“¡Ya está! Lo he decidido, hoy es el día en el que finalmente voy a renunciar a mi puesto de trabajo”, fueron los primeros pensamientos que le llegaron a la cabeza de Rebecca cuando sus ojos se clavaron en la tanga roja que se encontraban sobre la silla de su oficina. Encolerizada se acercó a ella y la arrojó con desdén al bote de basura.
“Estoy cansada de encontrarme las evidencias de un momento lujurioso de él por toda mi oficina, no me importa que sea mi jefe, estoy harta”, volvió a decirse para sus adentros y, de forma decidida comenzó a teclear en su computadora:
“Estimado Liam Edwards, a pesar de que hemos estado trabajando juntos por más de cinco años, tengo que informarle que renuncio. Aprecio en demasía el tiempo que he pasado en esta empresa aprendiendo de ella y de usted. Me comprometo a entrenar como es debido a mi reemplazo antes de marcharme…”
Justo antes de que pudiera pulsar el botón azul de “enviar”, el picaporte de su puerta giró y Liam apareció ante ella.
- Buenos días, Rebecca –de forma apresurada, ella cerró el archivo que estaba escribiendo cuando notó que él caminaba hacia su escritorio luciendo tan sensual como de costumbre- ¿Pudiste terminar mi borrador de propuesta para los nuevos inversores? Si tenemos suerte, nos convertiremos en la empresa más rentable de… -Liam se detuvo en cuanto vio un extremo de encaje de la tanga roja sobre el basurero- ¿por qué has tirado tus prendas interiores a la basura? No sé si estás al tanto de que esta es una empresa prestigiosa, al menos pudiste guardarlas en tu bolso hasta llegar a tu hogar.
- Lo siento señor Edwards, pero eso no es mío, es suyo –le respondió en un vano intento de contener su mal humor.
- ¡Oh! Ya veo, tienes razón, en ese caso, puedes colocarlo con el resto de las cosas perdidas y envíale unas flores y una tarjeta bonita a la chica, algo como “nuestro encuentro fue hermoso pero sería mejor dejarlo como algo de una noche”, solo que suene amable –Rebecca tomaba respiraciones profundas para intentar calmar su respiración y su evidente molestia, siempre tenía que lidiar con este tipo de cosas- Entonces, el borrador para los inversores ¿lo terminaste? –le preguntó como si nada algo que solo logró alterar más a Rebecca.
- Sí, señor, terminé el borrador, pero quiero hablarle sobre algo más…
- Perfecto entonces, en cuanto termine con este proyecto estaré listo para otro mejores –la interrumpió él.
- Estoy completamente de acuerdo con usted, de hecho, yo también estoy lista para un nuevo reto, por eso quería…- una vez más, Liam la interrumpe, esta vez, chasqueando sus dedos, como si acabara de tener una brillante idea.
- Exactamente eso es lo que necesito, un nuevo reto, la vida se ha vuelto demasiado sencilla y eso es un poco aburrido. Nos hemos mantenido por la línea segura, el negocio de los whisky nos amplió un nuevo campo mostrándonos que es un sector en el que podemos incursionar más, tequila, vodka, tendremos que hacer estadísticas y estudiar la economía de la competencia –Rebecca no podía creer la arrogancia del hombre que tenía enfrente, había pasado años trabajando para él pero, de alguna forma, todavía se las arreglaba para sorprenderla justo como estaba haciendo en ese momento, por más que se esforzara él no le permitía hablar.
- Puedes hacer lo que quieras, eres el jefe, pero yo no…
- Tienes razón, puedo hacer lo que quiera, eres una genio, siempre tienes la respuesta adecuada para mí, muchas gracias, no sé qué haría sin ti –Liam pronuncia estas palabras y se marcha de regreso a su oficina deteniéndose en la entrada de la misma- por cierto, fuiste muy comprensiva con lo de la tanga, llévate hoy la tarjeta de la empresa cuando vayas a almorzar, pide lo que quieras, incluso puedes comprarte un nuevo vestido, esa será tu compensación –le sonríe y cierra la puerta de su oficina.
Si las miradas mataran, la de Rebecca hubiese fulminado a Liam rápidamente. Ella no conseguía comprender cómo un ser podía ser tan prepotente como él. A ese hombre no le interesaba nadie más que él, siempre hacía lo mismo, enredaba a las chicas, le pintaba flores y corazones solo con la intención de llevarlas a la cama, si le daba tiempo llegar a ella, de lo contrario, usaba la empresa como había hecho la noche anterior. La única cosa con la que sí era responsable era su empresa, pero nada más y ya Rebecca estaba cansada de trabajar para alguien así.
