo una pausa y soltó un fuerte suspiro— De acuerdo, te disculpo, pero tengo una nueva condición para acompañarte en ese maldito viaje.

—Lo que quieras, menciónalo y será tuyo —le respondió él.

—En verdad, es más una advertencia, o un anuncio que una condición. A partir de ahora te llamaré imbécil, o idiota o cualquier otro sinónimo acorde que se me ocurra, puedo hacerlo porque además de que me necesitas, pediré mi renuncia cuando regresemos de todas maneras así que, no hay nada que puedas hacer para evitarlo.

Una de las comisuras de la boca de Liam comenzó a inclinarse hacia arriba en un intento por cortar la sonrisa que amenazaba con asomarse en su rostro. No había nada que lo emocionara más que un desafío y Rebecca en sí acababa de convertirse en el mayor desafío al que él se había enfrentado.

—Eso ya lo veremos —dijo con un tono muy divertido.

—¿Qué te llame idiota o que pida mi renuncia al regreso? —preguntó ella confundida.

—Ambas cosas —le respondió él dándose ya la vuelta para regresar al edificio.

—Entonces… ¿queda descartada la idea de ir de compras?

—Oh no, eso se mantiene. No tienes ni idea de las ganas que tengo.

Entre asistenta y jefe acababa de comenzar un juego el cual no tenía establecidas las reglas y del que no tenían ni idea de lo peligroso que podía llegar a convertirse. Estaban a punto de enfrentarse a sus consecuencias sin siquiera saberlo, pero eso es sin duda lo divertido…

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