Promesas

En cuanto la niña entró, sintió la calma que rodeaba la habitación y fue directo hasta el jardín de rocas que Rebecca había armado en el marco de su ventana, le encantaban esos pequeños detalles y lo había conformado de tal manera que parecía un jardín. Maya tomó una de las rocas en sus manitas.

- Una amatista –le informó Rebecca.

- Lo sé, es un tipo muy extraño de amatista ¿son tuyas? –le preguntó señalando las piedras.

- ¿Te gustan las rocas?

- Sí, quiero ser geóloga de grande pero a mi mami no le gusta mucho la idea, dice que eso no es un trabajo que impacte –dijo Maya haciendo una mueca de desdén en su rostro tan parecidas a las de Liam que la prueba de paternidad comenzó a parecer redundante para Rebecca.

En ese momento, la pequeña toma una roca naranja y junta sus cejas en señal de extrañeza.

- Es una cornalina –Rebecca le vuelve explicar.

- Me gusta, el naranja es mi color preferido, me recuerda al Gran Cañón, siempre he querido ir –la niña se queda mirando la piedra por unos segundos con tristeza en sus ojos- Ha sido difícil venir aquí y conocer a papá, pero me gustó ver la cornalina, gracias –le dijo mientras abrazó a Rebecca con sus pequeños bracitos alrededor de la cintura justo en el momento en el que entran Margot y Liam.

Rebecca estaba comenzando a pensar que, a pesar de lo pequeña que Maya era, parecía ser muy inteligente y tener un deje de tristeza en todo su semblante, un pensamiento que la asistenta intentó alejar de su cabeza.

- Maya, es hora de irnos –le dijo su madre con un tono de voz frío.

- Ha sido un gusto conocerte pequeñina –se despidió Rebecca.

- Gracias por mostrarme tu colección, me gustó mucho –le respondió la niña.

- Lo que sea por otra amante de las rocas –Liam se quedó observando el intercambio entre su hija y su asistente con interés mientras levantaba una de sus cejas.

- Bueno, si no te importa tengo que hablar yo con mi hija –dijo Margot tomando a maya de la mano y rompiendo el abrazo que tenía formado de un jalón.

Definitivamente Margot no sería una de las preferidas de Rebecca, pero a esta no le quedaba más opción que guardar silencio, al fin y al cabo era la madre de la niña y la ex de su jefe.

- Rebecca, necesito que limpies mi agenda para el resto de la semana, almuerzos, reuniones, todo –le dijo Liam cuando por fin se quedaron a solas.

- ¿Ha sucedido algo?

- Margot ha accedido a darme tiempo con la niña, esta semana tiene que viajar por unas secciones de fotos y me quedaré con Maya –le explicó él.

- ¿Maya se quedará con usted? –le preguntó Rebecca asombrada, no pensó que algo así pasaría tan deprisa, estaba segura de que era una táctica de Margot para demostrarle que no podría con la pequeña- ¿Quiere que contrate a una cuidadora?

- De hecho, escuché lo que la niña te estaba comentando sobre el Gran Cañón, tengo pensado llevarla ahí y necesito que tú vayas con nosotros –las palabras de Liam la toman por sorpresa congelándola en el lugar.

“¿Está hablando en serio? Hacía solo una hora estaba pensando en renunciar, estaba intentando decirle a este señor arrogante que no quería trabajar más para él, no puedo sencillamente irme de excursión con él y su hija, además, eso no forma parte de mi trabajo”. 

Los pensamientos de Rebecca comenzaron a arremolinarse por toda su cabeza, llevaba años trabajando con Liam y todavía su aire de superioridad lograba sorprenderla. Ni siquiera pudo pensar que ella estaba en su derecho de negarse, dio por un hecho que ella iría.

- Señor Edwards, me halaga, pero, no sé nada sobre niños, además, eso está fuera de mis responsabilidades laborales.

La asistenta puso todo su intento en negar la propuesta con la mayor educación y diplomacia posible.

- A decir verdad, yo tampoco sé nada sobre niños, pero al parecer, tú le caes bien a Maya –Liam hace una pausa y el pesar cae sobre su rostro- mi hija me culpará en algún momento por no haber estado ahí para ella, no soy tonto, sé que necesitaré ganarme su confianza.

- Un viaje en coche suena como una muy buena oportunidad para estrechar lazos –le confirmó Rebecca.

- Sí, pero no si solo somos ella y yo. Vi la forma en que tú y ella conectaron instantáneamente, necesito tu ayuda.

Por primera vez, él clavó sus ojos en los de ella como si en verdad la estuviese mirando, una mirada penetrante con un tono bajo de voz que hace que el corazón de ella deje de latir por unos segundos.

“¿Esto es lo que ven en él las demás mujeres?”, se preguntó Rebecca, nunca antes lo había visto con esos ojos, ni había sentido ese salto en el estómago con él, hasta esa mañana, lo detestaba con todas sus fuerzas, creía que era un cretino arrogante y ahora la baba estaba por caérsele. 

“Vamos, Rebecca, enfócate. No puedes permitir que este hombre te confunda, has pasado muchas largas noches y muchas conversaciones incómodas con sus conquistas, demasiadas cosas que arreglar”, se dijo a sí misma.

- Lo siento señor, pero no puedo ir con usted –dijo por fin armándose de valor.

- Claro que puedes, sé que es fuera de la oficina, pero ya has tenido que viajar en otras ocasiones –le dijo él.

- No pienso cambiar de opinión –él parpadea sorprendido, no se esperaba un “no” por respuesta.

- ¿Por qué no podrías ir? –le pregunta él.

- Porque renuncio.

Liam se quedó mirándola nuevamente, esta vez con una de sus cejas levantadas, al igual que una de las comisuras de su boca, algo en todo aquello le estaba resultando bastante divertido.

- No puedes renunciar, Rebecca.

- Sí que puedo, eres un mujeriego y siempre tengo que andar limpiando tus desastres, eso y miles de cosas más que no quiero enumerar porque no creo que sea muy ético de mi parte –ella se tomó la libertad de tutearlo ya que acababa de renunciar.

- A decir verdad, no son mis desastres, la tanga de esta mañana no era mía, ni los brasieres anteriores –le dijo él divertido acercándose sutilmente hacia ella.

Rebecca estaba comenzando a molestarse en verdad ¿Cómo era posible que en una situación como esa Liam encontrara la oportunidad perfecta para hacer un chiste y jactarse de sus prácticas extra laborales en la empresa?

- ¡Pero terminan en mi oficina por tu culpa! –le respondió ella sin gritar, pero con un tono de enojo y firmeza en su voz.

La tenacidad de ella estaba logrando cautivar a su jefe de gran manera. Él no estaba acostumbrado a que las chicas se le resistieran, ni a que le dieran un “no” por respuesta, usualmente las mujeres caían rendidas a sus pies, algo que no estaba sucediendo con su asistenta.

- Está bien, te entiendo, pero te tengo una propuesta, acepta ir a este viaje, conóceme un poco mejor y, si después todavía quieres marcharte lo aceptaré.

Liam no sabía el porqué, pero había algo en la mujer que tenía justo enfrente a él que lo atraía.

- Si lo hago ¿me dejarás en paz con la decisión que tome? –le pregunta ella.

- Te doy mi palabra –le respondió él con solemnidad.

- De acuerdo, lo acepto entonces.

- Perfecto –dice él mientras se aleja haciendo una pausa en la puerta- solo una cosa, para que después no digas que no te advertí, una vez que me conozcas, no me querrás dejar ir –dijo y se marchó.

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