Era hora de conseguirse otro trabajo, con sus años de experiencia y su curriculum no tardarían mucho en contratarla en cualquier otro lugar a su altura. Justo antes de que pudiera considerar su estrategia, Laura, la recepcionista asomó su cabeza por la puerta de la oficina que Liam había dejado abierta.
- Rebe, hay alguien en la recepción que… bueno que quiere hablar con el señor Edwars.
- ¿Tiene cita? –le preguntó ella sin prestarle mucha atención a la forma en la que las palabras se trababan en la boca de Laura.
- No, pero dice que no aceptará un “No” por respuesta –dijo haciendo una pequeña mueca en su rostro.
Rebecca asintió con su cabeza y se levantó para seguir a Laura hasta la recepción. Esa no era la primera vez que algo así sucedía, ese era otra de las situaciones con las que tenía que lidiar casi día a día, las chicas descontentas reclamando atención porque el señor Edwars no les atendía sus llamadas ni contestaba sus mensajes. Al llegar, se encontró con una mujer alta, hermosa, con ropa cara, todo el tipo de Liam.
- Tú no eres Liam –dijo la chica evidentemente enojada.
- Buenos días, mi nombre es Rebecca Martin, soy la asistente del señor Edwars, lamentablemente, su agenda se encuentra muy ocupada el día de hoy y no podrá atenderla, pero podemos arreglarlo, agendar cita para otro día o…
- No pienso moverme de aquí, puede enviarme a cuantas asistentes desee pero de aquí no me voy hasta que no venga a dar la cara, puedes decirle que Margot Weller lo está esperando –al escuchar ese nombre algo en la cabeza de Rebecca hizo clic, era la supermodelo famosa ex de Liam.
- Discúlpeme señorita Weller, estoy segura de que podremos encontrar un espacio para usted, solo necesito que me de unos minutos.
- Si se reúsa a verme, dígale que no puede reusarse a ver a mi hija –dijo señalando a una pequeña que se encontraba sentada en una de las butacas de espera- bueno, a su hija.
De pronto Rebecca entró en shock, por suerte para ella, solo le duró unos pocos segundos y pudo recuperar su compostura pero las preguntas no paraban de llegar a su mente ¿Liam Edwars tenía una hija? ¿Era él consciente de ello? ¿Qué edad tenía esa niña? Su jefe podía ser un patán y un cínico pero una mala persona jamás, no lo creía ser capaz de rechazar a su propia hija ¿o sí?
- Laura, cancela todas las citas y todo lo restante que haya en la agenda del señor Edwars para el resto de la mañana, esto le tomará un buen tiempo.
Unos minutos después, Liam, Rebecca, Margot y un abogado se encontraban en la oficina directiva analizando los resultados de una prueba de paternidad, estaba más que claro, Liam era el padre de la pequeña.
Lo extraño era por qué ahora, por qué esa mujer acababa de llegar con la noticia sin haber mencionado nunca antes absolutamente nada sobre el tema.
La cara de Liam estaba más pálida que nunca, esto era un cambio que no se esperaba en lo absoluto, un cambio que no estaba en su planes.
- ¿Siempre lo supiste? –fue lo primero que dijo Liam.
- Sí –le respondió Margot.
- ¿Y por qué nunca dijiste nada antes? Nunca me mencionaste el tema –la voz de Liam era apenas un hilillo, estaba asustado, ese hombre sabía de todo menos cómo ser un padre.
- Me parece que eso es algo que tenemos que discutir en privado, eso junto con otras cosas más –le respondió implacable ella.
- Lo haremos, pero primero necesito hablar con mi asistente –dijo y sus palabras tomaron por sorpresa a Rebecca.
- ¿Conmigo?
- Sí, solo será un momento –todos los presentes salen de la oficina dejando a solas a Rebecca y Liam, este último se sirve un trago de whisky y se lo bebe de un solo trago- necesito que prepares un fondo universitario para esa niña y una cuenta de ahorros también, ahora lo que más nos apremia es cambiar mi testamento, si algo sucede –las palabras salían de él como si las estuviese disparando.
- Liam –Rebecca se tomó el atrevimiento de tutearlo- ¿te encuentras bien? No has tenido tiempo a procesar nada de esto.
- No, es solo que, ni siquiera sabía de la existencia de esa niña y ya no es tan pequeña ¿qué edad podrá tener cinco, seis? Esos son muchos años, años que me he perdido, años en los que nunca la vi, nunca le di un regalo de cumpleaños, nunca la llevé a esquiar, a ver fuegos artificiales, a un parque de diversión, nada. No pienso dejar que Margot me diga cómo debo cuidar a mi hija, si ha esperado hasta ahora es seña de que nada bueno se avecina, puede mentir y acusarme de que no me he preocupado por mi hija solo para sacarme una buena cantidad de dinero.
Su máscara de determinación se rompió, por primera vez desde que trabajaba para él, Rebecca apreció la vulnerabilidad que se escondía debajo de esa piel que era la arroganci
a, el gran Liam Edwars estaba cayendo…
Liam hizo pasar a Margot, él la conocía muy bien, había estado con ella el tiempo suficiente como para saber que era una persona interesada y que solo había salido con él por su fama, para captar la atención de los medios además de su evidente belleza física. Estaba convencido de que, si se había tomado la molestia de ir hasta sus oficinas después de años sin verse era porque quería algo y estaba dispuesto a averiguarlo.- Entonces ¿ya podemos hablar, o más a necesitar más tiempo con tu asistente? Si mal no recuerdo, tú te tiras a cualquiera que te pase por delante –dijo Margot en cuanto atravesó las puertas.- En primer lugar, mi nombre es Rebecca, no soy una cualquiera como acabas de decir y, en segundo, he sido la asistente de Liam por cinco años y jamás hemos tenido más que una relación estrictamente profesional, no creo que sea de tu incumbencia lo que sucede o no en estas oficinas, pero solo te estoy haciendo la aclaración.Las palabras salieron de la boca de Rebecca sin darle t
En cuanto la niña entró, sintió la calma que rodeaba la habitación y fue directo hasta el jardín de rocas que Rebecca había armado en el marco de su ventana, le encantaban esos pequeños detalles y lo había conformado de tal manera que parecía un jardín. Maya tomó una de las rocas en sus manitas.- Una amatista –le informó Rebecca.- Lo sé, es un tipo muy extraño de amatista ¿son tuyas? –le preguntó señalando las piedras.- ¿Te gustan las rocas?- Sí, quiero ser geóloga de grande pero a mi mami no le gusta mucho la idea, dice que eso no es un trabajo que impacte –dijo Maya haciendo una mueca de desdén en su rostro tan parecidas a las de Liam que la prueba de paternidad comenzó a parecer redundante para Rebecca.En ese momento, la pequeña toma una roca naranja y junta sus cejas en señal de extrañeza.- Es una cornalina –Rebecca le vuelve explicar.- Me gusta, el naranja es mi color preferido, me recuerda al Gran Cañón, siempre he querido ir –la niña se queda mirando la piedra por unos s
Rebeca regresó hacia su oficina, necesitaba repensar todo lo que había sucedido en el tiempo de la mañana, había demasiadas cosas que procesar, no podía entender cómo su día se había vuelto tan loco, desde encontrar un brasier en su propia oficina sabiendo que Liam había tenido una noche desenfrenada, hasta descubrir que él tenía una niña bastante crecidita y ahora, estaba a punto de empacar para irse de viaje con su jefe y su hija al Gran Cañón ¡Oh sí! Eso mismo era lo que tenía en mente cuando abrió sus ojos esa mañana, sin dudas era el mejor de los planes.Lo único que daba por seguro era que Liam no se convertiría en un padre de la noche a la mañana, no sabía nada sobre ello, no sabía cómo ser padre, no con estilo de vida que llevaba, definitivamente iba a necesitar de su ayuda. No había nadie en el mundo que lo conociera mejor que ella y, por esa misma razón, sabía que necesitaría ayuda urgente, por eso había aceptado a acompañarlos en ese viaje, la pequeña no tenía la culpa de
El día se le había hecho más largo de lo habitual a Rebecca. En menos de ocho horas se había sometido a un nivel de estrés al que no estaba acostumbrada, incluso trabajando para Liam Edwards.A pesar que estaba pasando el tiempo con la tierna Maya, no veía la hora de poder marcharse a su casa y descansar.Pensaba que después de todo lo que había acabado de vivir nada lograría sorprenderla, pero, por supuesto, se le olvidaba que Liam Edwards no era para nada un jefe “normal”.—Rebecca, hoy terminaremos en la oficina un poco más temprano, quiero que me acompañes con Maya a ir de compras, vas a necesitarlo.La asistente abrió sus ojos de par en par y su mandíbula inferior se abrió sin dar crédito a lo que acababa de escuchar.—¿De compras? —Liam asintió con su cabeza— ¿Por qué necesitaría yo ir de compras?—Bueno, estaremos toda una semana de viaje y, en cuanto la prensa se entere de todo esto, que lo hará gracias a Margot, créeme, nos estarán siguiendo por todos lados y la acompañante d
Rebecca llega al centro comercial al que Liam le había enviado su ubicación. Esa tarde, después de la discusión que habían tenido, él había aceptado que ella se marchara antes del trabajo y él haría lo mismo para dejar que la pequeña Maya se instalara en su departamento.Rebecca se encontraba en medio de la cafetería, el punto de encuentro, buscando entre las personas a su jefe justo cuando una voz profunda le dice tan cerca del oído que le cosquillea.—¿Buscas a alguien?Rebecca no necesitaba verlo para saber a quién le pertenecía esa voz, pero, de igual manera se volteó y, al ver a Liam, su rostro mostró su sorpresa. Raía puestos unos pantalones de mezclilla y una camiseta ajustada haciendo que sus músculos se tensaran contra la tela. Llevaba años trabajando con él y nunca lo había visto en otra cosa que no fueran trajes ridículamente caros, tenía que admitir que se veía más guapo de lo normal.—¿Liam?—Lo siento, no conozco a ningún Liam, me debes estar confundiendo con ese millona
A la mañana siguiente, Rebecca llega a la empresa para encontrarse con que aquello parecía un desfile presidencial. No fue hasta que logró ver a Liam conversando con uno de los conductores que se dio cuenta de que las dos camionetas negras relucientes eran para el viaje.—¿Los guardias de seguridad estarán con nosotros durante todo el trayecto? —ella escuchó la conversación.—Por supuesto señor Edwards, nos encargaremos de que lleguen en perfectas condiciones.Por más que comprendía que Liam era un hombre reconocido, Rebecca no sabía por qué debían ir acompañados de guardias de seguridad a un viaje inocente del cual nadie sabía nada. Una vez el conductor entró en el coche, ella se acercó a Liam.—¿Conductor? Pensé que solo seríamos nosotros tres —le dijo ella.—¿Qué pasa, querías tiempo a solas para estar conmigo? Tranquila, Martin, es más bien un viaje infantil, iremos con una menor, no puedes estar pensando en esas cosas tan sucias —le respondió él divertido alzando una de sus cejas
El camino era más que largo, lo que hace que Rebecca se quedara dormida en un profundo sueño. No fue hasta que escuchó indistintas voces que sus ojos se abrieron confundidos. Su primera reacción es mirar hacia atrás donde se encuentra la pequeña Maya dormida con la cabeza cómodamente recostada en el hombro de su padre, mientras este no hacía más que mirarla con enorme ternura mientras la sonrisa que tenía dibujada en su rostro no se difuminaba.Rebecca gira su cabeza hacia las voces que había escuchado antes solo para notar que se encontraban en un pequeño pueblito y eran las voces de los habitantes las que la habían despertado, estaban absortos en medio de una feria.Justo en ese momento ella se da cuenta de que el coche no se está moviendo, sino que está estacionado junto a la calle tan conmocionada y activa sin el conductor a la vista.El movimiento de Rebecca atrae la atención de Liam y es cuando nota que ella había despertado.—Tengo que confesarte algo, tengo mucho miedo de mov
Para la suerte y alegría de Rebecca, Maya no era tan cabezotas y reacia a la diversión como su padre y, en cuestiones de minutos se encontraba correteando de puesto en puesto reuniendo dulces y ositos de peluches como premios de los juegos que había ganado.Mientras, Liam se encontraba parado, sin hacer un solo movimiento con su ceja izquierda levantada en señal de preocupación.—Yo solo espero que no la dejes comerse todos esos dulces o estaremos en serios problemas con su madre y la verdad, no tengo deseos de discutir con ella, además, muchos de los dulces que lleva los tiró la carroza al suelo, por donde mismo caminaron los caballos, no creo que eso sea nada sano —dijo Liam.—¿Nunca has escuchado sobre la regla de los 5 segundos? ¿O es que acaso las personas ricas no saben de ella? —le pregunta Rebecca intentando no reírse mientras Liam frunce su ceño.—Estaba pensando, puedo contactar con alguna agencia de Ohio y hacer que nos envíen un auto con chofer en cuestiones de minutos. No